Le propongo, desocupado lector, la siguiente hipótesis de trabajo. Imagine a un/a candidato/a a las próximas elecciones municipales y autonómicas del propincuo 27 de mayo. Siga imaginando y fantasee, verbigracia, que el/la susodicho/a es el/la cabeza de lista del partido Acción Nacionalista Vasca (ANV/EAE) a un Ayuntamiento (que no miento) del territorio histórico de Álava/Araba y, asimismo, que el/la mentado/a es interpelado/a (al final de una rueda de prensa en la que no se admiten preguntas –algo cada vez más habitual, inconcebible y descortés-) por un/a periodista a propósito de cuál sería su criterio, parecer o posición en el caso o hecho supuesto de que uno de estos días a ETA le diera por hacer uso de su A, B o C terrorista, o sea, atentado (tiro en la nuca), barbaridad (estallido de bomba-lapa) o canallada (explosión de coche-bomba), a los que, de una manera indecente e indignante, nos ha acostumbrado. Bueno, pues continúe con la proyección de la película y atienda y considere y valore lo que el/la candidato/a preguntado/a aduce (como si se tratara del abracadabrante triángulo verbal de un ilusionista –o el ensalmo de un curandero-), una (sin)razón que muy bien podría cuadrar, encajar o pasar por ser la resonancia o el eco del argumento que, no ha mucho tiempo (guiño a Miguel de Cervantes y al arranque de su genialísima e imperecedera obra), le escuchamos airear a cierta representante de la izquierda abertzale sin arrebolarse lo más mínimo: “Estamos a favor de todos los derechos humanos y en contra de la violación de los mismos”. Y la tía (ignoro si entonces tenía o no, en verdad, sobrino/s) se quedó tan ancha, tan campante, tan fresca, tan pancha.
Agavillado el parágrafo que precede, servidor (a usted no se le escapa la auténtica realidad del hecho –para unos E. S. O., un andoba de Cornago, Otramotro para otros-) se pregunta si ya habrá nacido el moderno Hércules que consiga acabar, de una (santa) vez para siempre, quiero decir, definitivamente, con la hidra de ETA. Y es que el abajo firmante y rubricante, en tanto en cuanto el palmario y notorio (re)lector por el que se tiene y, sin duda alguna, lo es de varias obras de André Gide, sigue su doble recomendación de creer en quienes buscan la verdad y desconfiar de quienes proclaman haberla hallado ya.
E. S. O., un andoba de Cornago
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