Mi profesor favorito de derecho político en la Universidad de Sevilla dice que "no es posible que los actuales partidos políticos puedan generar demócratas, sobre todo cuando se consigue ascender hasta la elite del partido".
Juan Carlos Rodríguez Ibarra, todavía presidente de la Junta de Extremadura, parece confirmar esa tesis al pronunciar frases portadoras de aires violentos y totalitarios que sólo pueden causar repugnancia a cualquier auténtico demócrata: «Si no le tienen miedo a Pedrojota, que terminen con él de una vez», ha dicho.
Hasta un consejero socialista de la Junta de Andalucía, Gaspaz Zarrías, se ha plantado hoy ante la opinión pública para descalificar a Rodríguez Ibarra. El político andaluz ha dicho que no quiere que "terminen" con él o con nadie y que la libertad de expresión es "intocable en democracia".
Aunque fuera cierto que Rodríguez Ibarra se siente "indefenso" ante el director de "El Mundo", que le ha acusado de haber cedido un despacho a Rafael Vera para que, desde ese espacio, dirigiera las maniobras policiales entre el 11 y el 14 de marzo de 2004, cuando los atentados de Madrid dieron un vuelco a la intención de voto que permitió la victoria de Zapatero, Ibarra debería saber que "terminar con él" suena a "liquidarlo", a "checa", a totalitarismo violento y duro, el mismo método ignominioso que practicaron los tiranos durante siglos, un procedimiento contrario a la democracia y, además, fuera de la ley.
Su deber como dirigente político, condición que conlleva la obligación de ser ejemplar para el resto de los ciudadanos, es denunciar a Pedrojota ante la Justicia, único recurso lícito en democracia para los ofendidos.
Mi profesor favorito de derecho político fundamenta su duro "dictamen" sobre la democracia imposible de los políticos actuales en el hecho de que la vida interna de los partidos está ideada para forjar no a demócratas sino a peligrosos autoritarios, que, si quieron prosperar, se ven obligados a someterse a sus jefes, a renunciar a sus propias ideas, a silenciar sus opiniones en debates que siempre son falsos, a enterrar la conciencia bajo siete llaves, a adular constantemente al jefe y, en definitiva, a vivir dentro de un mundo vertical, autoritario y diametralmente opuesto a la democracia, en el que el más fuerte siempre tiene la razón.
Y explica que, "después, cuando esos políticos ganan las elecciones y asumen el deber de gobernar, lo hacen con el espíritu que han vivido y convierten la democracia, que es el arte de convivir en paz e igualdad bajo el poder del ciudadano, en una oligocracia feroz en la que lo importante es prevalecer, dominar y permanecer en el poder, como sea".
A Rodriguez Ibarra, que ya está mayor y que no se presentará a las próximas elecciones, le ha traicionado el subconciente cuando pide que "acaben" con Pedrojota, tal vez porque ya no tiene que seguir disimulando su verdadero talante autoritario antidemocrático ante el electorado.
Muchos de nosotros también sentimos asco cuando la prensa "crucifica" a alguien injustamente y ese alguien ni siquiera puede ejercer su derecho a rectificar, porque el medio que le ha dedicado portada o grandes titulares, exhibiendo una arrogancia indecente, publica su rectificación en letra pequeña, casi ilegible Pero no pedimos por eso la "eliminación" del agresor, sino su juicio justo.
Rodriguez Ibarra debería también tener en cuenta ese pensamiento que siempre ha anidado en la verdadera democracia, según el cual "es preferible un periódico sin país que un país sin periódicos", sentencia que alude a la necesidad de criticar y vigilar, desde la prensa, a un poder político que, sin controles, tiende siempre a hacerse totalitario, como la historia lo ha demostrado hasta el aburrimiento, sobre todo en España.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra, todavía presidente de la Junta de Extremadura, parece confirmar esa tesis al pronunciar frases portadoras de aires violentos y totalitarios que sólo pueden causar repugnancia a cualquier auténtico demócrata: «Si no le tienen miedo a Pedrojota, que terminen con él de una vez», ha dicho.
Hasta un consejero socialista de la Junta de Andalucía, Gaspaz Zarrías, se ha plantado hoy ante la opinión pública para descalificar a Rodríguez Ibarra. El político andaluz ha dicho que no quiere que "terminen" con él o con nadie y que la libertad de expresión es "intocable en democracia".
Aunque fuera cierto que Rodríguez Ibarra se siente "indefenso" ante el director de "El Mundo", que le ha acusado de haber cedido un despacho a Rafael Vera para que, desde ese espacio, dirigiera las maniobras policiales entre el 11 y el 14 de marzo de 2004, cuando los atentados de Madrid dieron un vuelco a la intención de voto que permitió la victoria de Zapatero, Ibarra debería saber que "terminar con él" suena a "liquidarlo", a "checa", a totalitarismo violento y duro, el mismo método ignominioso que practicaron los tiranos durante siglos, un procedimiento contrario a la democracia y, además, fuera de la ley.
Su deber como dirigente político, condición que conlleva la obligación de ser ejemplar para el resto de los ciudadanos, es denunciar a Pedrojota ante la Justicia, único recurso lícito en democracia para los ofendidos.
Mi profesor favorito de derecho político fundamenta su duro "dictamen" sobre la democracia imposible de los políticos actuales en el hecho de que la vida interna de los partidos está ideada para forjar no a demócratas sino a peligrosos autoritarios, que, si quieron prosperar, se ven obligados a someterse a sus jefes, a renunciar a sus propias ideas, a silenciar sus opiniones en debates que siempre son falsos, a enterrar la conciencia bajo siete llaves, a adular constantemente al jefe y, en definitiva, a vivir dentro de un mundo vertical, autoritario y diametralmente opuesto a la democracia, en el que el más fuerte siempre tiene la razón.
Y explica que, "después, cuando esos políticos ganan las elecciones y asumen el deber de gobernar, lo hacen con el espíritu que han vivido y convierten la democracia, que es el arte de convivir en paz e igualdad bajo el poder del ciudadano, en una oligocracia feroz en la que lo importante es prevalecer, dominar y permanecer en el poder, como sea".
A Rodriguez Ibarra, que ya está mayor y que no se presentará a las próximas elecciones, le ha traicionado el subconciente cuando pide que "acaben" con Pedrojota, tal vez porque ya no tiene que seguir disimulando su verdadero talante autoritario antidemocrático ante el electorado.
Muchos de nosotros también sentimos asco cuando la prensa "crucifica" a alguien injustamente y ese alguien ni siquiera puede ejercer su derecho a rectificar, porque el medio que le ha dedicado portada o grandes titulares, exhibiendo una arrogancia indecente, publica su rectificación en letra pequeña, casi ilegible Pero no pedimos por eso la "eliminación" del agresor, sino su juicio justo.
Rodriguez Ibarra debería también tener en cuenta ese pensamiento que siempre ha anidado en la verdadera democracia, según el cual "es preferible un periódico sin país que un país sin periódicos", sentencia que alude a la necesidad de criticar y vigilar, desde la prensa, a un poder político que, sin controles, tiende siempre a hacerse totalitario, como la historia lo ha demostrado hasta el aburrimiento, sobre todo en España.
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