Me llama un amigo profesor universitario y me pregunta: "¿No crees que la Iglesia Católica española podría seguir el ejemplo de lo que ocurre en Birmania y encabezar una rebelión popular para recuperar la democracia y la ética perdidas?"
“¿Lo has soñado?, le respondí.
“No, te aseguro que sería posible y estupendo, aunque creo que la Iglesia española está acomplejada todavía por la Inquisición y por su colaboración con el régimen franquista, pero si se decidieran, triunfarían. De cualquier modo, o lo hacen ellos o no lo hace nadie en esta España subvencionada y acobardada, incapaz de plantarle cara a las castas políticas que nos dominan”.
Después he pensado en el tema y sigue pareciéndome una quimera, aunque interesante. Es cierto que en España disponemos de libertades y derechos que los birmanos ni siquiera imaginan, pero si se mira la lucha de los budistas como una rebelión por una sociedad mejor, la comparación con España sí tiene sentido.
Me encantaría ver algo vivo en esta sociedad cadavérica, alguna protesta para regenerar todo lo que el mal gobierno nos ha impuesto: una democracia que ya no existe, unos valores destrozados, inseguridad ciudadana, desigualdad creciente, un foso cada día más grande que separa a ricos y pobres, una Justicia arbitraria, los poderes básicos del Estado invadidos y ocupados por los partidos políticos, una corrupción galopante, unas castas políticas atrincheradas en el poder, de espaldas al pueblo, desilusión creciente ante la política, una partitocracia insaciable de poder, un sistema educativo público experto en formar analfabetos, vagos y futuros mendigos, incapacidad para integrar a los inmigrantes, procesos descontrolados de destrucción de la unidad nacional, nacionalismos arrogantes que odian el concepto de España y una presencia insignificante y devaluada de España en el plano internacional.
¡Que lástima que nuestros sacerdotes y monjes no estén a la altura de los monjes birmanos, capaces de encabezar la lucha de su pueblo por una sociedad mejor!
“¿Lo has soñado?, le respondí.
“No, te aseguro que sería posible y estupendo, aunque creo que la Iglesia española está acomplejada todavía por la Inquisición y por su colaboración con el régimen franquista, pero si se decidieran, triunfarían. De cualquier modo, o lo hacen ellos o no lo hace nadie en esta España subvencionada y acobardada, incapaz de plantarle cara a las castas políticas que nos dominan”.
Después he pensado en el tema y sigue pareciéndome una quimera, aunque interesante. Es cierto que en España disponemos de libertades y derechos que los birmanos ni siquiera imaginan, pero si se mira la lucha de los budistas como una rebelión por una sociedad mejor, la comparación con España sí tiene sentido.
Me encantaría ver algo vivo en esta sociedad cadavérica, alguna protesta para regenerar todo lo que el mal gobierno nos ha impuesto: una democracia que ya no existe, unos valores destrozados, inseguridad ciudadana, desigualdad creciente, un foso cada día más grande que separa a ricos y pobres, una Justicia arbitraria, los poderes básicos del Estado invadidos y ocupados por los partidos políticos, una corrupción galopante, unas castas políticas atrincheradas en el poder, de espaldas al pueblo, desilusión creciente ante la política, una partitocracia insaciable de poder, un sistema educativo público experto en formar analfabetos, vagos y futuros mendigos, incapacidad para integrar a los inmigrantes, procesos descontrolados de destrucción de la unidad nacional, nacionalismos arrogantes que odian el concepto de España y una presencia insignificante y devaluada de España en el plano internacional.
¡Que lástima que nuestros sacerdotes y monjes no estén a la altura de los monjes birmanos, capaces de encabezar la lucha de su pueblo por una sociedad mejor!
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