Trump, indignado con el gobierno peligroso de Sanchez e Iglesias, quiere impedir que España caiga en las garras del comunismo
La única gran esperanza que se perfila en el horizonte es la visita de los reyes de España a Estados Unidos, una visita de Estado que se producirá en abril, por invitación directa de Donald Trump, que parece dispuesto a evitar que la estratégica y aliada España caiga en las garras del comunismo, guiada por el dúo insensato Sánchez-Iglesias. Esa visita, que interesa a Trump porque le hará ganar simpatías en la minoría hispana, decisiva en las elecciones presidenciales, tiene como objetivo no declarado hablar claramente con el jefe del Estado español sobre el peligro comunista que padece España y sobre la firme decisión de Estados Unidos de impedir que nuestro país se convierta en otra Venezuela, ahora enclavada en el corazón de la OTAN y en el centro estratégico del mundo.
Las primeras consecuencias del nuevo gobierno de Sánchez ya son visibles: crece el desempleo, se acentúa el declive económico, el dinero público llueve sobre Cataluña y el País Vasco, mientras es sustraído a otras comunidades más necesitadas, lo que rompe la solidaridad y la igualdad territorial, los presos catalanes condenados por sedición disfrutan de una vida de privilegios en cárceles catalanas, el golpismo independentista se siente crecido, los sindicatos, que estaban en agonía, resucitan y reciben subvenciones millonarias, numerosos medios de comunicación, comprados por el gobierno, mienten y ocultan verdades de interés colectivo, la RTVE entregada a los comisarios políticos de la izquierda ocultando a los ciudadanos, al más puro estilo soviético, las verdades a las que tienen derecho, etc., mientras que para los ciudadanos sólo hay doble ración de mentiras y más impuestos. Éste, unido al desprestigio internacional y a los escándalos de las relaciones oscuras y llenas de sospecha con Venezuela, podría ser el resumen de las primeras del nuevo gobierno, todo un suplicio para España.
Mientras la España democrática y consciente sufre y siente miedo ante el futuro que dibujan los socialistas, Bruselas parece encantada con Pedro Sánchez, el nuevo “tonto útil” del sur de Europa, dispuesto a que España acoja a decenas de miles de inmigrantes que Alemania y los demás países de del centro europeo ya no quieren. Tras reunirse en secreto con Soros, el magnate conspirador que odia a España, Sánchez abre España a la inmigración masiva y se atrae a la emigración de inferior calidad, incluyendo a delincuentes y violadores que incrementan los índices de delincuencia e inseguridad.
Con razón, la alemana Merkel, en un descuido y sin saber que era grabada por un micrófono, le dijo a Cristine Lagarde, que era líder del FMI, que España era "My bitch" (mi puta), toda una distinción para nuestra vieja y noble patria, y agregó que tragaría con todos los recortes que se le impusieran.
La receta de Sánchez está clara: medidas populistas destinadas a ganar votos, pero acompañadas de subidas brutales de impuestos a las clases medias, a las herencias, a las empresas, a los combustibles y a muchos otros, ya criticados por los expertos porque incrementarán el despilfarro, dispararán el déficit y harán retroceder la prosperidad. Para que el cóctel sea completo, hay que sazonarlo con mentiras, estímulo al rencor, apoyo al independentismo y política internacional irregular y más propia de piratas que de países occidentales libres.
Sánchez está gobernando sin prudencia ni cautela. Es como un torbellino sin ética ni frenos que utiliza todos los recursos públicos para ganar poder. El brutal incremento previsto de los gastos sólo será posible mediante la práctica de la confiscación y el expolio, una política fiscal ladrona que espantará de España a las empresas, a los ricos y a los emprendedores, provocando al mismo tiempo pobreza y desempleo. Quien crea que ese empobrecimiento de la nación traerá consigo la derrota de los socialistas, se equivoca porque Sanchez y su "gurú" Iván Redondo opinan que los pobres siempre votarán a la izquierda y si algo está asegurado en esta España gobernada por socialistas radicales y comunistas rencorosos es que cada día habrá más pobres.
Francisco Rubiales
Las primeras consecuencias del nuevo gobierno de Sánchez ya son visibles: crece el desempleo, se acentúa el declive económico, el dinero público llueve sobre Cataluña y el País Vasco, mientras es sustraído a otras comunidades más necesitadas, lo que rompe la solidaridad y la igualdad territorial, los presos catalanes condenados por sedición disfrutan de una vida de privilegios en cárceles catalanas, el golpismo independentista se siente crecido, los sindicatos, que estaban en agonía, resucitan y reciben subvenciones millonarias, numerosos medios de comunicación, comprados por el gobierno, mienten y ocultan verdades de interés colectivo, la RTVE entregada a los comisarios políticos de la izquierda ocultando a los ciudadanos, al más puro estilo soviético, las verdades a las que tienen derecho, etc., mientras que para los ciudadanos sólo hay doble ración de mentiras y más impuestos. Éste, unido al desprestigio internacional y a los escándalos de las relaciones oscuras y llenas de sospecha con Venezuela, podría ser el resumen de las primeras del nuevo gobierno, todo un suplicio para España.
Mientras la España democrática y consciente sufre y siente miedo ante el futuro que dibujan los socialistas, Bruselas parece encantada con Pedro Sánchez, el nuevo “tonto útil” del sur de Europa, dispuesto a que España acoja a decenas de miles de inmigrantes que Alemania y los demás países de del centro europeo ya no quieren. Tras reunirse en secreto con Soros, el magnate conspirador que odia a España, Sánchez abre España a la inmigración masiva y se atrae a la emigración de inferior calidad, incluyendo a delincuentes y violadores que incrementan los índices de delincuencia e inseguridad.
Con razón, la alemana Merkel, en un descuido y sin saber que era grabada por un micrófono, le dijo a Cristine Lagarde, que era líder del FMI, que España era "My bitch" (mi puta), toda una distinción para nuestra vieja y noble patria, y agregó que tragaría con todos los recortes que se le impusieran.
La receta de Sánchez está clara: medidas populistas destinadas a ganar votos, pero acompañadas de subidas brutales de impuestos a las clases medias, a las herencias, a las empresas, a los combustibles y a muchos otros, ya criticados por los expertos porque incrementarán el despilfarro, dispararán el déficit y harán retroceder la prosperidad. Para que el cóctel sea completo, hay que sazonarlo con mentiras, estímulo al rencor, apoyo al independentismo y política internacional irregular y más propia de piratas que de países occidentales libres.
Sánchez está gobernando sin prudencia ni cautela. Es como un torbellino sin ética ni frenos que utiliza todos los recursos públicos para ganar poder. El brutal incremento previsto de los gastos sólo será posible mediante la práctica de la confiscación y el expolio, una política fiscal ladrona que espantará de España a las empresas, a los ricos y a los emprendedores, provocando al mismo tiempo pobreza y desempleo. Quien crea que ese empobrecimiento de la nación traerá consigo la derrota de los socialistas, se equivoca porque Sanchez y su "gurú" Iván Redondo opinan que los pobres siempre votarán a la izquierda y si algo está asegurado en esta España gobernada por socialistas radicales y comunistas rencorosos es que cada día habrá más pobres.
Francisco Rubiales
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