Aznar sigue confundiendo a Bush con EE.UU. Sigue considerando a los que se oponen a los despropósitos de Bush como enemigos de EE.UU.
Aznar se refugia en Bush para no bajarse del patético pedestal que se erigió, así mismo, aquel glorioso día en que pisó ni mas ni menos que la mesa del propio Bush. Pedestal al que, trascendente e iluminado, subió y donde jugó a emperador draconiano secundando-imitando, desde su patética insignificancia, las incursiones piratas del expolio y el genocidio, típicas e históricas del anglosajón y del palurdo que manda en USA.
No vamos a descubrir, otra vez, a EE.UU. Todos sabemos los méritos de una gran nación, multirracial y apiñada en torno a su bandera, a sus intereses y a su formato democrático de regirse. La vieja Europa los emula con sus matices desde su inevitable elitismo clasista y repipis lechuguinos afanados en demostrar a los "palurdos" USAs su superioridad cultural e histórica.
Genética, cultural y políticamente, Europa y EE.UU son el mismo pueblo. Comparten ideas, moral, metas y fines. Ni Aznar ni Bush van a aportar nada nuevo a esas eternas e inevitables coincidencias, coincidencias que anidan en los pueblos y en las naciones. Si los representantes de esas naciones transmitieran su sentir, tanto en sus relaciones políticas como comerciales, nunca se podría producir una situación que pudiera llevar a peligrar la armonía entre ellas.
Ciertamente, ambos pueblos comparten valores comunes como la democracia y los
derechos humanos. Pero ni Bush ni Aznar los comparten ni los respetan. Se sirven de ellos para fines bastante menos sociales y humanos.
Lo que Aznar, Blair, Bush y miles de despreciables dirigentes internacionales aferrados al proyecto de oro por sangre, pretende vender, no tiene, por imposible, absolutamente nada que ver con el nexo natural e irrompible entre los pueblos de un lado y otro del Atlántico. Nada que ver con la democracia. Nada que ver con la rebosante y generosa humanidad de estos pueblos. Lo que estos individuos pregonan en nombre de sus naciones no van parejo al sentir de esas naciones. Usan el voto de las naciones para servir a sus enemigos y explotadores. Usan el poder, de pueblos generosos, cultos y soberanos para violar, exterminar, robar y oprimir a otros pueblos, a los que se les niega el derecho a serlo. Pretenden poner bandera y nación a su falta de escrúpulos y a su degradación.
Ni EE.UU necesitas bichos como Bush, ni Europa los necesita como Blair, Aznar,
Berlusconi y otros. Las naciones de ciudadanos no necesitan a bichos, nacionalistas o fascistas radicales, que los envenenen y enfrenten. Sin esos tipejos, los pueblos no tendrían problemas de entendimiento para la convivencia y la solidaridad.
Bush es un tipo vulgar que ha causado graves daños al mundo. Aznar es un desgraciado, responsable de graves daños a España. Responsable de que hoy tengamos a otro desgraciado defenestrando a España, cazada cuando huía despavorida de él.
Debería retirarse y vivir de sus rentas y no recordarnos permanente y machaconamente su triste existencia. Su confesión pública reconociendo sus errores es lo único que le podría reconciliar con España y con él mismo. De no hacerlo, su silencio invisible sería, a estas alturas, el único favor que podría hacer a España y al mundo.
Y que Dios le perdone.
Clandestino
Aznar se refugia en Bush para no bajarse del patético pedestal que se erigió, así mismo, aquel glorioso día en que pisó ni mas ni menos que la mesa del propio Bush. Pedestal al que, trascendente e iluminado, subió y donde jugó a emperador draconiano secundando-imitando, desde su patética insignificancia, las incursiones piratas del expolio y el genocidio, típicas e históricas del anglosajón y del palurdo que manda en USA.
No vamos a descubrir, otra vez, a EE.UU. Todos sabemos los méritos de una gran nación, multirracial y apiñada en torno a su bandera, a sus intereses y a su formato democrático de regirse. La vieja Europa los emula con sus matices desde su inevitable elitismo clasista y repipis lechuguinos afanados en demostrar a los "palurdos" USAs su superioridad cultural e histórica.
Genética, cultural y políticamente, Europa y EE.UU son el mismo pueblo. Comparten ideas, moral, metas y fines. Ni Aznar ni Bush van a aportar nada nuevo a esas eternas e inevitables coincidencias, coincidencias que anidan en los pueblos y en las naciones. Si los representantes de esas naciones transmitieran su sentir, tanto en sus relaciones políticas como comerciales, nunca se podría producir una situación que pudiera llevar a peligrar la armonía entre ellas.
Ciertamente, ambos pueblos comparten valores comunes como la democracia y los
derechos humanos. Pero ni Bush ni Aznar los comparten ni los respetan. Se sirven de ellos para fines bastante menos sociales y humanos.
Lo que Aznar, Blair, Bush y miles de despreciables dirigentes internacionales aferrados al proyecto de oro por sangre, pretende vender, no tiene, por imposible, absolutamente nada que ver con el nexo natural e irrompible entre los pueblos de un lado y otro del Atlántico. Nada que ver con la democracia. Nada que ver con la rebosante y generosa humanidad de estos pueblos. Lo que estos individuos pregonan en nombre de sus naciones no van parejo al sentir de esas naciones. Usan el voto de las naciones para servir a sus enemigos y explotadores. Usan el poder, de pueblos generosos, cultos y soberanos para violar, exterminar, robar y oprimir a otros pueblos, a los que se les niega el derecho a serlo. Pretenden poner bandera y nación a su falta de escrúpulos y a su degradación.
Ni EE.UU necesitas bichos como Bush, ni Europa los necesita como Blair, Aznar,
Berlusconi y otros. Las naciones de ciudadanos no necesitan a bichos, nacionalistas o fascistas radicales, que los envenenen y enfrenten. Sin esos tipejos, los pueblos no tendrían problemas de entendimiento para la convivencia y la solidaridad.
Bush es un tipo vulgar que ha causado graves daños al mundo. Aznar es un desgraciado, responsable de graves daños a España. Responsable de que hoy tengamos a otro desgraciado defenestrando a España, cazada cuando huía despavorida de él.
Debería retirarse y vivir de sus rentas y no recordarnos permanente y machaconamente su triste existencia. Su confesión pública reconociendo sus errores es lo único que le podría reconciliar con España y con él mismo. De no hacerlo, su silencio invisible sería, a estas alturas, el único favor que podría hacer a España y al mundo.
Y que Dios le perdone.
Clandestino