Cuando la ministra de igualdad, Bibiana Aido, afirma que "un feto de 13 meses no es un ser humano" o cuando compara el aborto con "ponerse tetas" está cumpliendo a la perfección la misión que le ha encomendado Zapatero: servir de elemento provocador de la sociedad y actuar como pararayos que atrae las criticas de la oposición y de la sociedad, liberando así al presidente Zapatero y al verdadero núcleo del poder socialista del desgaste y del desprestigio que merecen por su mal gobierno. La ministra Bibi Aido es frívola y le pagan por serlo.
Sabedor de que la derecha, en lugar de apostar por programas y por ilusionar a los ciudadanos, ha optado por una política de desgaste del gobierno mediante la crítica constante de sus errores y fallos, el objetivo de Zapatero es provocar a la derecha y obligarla a emprender una "cruzada" que atemorice a los españoles y les incline a votar al PSOE, a pesar de su fracaso ante la crisis y de su pésimo gobierno. Sus asesores le han asegurado que si consigue sacar de sus casillas a la derecha y a la Iglesia Católica, la sociedad tendrá miedo y las próximas elecciones estarán ganadas.
Astuto como una zorra y sabedor de que la oposición es torpe y entra a todos los trapos que se le colocan desde el poder, Zapatero se ha rodeado de pararayos que atraigan la ira de la derecha, con lo que consigue tres objetivos de gran valor político y estratégico: preservar su propia imagen, devaluar la crítica de la derecha, que aparece ante los ojos del ciudadano como pertinaz, feroz e intransigente, y evitar que los ciudadanos piensen y tomen conciencia de los verdaderos dramas de España, que son la injusticia, la desigualdad, la inseguridad ciudadana y el avance inexorable, bajo el mal gobierno socialista, hacia el desempleo masivo, la pobreza y el fracaso como nación.
En el diseño de Zapatero existen ministros pararayos, con escaso poder y destinados a desgastarse, y ministros con poder real, cuya imagen debe ser preservada. La ya ex ministra Magdalena Álvarez fue una excepción porque tenía poder real, pero actuó como un eficiente pararayos del poder gubernamental.
El Ministerio de Sanidad, con el suculento plato de la pandemia de la gripe A servido en la mesa, es un típico espacio pararayos porque su poder es muy limitado, pero su capacidad de abrir debates y polémicas de interés general, que acaparen la atención ciudadana, es enorme. El anterior ministro Bernard Soria fue destituido precisamente porque decepcionó a Zapatero como generador de escándalos y confusiones.
Zapatero y sus asesores saben que la estrategia preferida de la derecha es desgastar al gobierno. Para Rajoy, discípulo de Aznar en esa estrategia de poder, los españoles votan siempre contra un partido, nunca a favor de nadie, un rasgo de gran importancia que aconseja desgastar al gobierno para que el ciudadano, cabreado, vote a la oposición en las urnas.
Sin embargo, esa estrategia, que es la columna vertebral de Pedro Arriola y de los demás estrategas al servicio del PP, está siendo cuestionada desde múltiples ángulos, en especial desde la sociología política y el marketing electoral. Muchos expertos piensan que esa característica del votante español, que siempre vota cabreado contra el gobierno, está cambiando, sobre todo entre los votantes de la izquierda, que han sido fidelizados y fanatizados por una inteligente política clientelar y de reparto de beneficios desde el gobierno y el partido. Esos mismos expertos creen que existe una masa creciente de españoles preparados ya para votar programas e ideas, a los que repugna la pasividad de la oposición.
Esos españoles nuevos, entre los que abundan los descontentos con la situación degradada del país y del sistema y los auténticos demócratas, prefieren votar a partidos pequeños con programas ilusionantes o recurrir al voto en blanco o a la abstención antes que votar a uno de los dos grandes partidos, a los que culpan por igual del deterioro de la democracia española, de la corrupción generalizada y de un bipartidismo degenerado que envilece la vida pública y la salud de la nación.
Sabedor de que la derecha, en lugar de apostar por programas y por ilusionar a los ciudadanos, ha optado por una política de desgaste del gobierno mediante la crítica constante de sus errores y fallos, el objetivo de Zapatero es provocar a la derecha y obligarla a emprender una "cruzada" que atemorice a los españoles y les incline a votar al PSOE, a pesar de su fracaso ante la crisis y de su pésimo gobierno. Sus asesores le han asegurado que si consigue sacar de sus casillas a la derecha y a la Iglesia Católica, la sociedad tendrá miedo y las próximas elecciones estarán ganadas.
Astuto como una zorra y sabedor de que la oposición es torpe y entra a todos los trapos que se le colocan desde el poder, Zapatero se ha rodeado de pararayos que atraigan la ira de la derecha, con lo que consigue tres objetivos de gran valor político y estratégico: preservar su propia imagen, devaluar la crítica de la derecha, que aparece ante los ojos del ciudadano como pertinaz, feroz e intransigente, y evitar que los ciudadanos piensen y tomen conciencia de los verdaderos dramas de España, que son la injusticia, la desigualdad, la inseguridad ciudadana y el avance inexorable, bajo el mal gobierno socialista, hacia el desempleo masivo, la pobreza y el fracaso como nación.
En el diseño de Zapatero existen ministros pararayos, con escaso poder y destinados a desgastarse, y ministros con poder real, cuya imagen debe ser preservada. La ya ex ministra Magdalena Álvarez fue una excepción porque tenía poder real, pero actuó como un eficiente pararayos del poder gubernamental.
El Ministerio de Sanidad, con el suculento plato de la pandemia de la gripe A servido en la mesa, es un típico espacio pararayos porque su poder es muy limitado, pero su capacidad de abrir debates y polémicas de interés general, que acaparen la atención ciudadana, es enorme. El anterior ministro Bernard Soria fue destituido precisamente porque decepcionó a Zapatero como generador de escándalos y confusiones.
Zapatero y sus asesores saben que la estrategia preferida de la derecha es desgastar al gobierno. Para Rajoy, discípulo de Aznar en esa estrategia de poder, los españoles votan siempre contra un partido, nunca a favor de nadie, un rasgo de gran importancia que aconseja desgastar al gobierno para que el ciudadano, cabreado, vote a la oposición en las urnas.
Sin embargo, esa estrategia, que es la columna vertebral de Pedro Arriola y de los demás estrategas al servicio del PP, está siendo cuestionada desde múltiples ángulos, en especial desde la sociología política y el marketing electoral. Muchos expertos piensan que esa característica del votante español, que siempre vota cabreado contra el gobierno, está cambiando, sobre todo entre los votantes de la izquierda, que han sido fidelizados y fanatizados por una inteligente política clientelar y de reparto de beneficios desde el gobierno y el partido. Esos mismos expertos creen que existe una masa creciente de españoles preparados ya para votar programas e ideas, a los que repugna la pasividad de la oposición.
Esos españoles nuevos, entre los que abundan los descontentos con la situación degradada del país y del sistema y los auténticos demócratas, prefieren votar a partidos pequeños con programas ilusionantes o recurrir al voto en blanco o a la abstención antes que votar a uno de los dos grandes partidos, a los que culpan por igual del deterioro de la democracia española, de la corrupción generalizada y de un bipartidismo degenerado que envilece la vida pública y la salud de la nación.
Comentarios: