La situación se altera. El anuncio etarra de la llamada tregua ha finalizado las idílicas esperanzas y creado un cataclismo indigerible en el barco de R. Zapatero y su gobierno. Y, como siempre, achaca sus fatigas al PP y, exigiéndole que «arrime el hombro» y no saque rédito político de la ruptura de la tregua, le carga su fracaso. Y hoy perdido y afrentado clama que ese PP agraviado, olvide y acuda en auxilio y lo saque de las turbulencias que lo ahogan. Los terroristas nos impelen, pero los errores, al negociar sin el acuerdo con el partido mayoritario de la oposición, son de Zapatero.
Zapatero, ahora, asegura que no variará los principios contra el terrorismo, basados en tres principios: «Firmeza de la democracia y del Estado de Derecho ante cualquier acción violenta, unidad de todas las fuerzas políticas, e inteligencia para ganar cada vez mas voluntades en favor de la paz». Inmediatamente, en su obsesión por reducir al PP, pasó al ataque con la contradicción de «no voy a pedir a nadie que rectifique, pero que debería pedir perdón «por las acusaciones de ceder ante ETA» No admite haberse equivocado, por lo que tampoco acepta que Rajoy le aconseje entonar el «mea culpa»; y, sí, a todo el mundo que camine en la dirección que él quiere. Reiteró a los «populares» que, «arrimen el hombro y apoyen al Gobierno», de acuerdo con su particular interpretación del contenido del Pacto Antiterrorista, que consiste en «apoyar al Gobierno y tener voluntad política de alcanzar acuerdos». Se vanaglorió de «tener acreditada la voluntad política, con esfuerzo y generosidad». Sí, pero, al hablar de generosidad, no menciona el favor enorme que los populares le hicieron silenciando el asunto del GAL.
En cambio, ha agradecido el apoyo desinteresado que ha recibido de las restantes fuerzas políticas y no duda en afirmar que ha puesto toda su energía en «unir a los partidos y en acabar con la violencia», un objetivo que continúa vigente «por encima de partidos, de siglas, de líderes, de coyunturas». Pero, ¿esto posible? Desde el primer día, ha tratado de aislar y arrinconar al PP, por el que tiene un rechazo visceral, de achacarle la crispación, que ellos provocaban, y denigrarlo y ofenderlo. ¿Así entiende la unión? Y, negociando con una banda que no depone las armas, ni ofrece voluntad de diálogo, quiere acabar con la violencia.
Puede que los augures sepan, si la banda se disolverá y entregará las armas; también es posible que, aún en una Vasconia secesionada, continúe su machaca del tiro y los hados dirán, si durará otros cuarenta años. El ministro Solbes, admitió hoy que R. Zapatero está «dolido» tras la ratificación de la ruptura de la tregua, pero «no tocado». Pero, no se confunda, el culpable de mayor responsabilidad de este fiasco no es el PP, es él; posiblemente de haber cazado alguna pieza con su negociación, no habría tenido cartuchos ni siquiera para comunicárselo a Rajoy.
La estrategia de cargar el fracaso de la política antiterrorista del Gobierno a los populares les pasará su dura factura, como ya se ha visto en las pasadas elecciones de mayo. La propia ciudadanía tiene que alzar su voz y mostrar dónde está el equilibrio y la equidad.
Camilo Valverde
Zapatero, ahora, asegura que no variará los principios contra el terrorismo, basados en tres principios: «Firmeza de la democracia y del Estado de Derecho ante cualquier acción violenta, unidad de todas las fuerzas políticas, e inteligencia para ganar cada vez mas voluntades en favor de la paz». Inmediatamente, en su obsesión por reducir al PP, pasó al ataque con la contradicción de «no voy a pedir a nadie que rectifique, pero que debería pedir perdón «por las acusaciones de ceder ante ETA» No admite haberse equivocado, por lo que tampoco acepta que Rajoy le aconseje entonar el «mea culpa»; y, sí, a todo el mundo que camine en la dirección que él quiere. Reiteró a los «populares» que, «arrimen el hombro y apoyen al Gobierno», de acuerdo con su particular interpretación del contenido del Pacto Antiterrorista, que consiste en «apoyar al Gobierno y tener voluntad política de alcanzar acuerdos». Se vanaglorió de «tener acreditada la voluntad política, con esfuerzo y generosidad». Sí, pero, al hablar de generosidad, no menciona el favor enorme que los populares le hicieron silenciando el asunto del GAL.
En cambio, ha agradecido el apoyo desinteresado que ha recibido de las restantes fuerzas políticas y no duda en afirmar que ha puesto toda su energía en «unir a los partidos y en acabar con la violencia», un objetivo que continúa vigente «por encima de partidos, de siglas, de líderes, de coyunturas». Pero, ¿esto posible? Desde el primer día, ha tratado de aislar y arrinconar al PP, por el que tiene un rechazo visceral, de achacarle la crispación, que ellos provocaban, y denigrarlo y ofenderlo. ¿Así entiende la unión? Y, negociando con una banda que no depone las armas, ni ofrece voluntad de diálogo, quiere acabar con la violencia.
Puede que los augures sepan, si la banda se disolverá y entregará las armas; también es posible que, aún en una Vasconia secesionada, continúe su machaca del tiro y los hados dirán, si durará otros cuarenta años. El ministro Solbes, admitió hoy que R. Zapatero está «dolido» tras la ratificación de la ruptura de la tregua, pero «no tocado». Pero, no se confunda, el culpable de mayor responsabilidad de este fiasco no es el PP, es él; posiblemente de haber cazado alguna pieza con su negociación, no habría tenido cartuchos ni siquiera para comunicárselo a Rajoy.
La estrategia de cargar el fracaso de la política antiterrorista del Gobierno a los populares les pasará su dura factura, como ya se ha visto en las pasadas elecciones de mayo. La propia ciudadanía tiene que alzar su voz y mostrar dónde está el equilibrio y la equidad.
Camilo Valverde
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