Hace unos días, la Emperatriz de Andalucía, “Susanísima”, desembarcó en Bruselas para sacar pecho y ser agasajada por los Socialdemócratas europeos. Hay algo que comparten ella y Martin Schulz, Presidente del decorativo Parlamento Europeo: ambos son hombres del establishment, criaturas del Partido, miembros del aparato cuyo fin primordial es asegurar su continuidad, la de los suyos y sus feudos, y la de sus cuentas bancarias. Tuvo valor, hay que reconocerlo. Principalmente porque antes de consumarse este acto de hipocresía, tuvo lugar otro de dignidad. Y no estamos hablando del patetismo romántico y sensiblero que sólo consigue sacar una sonrisa de escepticismo entre quien lo presencia para cubrir esa incómoda sensación de vergüenza ajena.
Me estoy refiriendo a la Manifestación que tuvo lugar el 27 de Noviembre, día en que los andaluces de Huelva, Málaga y Granada se echaron a la calle -una vez más- para protestar contra la incompetencia de una Junta de Andalucía caciquil y para reclamar lo que es suyo. No es populismo de chándal venezolano. Es gente literalmente hasta las narices de una Clase Política corrupta hasta las trancas que se pavonea de una Sanidad Pública modelo cuando la desagradable e imponente realidad es que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), muchas veces acusado de tribunal político, ha anulado la fusión hospitalaria en Huelva a pesar del empeño de la Junta en ello, y el Parlamento Andaluz ha tenido que dar marcha atrás en lo que respecta a la de Granada.
Recortes encubiertos para evitar tener, al menos, dos hospitales generales completos. ¿Alguien da más? Sí. En Huelva, de donde soy y donde acudí el domingo 27 junto con más de 15.000 onubenses venidos de todos los rincones de la provincia, la lista de espera para la consulta tiene una media de 68 días, frente a los 45 del resto de Andalucía. 54 días para Ginecología frente a 38. 51 frente a 43 en Cardiología. Traumatología se lleva el premio: 137 frente a 55. Eso ya si no hablamos de la falta de material sanitario tristemente puesta de manifiesto en hospitales como los de Sevilla y Jaén, o la insufrible precariedad laboral, la carga de trabajo o los cupos astronómicos del personal eventual. Aunque todo el mundo sabe estas alturas que eso de las irregularidades en la contratación del personal sanitario por parte de la todopoderosa Junta de Andalucía es una falsedad. Que las acusaciones al SAS (Servicio Andaluz de Salud) de enchufismo y de modificaciones caprichosas en la normativa de contratación son mitos. Que el chollo este de cubrir 22 plazas profesionales de unidades de atención temprana por medio de formar candidatos a placer -de la cantera dirían algunos- organizando ese mismo curso de formación un mes antes de que el propio SAS formalizara la convocatoria del personal eventual para acoger a estos niños de la Junta es un bulo.
Pero qué diablos importa seguir poniendo ejemplos. Los beneficiaros del paraíso socialista andaluz vienen ya de vuelta. Y a los que llegan, amigos, abróchense el cinturón que vienen curvas. O enfermedades. Quién sabe.
Lo que sí es cierto es que el tópico de la apatía social en Andalucía no está justificado. Miles de voces al unísono lo acreditan. La mía entre ellas. Pero el orgullo que no cabe en el pecho no impide señalar con el dedo a los únicos y verdaderos responsables de todo esto. Si el populismo es una lacra, Susana Díaz no será jamás la solución, aunque sea porque su populismo carece siquiera del atractivo de la novedad y de la excitación de lo rupturista. Ella y, desde luego, todos sus acólitos, como el alcalde de Huelva Gabriel Cruz, que ni se dignó a aparecer en la marcha el frente de su gente, ignorando como pusilánime que si está donde está, y si tiene alguna legitimidad, es por y se la debe a sus representados, le hayan votado o no (no es mi caso). Nunca al abrazo oscuro y sombrío de un partido corrupto y de unos líderes que tienen la jeta de presentarse a las elecciones después de traer enfrentamiento y miseria a su sociedad. ¿A que es increíble? Pues les volverán a votar.
Pablo Gea Congosto
Me estoy refiriendo a la Manifestación que tuvo lugar el 27 de Noviembre, día en que los andaluces de Huelva, Málaga y Granada se echaron a la calle -una vez más- para protestar contra la incompetencia de una Junta de Andalucía caciquil y para reclamar lo que es suyo. No es populismo de chándal venezolano. Es gente literalmente hasta las narices de una Clase Política corrupta hasta las trancas que se pavonea de una Sanidad Pública modelo cuando la desagradable e imponente realidad es que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), muchas veces acusado de tribunal político, ha anulado la fusión hospitalaria en Huelva a pesar del empeño de la Junta en ello, y el Parlamento Andaluz ha tenido que dar marcha atrás en lo que respecta a la de Granada.
Recortes encubiertos para evitar tener, al menos, dos hospitales generales completos. ¿Alguien da más? Sí. En Huelva, de donde soy y donde acudí el domingo 27 junto con más de 15.000 onubenses venidos de todos los rincones de la provincia, la lista de espera para la consulta tiene una media de 68 días, frente a los 45 del resto de Andalucía. 54 días para Ginecología frente a 38. 51 frente a 43 en Cardiología. Traumatología se lleva el premio: 137 frente a 55. Eso ya si no hablamos de la falta de material sanitario tristemente puesta de manifiesto en hospitales como los de Sevilla y Jaén, o la insufrible precariedad laboral, la carga de trabajo o los cupos astronómicos del personal eventual. Aunque todo el mundo sabe estas alturas que eso de las irregularidades en la contratación del personal sanitario por parte de la todopoderosa Junta de Andalucía es una falsedad. Que las acusaciones al SAS (Servicio Andaluz de Salud) de enchufismo y de modificaciones caprichosas en la normativa de contratación son mitos. Que el chollo este de cubrir 22 plazas profesionales de unidades de atención temprana por medio de formar candidatos a placer -de la cantera dirían algunos- organizando ese mismo curso de formación un mes antes de que el propio SAS formalizara la convocatoria del personal eventual para acoger a estos niños de la Junta es un bulo.
Pero qué diablos importa seguir poniendo ejemplos. Los beneficiaros del paraíso socialista andaluz vienen ya de vuelta. Y a los que llegan, amigos, abróchense el cinturón que vienen curvas. O enfermedades. Quién sabe.
Lo que sí es cierto es que el tópico de la apatía social en Andalucía no está justificado. Miles de voces al unísono lo acreditan. La mía entre ellas. Pero el orgullo que no cabe en el pecho no impide señalar con el dedo a los únicos y verdaderos responsables de todo esto. Si el populismo es una lacra, Susana Díaz no será jamás la solución, aunque sea porque su populismo carece siquiera del atractivo de la novedad y de la excitación de lo rupturista. Ella y, desde luego, todos sus acólitos, como el alcalde de Huelva Gabriel Cruz, que ni se dignó a aparecer en la marcha el frente de su gente, ignorando como pusilánime que si está donde está, y si tiene alguna legitimidad, es por y se la debe a sus representados, le hayan votado o no (no es mi caso). Nunca al abrazo oscuro y sombrío de un partido corrupto y de unos líderes que tienen la jeta de presentarse a las elecciones después de traer enfrentamiento y miseria a su sociedad. ¿A que es increíble? Pues les volverán a votar.
Pablo Gea Congosto
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