No fue Alfonso Guerra, a pesar de que lo prometió, sino Zapatero el que dejó a España que no la conoce ni la madre que la parió. En tan sólo siete años, Zapatero la cambió como un calcetín y sus cambios fueron tan intensos que los cobardes del PP, con Mariano Rajoy al frente, no se atrevieron a cambiar nada de lo que habían hecho los socialistas cuando le sucedieron en el gobierno, a pesar de que el pueblo español los premió con una amplia mayoría absoluta para que les devolviera la España que Zapatero había destruido.
Un deplorable impulso al independentismo, sobre todo al catalán, matrimonios gays, poder para las feministas, las lesbianas y los gays, aborto a manos llenas, laicismo, marginación de la Iglesia Católica, intervencionismo disparatado de lo público, incremento de la desigualdad, corrupción abierta, buenismo, acogida de los musulmanes con los brazos abiertos, alianza de civilizaciones, un sistema educativo sin esfuerzo con ordenes de aprobar a todos, un ejército convertido en una ONG y altas dosis de propaganda y mentiras desde los medios de comunicación para desbravar a los ciudadanos y convertirlos en gente asustada y sometida.
El cóctel zapateril se enriqueció con basura televisiva a espuertas, cobardía institucionalizada, una Justicia intensamente politizada y maniatada por el poder ejecutivo y una economía basada en solo dos patas: el intervencionismo público y las grandes empresas.
El concepto de Dios, la influencia de la Iglesia, el protagonismo de la familia y la fuerza de los valores en la vida española fueron debilitados y hasta liquidados por la acción de gobierno de Zapatero y su equipo.
La aceptación del relativismo fue la la pieza clave de la revolución zapateril. Eliminó certezas, quedando sólo el Estado como garante de la única verdad. Zapatero, como Pilatos, muy bien puede decir: "¿ Qué es la verdad? ".
Los grandes perdedores tras el vendaval de Zapatero fueron los valores, las clases medias y las pequeñas y medianas empresas. El individuo retrocedió ante el avance de lo colectivo y la sociedad civil quedó más aplastada todavía ante el avasallador poder del Estado. Pero la gran perdedora fue España como nación, un país que, después de Zapatero, está en peligro de despedazarse y tan desarmada de moral y valores que difícilmente podrá afrontar sus retos y desafíos presentes y futuros.
Tras su mandato, del Franquismo sólo quedó en pié lo que debía haberse suprimido: el sistema político, que con Zapatero fue todavía menos democrático y más dictadura camuflada y benévola de partidos políticos y de políticos profesionales, una especie de Franquismo en el que el dictador fue sustituido por la "casta" y el partido único por unos partidos estatales claramente insertados en el Estado y ajenos por completo a la sociedad y al ciudadano.
Los suicidas y cobardes del PP, al recibir de los españoles una espléndida mayoría absoluta, no entendieron que se le entregaba esa sobredosis de poder para que eliminaran los abusos y desmanes del Zapaterismo y lo dejaron todo tal como estaba. El comienzo del mandato de Rajoy fue como una ducha de agua helada para los españoles de bien: condecoró a Zapatero y a su gobierno y subió los impuestos, justo lo contrario de lo que había prometido. En los meses siguientes quedó claro que Rajoy era una especie de Zapatero gallego y más serio, pero igual de falso, de despilfarrador, de intervencionista, tan amigo de la corrupción y del Estado sobredimensionado como el político de León y todavía más aficionado a endeudarse y a los privilegios del poder.
Zapatero cambió profundamente a España y la debilitó hasta extremos insospechados, aún no comprendidos plenamente por los españoles, pero todavía cambió más a su partido, el PSOE, que desde entonces es zapaterista más que socialista, más que obrero y mas que español. Su partido tuvo que retirarlo de la circulación porque los españoles le rechazaban y cada día de Zapatero en el poder representaba, para el socialismo español, la pérdida de miles de votos, pero cuando lo hizo ya era tarde y el veneno de Zapatero había impregnado al PSOE hasta la médula, más que a la misma España.
Ahora, desde la distancia, es posible conocer la inmensa dimensión de los estragos causados por Zapatero a España. Su mayor daño no fue en la economía, a pesar de llevar el país hasta el borde de la ruina, sino en la ética y en los rasgos y raíces de la vieja España, que arrasó y destruyó sin piedad. La España que dejó Zapatero tras su precipitada marcha del poder es más cobarde, mas sinvergüenza, menos ética, menos religiosa, mas corrupta, más indecente y menos capaz de defenderse, aunque, eso si, más imbécil, más esclava, más incapaz de reaccionar y rebelarse ante la ignominia y más preparada para que el poder político la engañe, la domine y la sojuzgue.
Sólo los enemigos de España pueden agradecerle su mandato. Para el resto de los españoles, en especial para los más limpios y decentes, Zapatero fue una maldición.
Francisco Rubiales
Un deplorable impulso al independentismo, sobre todo al catalán, matrimonios gays, poder para las feministas, las lesbianas y los gays, aborto a manos llenas, laicismo, marginación de la Iglesia Católica, intervencionismo disparatado de lo público, incremento de la desigualdad, corrupción abierta, buenismo, acogida de los musulmanes con los brazos abiertos, alianza de civilizaciones, un sistema educativo sin esfuerzo con ordenes de aprobar a todos, un ejército convertido en una ONG y altas dosis de propaganda y mentiras desde los medios de comunicación para desbravar a los ciudadanos y convertirlos en gente asustada y sometida.
El cóctel zapateril se enriqueció con basura televisiva a espuertas, cobardía institucionalizada, una Justicia intensamente politizada y maniatada por el poder ejecutivo y una economía basada en solo dos patas: el intervencionismo público y las grandes empresas.
El concepto de Dios, la influencia de la Iglesia, el protagonismo de la familia y la fuerza de los valores en la vida española fueron debilitados y hasta liquidados por la acción de gobierno de Zapatero y su equipo.
La aceptación del relativismo fue la la pieza clave de la revolución zapateril. Eliminó certezas, quedando sólo el Estado como garante de la única verdad. Zapatero, como Pilatos, muy bien puede decir: "¿ Qué es la verdad? ".
Los grandes perdedores tras el vendaval de Zapatero fueron los valores, las clases medias y las pequeñas y medianas empresas. El individuo retrocedió ante el avance de lo colectivo y la sociedad civil quedó más aplastada todavía ante el avasallador poder del Estado. Pero la gran perdedora fue España como nación, un país que, después de Zapatero, está en peligro de despedazarse y tan desarmada de moral y valores que difícilmente podrá afrontar sus retos y desafíos presentes y futuros.
Tras su mandato, del Franquismo sólo quedó en pié lo que debía haberse suprimido: el sistema político, que con Zapatero fue todavía menos democrático y más dictadura camuflada y benévola de partidos políticos y de políticos profesionales, una especie de Franquismo en el que el dictador fue sustituido por la "casta" y el partido único por unos partidos estatales claramente insertados en el Estado y ajenos por completo a la sociedad y al ciudadano.
Los suicidas y cobardes del PP, al recibir de los españoles una espléndida mayoría absoluta, no entendieron que se le entregaba esa sobredosis de poder para que eliminaran los abusos y desmanes del Zapaterismo y lo dejaron todo tal como estaba. El comienzo del mandato de Rajoy fue como una ducha de agua helada para los españoles de bien: condecoró a Zapatero y a su gobierno y subió los impuestos, justo lo contrario de lo que había prometido. En los meses siguientes quedó claro que Rajoy era una especie de Zapatero gallego y más serio, pero igual de falso, de despilfarrador, de intervencionista, tan amigo de la corrupción y del Estado sobredimensionado como el político de León y todavía más aficionado a endeudarse y a los privilegios del poder.
Zapatero cambió profundamente a España y la debilitó hasta extremos insospechados, aún no comprendidos plenamente por los españoles, pero todavía cambió más a su partido, el PSOE, que desde entonces es zapaterista más que socialista, más que obrero y mas que español. Su partido tuvo que retirarlo de la circulación porque los españoles le rechazaban y cada día de Zapatero en el poder representaba, para el socialismo español, la pérdida de miles de votos, pero cuando lo hizo ya era tarde y el veneno de Zapatero había impregnado al PSOE hasta la médula, más que a la misma España.
Ahora, desde la distancia, es posible conocer la inmensa dimensión de los estragos causados por Zapatero a España. Su mayor daño no fue en la economía, a pesar de llevar el país hasta el borde de la ruina, sino en la ética y en los rasgos y raíces de la vieja España, que arrasó y destruyó sin piedad. La España que dejó Zapatero tras su precipitada marcha del poder es más cobarde, mas sinvergüenza, menos ética, menos religiosa, mas corrupta, más indecente y menos capaz de defenderse, aunque, eso si, más imbécil, más esclava, más incapaz de reaccionar y rebelarse ante la ignominia y más preparada para que el poder político la engañe, la domine y la sojuzgue.
Sólo los enemigos de España pueden agradecerle su mandato. Para el resto de los españoles, en especial para los más limpios y decentes, Zapatero fue una maldición.
Francisco Rubiales
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