Que dimita Cristina Cifuentes por utilizar su poder para apropiarse de títulos académicos con ventaja, pero que lo haga tras exigir la dimensión de miles de políticos nocivos para España que siguen en sus puestos sin merecerlo, malos gobernantes que utilizan su poder para mentir, manipular, engañar, robar y atiborrarse de privilegios y ventajas.
Que dimitan los que han pactado con los nacionalistas y, con su torpeza y cobardía, han alentado el independentismo, los que siguen indiferentes ante el auge del separatismo en Baleares, Valencia, Galicia y otros territorios, los que se burlan de la Constitución, los que aplican impuestos tan crueles, injustos y anticonstitucionales como el de Sucesiones y Donaciones, que dimitan también Susana Díaz, por los ERES, Iñigo Errejón, por haber cobrado una beca universitaria sin asistir ni investigar, Pedro Sánchez, al que le hicieron la tesis doctoral en el ministerio de Industria, Pablo Iglesias y la plana mayor de Podemos, por recibir subvenciones oscuras de Venezuela e Irán, enemigos de España, que dimitan todos los políticos que han cobrado sobresueldos en dinero negro, toda una legión de delincuentes impunes que quizás supere el millar, Elena Valenciano y con ella los cientos de políticos españoles que han falseado el curriculum atribuyéndose profesiones y títulos falsos, y que caigan también los miles de políticos españoles que no pueden explicar sus abultados patrimonios.
Cristina Cifuentes debe dimitir, por haber mentido y por haber gestionado pésimamente su crisis, pero que dimita ella sola, sin los miles de sinvergüenzas que le acompañan en la política española, sería una injusticia hiriente e intolerable.
¿Por que se van a librar de dimitir los cientos de sinvergüenzas catalanes del "tres por ciento"? ¿Por qué tenemos que seguir pagándoles sueldos o pensiones de lujo, vitalicias, a cientos de ex presidentes, ex ministros y ex altos cargos que en lugar de contribuir a la grandeza de España y a la felicidad de sus ciudadanos nos han empujado hacia la decadencia y el lodo? ¿Acaso no merecen dimitir o ser dimitidos por la fuerza los que se han gastado el dinero público en viajes de placer, drogas, condones, putas, alcohol, muebles y obras en sus propias viviendas? ¿No deberían encabezar las filas de los dimitidos los políticos y sindicalistas que se han atiborrado de mariscos y que han utilizado los coches y otros recursos públicos para su propio beneficio?
Una parte importante de la izquierda española, tras haber perdido los ideales y la capacidad de seducir a los españoles, se ha sumergido en el lodo, pero ha sabido mantener intacta su vieja artillería destructiva. Siguen siendo expertos en destruir a los adversarios y en aprovechar los fallos ajenos para hacer de su fama y prestigio papilla purulenta. Eso están haciendo con Cristina Cifuentes, que probablemente lo merezca, pero sus cañones de excrementos no apuntan hacia ellos mismos, tan merecedores del fuego como su flamante víctima Cifuentes.
La política española lleva décadas sin saber construir ilusiones y esperanzas, pero siendo maestra en destruir la fama y la vida de sus adversarios. Las elecciones en España no se ganan, sino que se pierden y los pobres ciudadanos ya están acostumbrados a votar al que menos odian, no al que es capaz de ilusionarlos. Esa dinámica de destrucción y de resistencia, consecuencia del imperio de los corruptos, debe terminar y sellarse esa grieta pestilente con la dimisión masiva de los miles que merecen abandonar la protección del Estado y regresar a la vida civil del esfuerzo y la competitividad, aportando a España algo positivo en lugar de saquearla.
Afirmo con toda rotundidad que en España hay más de diez mil políticos que merecen, con toda plenitud, la dimisión, voluntaria o forzosa.
¡Que lo hagan y acompañen a Cristina Cifuentes en su triste caída!
Francisco Rubiales
Que dimitan los que han pactado con los nacionalistas y, con su torpeza y cobardía, han alentado el independentismo, los que siguen indiferentes ante el auge del separatismo en Baleares, Valencia, Galicia y otros territorios, los que se burlan de la Constitución, los que aplican impuestos tan crueles, injustos y anticonstitucionales como el de Sucesiones y Donaciones, que dimitan también Susana Díaz, por los ERES, Iñigo Errejón, por haber cobrado una beca universitaria sin asistir ni investigar, Pedro Sánchez, al que le hicieron la tesis doctoral en el ministerio de Industria, Pablo Iglesias y la plana mayor de Podemos, por recibir subvenciones oscuras de Venezuela e Irán, enemigos de España, que dimitan todos los políticos que han cobrado sobresueldos en dinero negro, toda una legión de delincuentes impunes que quizás supere el millar, Elena Valenciano y con ella los cientos de políticos españoles que han falseado el curriculum atribuyéndose profesiones y títulos falsos, y que caigan también los miles de políticos españoles que no pueden explicar sus abultados patrimonios.
Cristina Cifuentes debe dimitir, por haber mentido y por haber gestionado pésimamente su crisis, pero que dimita ella sola, sin los miles de sinvergüenzas que le acompañan en la política española, sería una injusticia hiriente e intolerable.
¿Por que se van a librar de dimitir los cientos de sinvergüenzas catalanes del "tres por ciento"? ¿Por qué tenemos que seguir pagándoles sueldos o pensiones de lujo, vitalicias, a cientos de ex presidentes, ex ministros y ex altos cargos que en lugar de contribuir a la grandeza de España y a la felicidad de sus ciudadanos nos han empujado hacia la decadencia y el lodo? ¿Acaso no merecen dimitir o ser dimitidos por la fuerza los que se han gastado el dinero público en viajes de placer, drogas, condones, putas, alcohol, muebles y obras en sus propias viviendas? ¿No deberían encabezar las filas de los dimitidos los políticos y sindicalistas que se han atiborrado de mariscos y que han utilizado los coches y otros recursos públicos para su propio beneficio?
Una parte importante de la izquierda española, tras haber perdido los ideales y la capacidad de seducir a los españoles, se ha sumergido en el lodo, pero ha sabido mantener intacta su vieja artillería destructiva. Siguen siendo expertos en destruir a los adversarios y en aprovechar los fallos ajenos para hacer de su fama y prestigio papilla purulenta. Eso están haciendo con Cristina Cifuentes, que probablemente lo merezca, pero sus cañones de excrementos no apuntan hacia ellos mismos, tan merecedores del fuego como su flamante víctima Cifuentes.
La política española lleva décadas sin saber construir ilusiones y esperanzas, pero siendo maestra en destruir la fama y la vida de sus adversarios. Las elecciones en España no se ganan, sino que se pierden y los pobres ciudadanos ya están acostumbrados a votar al que menos odian, no al que es capaz de ilusionarlos. Esa dinámica de destrucción y de resistencia, consecuencia del imperio de los corruptos, debe terminar y sellarse esa grieta pestilente con la dimisión masiva de los miles que merecen abandonar la protección del Estado y regresar a la vida civil del esfuerzo y la competitividad, aportando a España algo positivo en lugar de saquearla.
Afirmo con toda rotundidad que en España hay más de diez mil políticos que merecen, con toda plenitud, la dimisión, voluntaria o forzosa.
¡Que lo hagan y acompañen a Cristina Cifuentes en su triste caída!
Francisco Rubiales
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