Si algo está quedando claro en la presente crisis es que el mundo debe cambiar porque tal como está organizado funciona mal y de manera injusta. La clave del asunto es que la política mundial, el liderazgo, la sociedad y el poder están construídos de manera bastarda sobre la abrupta falacia de que los partidos políticos representan a toda la sociedad, cuando en realidad sólo representan a sus propios afiliados.
Amparados en que los partidos representan a toda la sociedad, los políticos acaparan todo el poder, tras haber tomado y ocupado la sociedad civil, penetrando y controlando espacios e instituciones que la democracia, por razones de salud y de control del poder, les prohibe expresamente, como son las universidades, las cajas de ahorros, las asociaciones, fundaciones y empresas de interés público, etc. Cada vez que invaden uno de estos territorios vedados por la democracia, lo hacen afirmando que ellos son "la expresión de la soberanía popular", toda una mentira gigantesca.
La democracia es clara al establecer que la sociedad civil debe existir al margen de la vida política y con independencia, precisamente para que sirva de contrapeso al poder político. Pero los partidos, ambiciosos e irrefrenables, han ocupado la sociedad civil y la han asfixiado hasta dejarla al borde del coma, con lo que han prostituido la democracia.
Si se abandona el bastardo principio de que los partidos políticos tienen el monopolio de la representación y se admite el más justo y democrático principio de que únicamente representan a sus afiliados, entonces las cosas pueden cambiar y este mundo, transformado en oligárquico por los partidos políticos, podría llegar a ser democrático.
El principio de que "todos los males de la democracia se solucionan con más democracia" tiene ahora una vigencia plena.
Mientras que los partidos políticos, si son grandes y de ámbito nacional, pueden llegar a tener unos pocos cientos de miles de afiliados, la sociedad civil está integrada por decenas de millones de personas, muchas de las cuales no se sienten ni identificadas, ni representadas por esos partidos que han monopolizado el poder.
La Sociedad Civil debe tener sus propios representantes en las instituciones, sobre todo en aquellas que son de interés general y público, donde la presencia sectaria y arbitraria de los partidos sólo causa perjuicios.
La representatividad de la sociedad civil debe asumirse en democracia hasta sus últimas consecuencias, lo que haría posible que los simples ciudadanos que no tengan el respaldo de un partido pudieran presentarse a las elecciones, amparados por su pertenencia a la sociedad civil.
Es la sociedad civil y no los partidos la que debe controlar el sistema político y la economía, entre otras razones porque poner a políticos controlando la política o la economía es como colocar al lobo al cuidado de las ovejas.
Ahora, cuando la política y la economía han fracasado y todos pensamos en un mundo nuevo sometido a reglas más justas y fiables, es cuando hay que afrontar la gran reforma y arrebatarle a los partidos el monopolio de la representación.
La sociedad civil debe nombrar sus cónsules, gente independiente, de prestigio y de valores, sin obediencia ni sumisión a grupos organizados en torno al poder, para que controlen con eficacia al poder político y al económico.
Esa es la nueva sociedad auténticamente democrática que queremos, no la oligocracia caciquil y bastarda que nos gobierna, a la que injustamente llaman "democracia".
Si se admite el principio de que la sociedad civil tiene derecho a ser representada y a nombrar a sus propios representantes en las grandes instituciones, el mundo cambiará y será más justo, más libre y más democrático. Esa ruta es la única manera de acabar con el exterminio de la sociedad civil y del ciudadano libre que practican sistemáticamente los partidos políticos y que les ha llevado a "ocupar" y someter a dominio y control a instituciones y actividades que necesitan ser libres, como las religiones, las universidades, los sindicatos, las cajas de ahorro y miles de instituciones, asociaciones y empresas que son controladas por la vía de las subvenciones y el grifo del dinero público, también monopolizado por los partidos.
Los "cónsules" nombrados por el pueblo, al margen de los partidos, son la medicina que necesita esta política autoritaria, clasista y antidemocrática que nos mal gobierna y que nos lleva al fracaso, incapaz de haber solucionado, a pesar de sus privilegios, de los impuestos que cobra y de los recursos que posee, ni uno sólo de los grandes problemas de la Humanidad: hambre, violencia, desigualdad, injusticia, pobreza, inseguridad, sufrimiento, etc .
. Los partidos políticos no tienen el monopolio de la representación de la sociedad y sólo representan a sus afiliados. Esa es la clave. Si eso se admite, entonces los ciudadanos, al margen de los partidos, tendrán derecho a nombrar a sus representantes (Cónsules) en los mismos lugares que hpoy monopolizan los partidos: en las cajas de ahorro, en las instituciones y empresas publicas, etc.
Reconozcamos que arrebatar el monopolio a los partidos y otorgar representación a la sociedad civil, donde están los ciudadanos, sería toda una refrescante revolución en la organización del mundo y del liderazgo.
Amparados en que los partidos representan a toda la sociedad, los políticos acaparan todo el poder, tras haber tomado y ocupado la sociedad civil, penetrando y controlando espacios e instituciones que la democracia, por razones de salud y de control del poder, les prohibe expresamente, como son las universidades, las cajas de ahorros, las asociaciones, fundaciones y empresas de interés público, etc. Cada vez que invaden uno de estos territorios vedados por la democracia, lo hacen afirmando que ellos son "la expresión de la soberanía popular", toda una mentira gigantesca.
La democracia es clara al establecer que la sociedad civil debe existir al margen de la vida política y con independencia, precisamente para que sirva de contrapeso al poder político. Pero los partidos, ambiciosos e irrefrenables, han ocupado la sociedad civil y la han asfixiado hasta dejarla al borde del coma, con lo que han prostituido la democracia.
Si se abandona el bastardo principio de que los partidos políticos tienen el monopolio de la representación y se admite el más justo y democrático principio de que únicamente representan a sus afiliados, entonces las cosas pueden cambiar y este mundo, transformado en oligárquico por los partidos políticos, podría llegar a ser democrático.
El principio de que "todos los males de la democracia se solucionan con más democracia" tiene ahora una vigencia plena.
Mientras que los partidos políticos, si son grandes y de ámbito nacional, pueden llegar a tener unos pocos cientos de miles de afiliados, la sociedad civil está integrada por decenas de millones de personas, muchas de las cuales no se sienten ni identificadas, ni representadas por esos partidos que han monopolizado el poder.
La Sociedad Civil debe tener sus propios representantes en las instituciones, sobre todo en aquellas que son de interés general y público, donde la presencia sectaria y arbitraria de los partidos sólo causa perjuicios.
La representatividad de la sociedad civil debe asumirse en democracia hasta sus últimas consecuencias, lo que haría posible que los simples ciudadanos que no tengan el respaldo de un partido pudieran presentarse a las elecciones, amparados por su pertenencia a la sociedad civil.
Es la sociedad civil y no los partidos la que debe controlar el sistema político y la economía, entre otras razones porque poner a políticos controlando la política o la economía es como colocar al lobo al cuidado de las ovejas.
Ahora, cuando la política y la economía han fracasado y todos pensamos en un mundo nuevo sometido a reglas más justas y fiables, es cuando hay que afrontar la gran reforma y arrebatarle a los partidos el monopolio de la representación.
La sociedad civil debe nombrar sus cónsules, gente independiente, de prestigio y de valores, sin obediencia ni sumisión a grupos organizados en torno al poder, para que controlen con eficacia al poder político y al económico.
Esa es la nueva sociedad auténticamente democrática que queremos, no la oligocracia caciquil y bastarda que nos gobierna, a la que injustamente llaman "democracia".
Si se admite el principio de que la sociedad civil tiene derecho a ser representada y a nombrar a sus propios representantes en las grandes instituciones, el mundo cambiará y será más justo, más libre y más democrático. Esa ruta es la única manera de acabar con el exterminio de la sociedad civil y del ciudadano libre que practican sistemáticamente los partidos políticos y que les ha llevado a "ocupar" y someter a dominio y control a instituciones y actividades que necesitan ser libres, como las religiones, las universidades, los sindicatos, las cajas de ahorro y miles de instituciones, asociaciones y empresas que son controladas por la vía de las subvenciones y el grifo del dinero público, también monopolizado por los partidos.
Los "cónsules" nombrados por el pueblo, al margen de los partidos, son la medicina que necesita esta política autoritaria, clasista y antidemocrática que nos mal gobierna y que nos lleva al fracaso, incapaz de haber solucionado, a pesar de sus privilegios, de los impuestos que cobra y de los recursos que posee, ni uno sólo de los grandes problemas de la Humanidad: hambre, violencia, desigualdad, injusticia, pobreza, inseguridad, sufrimiento, etc .
. Los partidos políticos no tienen el monopolio de la representación de la sociedad y sólo representan a sus afiliados. Esa es la clave. Si eso se admite, entonces los ciudadanos, al margen de los partidos, tendrán derecho a nombrar a sus representantes (Cónsules) en los mismos lugares que hpoy monopolizan los partidos: en las cajas de ahorro, en las instituciones y empresas publicas, etc.
Reconozcamos que arrebatar el monopolio a los partidos y otorgar representación a la sociedad civil, donde están los ciudadanos, sería toda una refrescante revolución en la organización del mundo y del liderazgo.
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