El éxodo de los mejores ya ha comenzado. Muchas familias se marchan de Cataluña porque no soportan que sus hijos sean adoctrinados y acosados por el separatismo y que ellos, sólo por sentirse españoles, sean marginados y convertidos en dianas por el nacionalismo nazicatalán. Los guardias civiles ya se quejan de que vivir en Cataluña no merece la pena. Y todas esas vejaciones y humillaciones a los ciudadanos responsables, cumplidores y españoles se realizan ante la exasperante pasividad del gobierno, con un artículo 155 de la Constitución vigente, mediante el cual el gobierno de la nación tiene los poderes y la responsabilidad de gobernar Cataluña en sus manos.
Los mossos traidores no han sido purgados y los políticos y funcionarios nacionalistas siguen haciendo proselitismo y trabajando para su causa, de manera impune, en las instituciones, donde se han instalado en masa con la ayuda de los partidos independentistas.
En Cataluña, la gente decente que ha denunciado el acoso del nacionalismo y la persecución del idioma español y del libre pensamiento ha sido abandonada a su suerte por los gobiernos españoles, en el pasado y en el presente, a pesar de que Cataluña está hoy llena de guardias y policías y de que es el gobierno español quien manda.
Las feministas, los progres, los podemitas y otros muchos grupos situados en la izquierda radical y el neocomunismo se unen a los nazis independentistas en el desprecio y acoso a las familias de los guardias acosados en Cataluña y el País Vasco. Son gente sectaria que está apoyando la violencia, la exclusión y la ruptura de España, donde quieren provocar una de esas crisis en la que los revolucionarios y activistas profesionales suelen apoderarse de un poder que nunca podrán obtener en las urnas.
Las filas del independentismo en Cataluña está llena de cobardes gregarios que se sienten fuertes y se envalentonan cuando van en manada, protegidos por el gobierno nacionalista, pero que se asustan y se esconden cuando se les planta cara. Franco no recibió en ningún sitio de España tantos aplausos y pleitesía como cuando entró en Barcelona, triunfante de la Guerra Civil. Los independentistas se escondieron entonces y volverán a hacerlo si el gobierno de España demostrara rigor, brío y coraje en lugar de cobardía y miedo
Los Comités de Defensa de la República (CDR), envalentonados por el apoyo de los partidos independentistas, del Parlamento y de organizaciones independentistas como la ANC y Omnium Cultural, se transforman en pandillas que se asoman ya a la kale borroka y que aprenden tácticas de guerrilla urbana. La violencia ya está instalada en el corazón del independentismo, que sólo espera la orden de asalto para desatarse.
El gobierno, responsable del poder en Cataluña, debe abandonar ya su cobardía y demostrar a los independentistas que su intento de romper España y sus violaciones constantes a la Constitución y a las leyes tienen un altísimo precio.
Durante la República, el independentismo catalán, lanzado a la rebelión abierta, se derrumbó cuando el gobierno, con dignidad y resolución, encarceló a Maciá y a su gobierno y desarmó a los mossos. Lástima que no aprendamos las lecciones de la Historia.
Cuando ellos se sientan señalados, en peligro y experimenten el miedo, sólo entonces, el separatismo se derrumbará como un castillo de naipes. Ocurrió en el pasado y ocurrirá de nuevo. Sólo hace falta que quien tiene la obligación de defender las leyes, el orden y la paz cumpla con su deber.
Francisco Rubiales
Los mossos traidores no han sido purgados y los políticos y funcionarios nacionalistas siguen haciendo proselitismo y trabajando para su causa, de manera impune, en las instituciones, donde se han instalado en masa con la ayuda de los partidos independentistas.
En Cataluña, la gente decente que ha denunciado el acoso del nacionalismo y la persecución del idioma español y del libre pensamiento ha sido abandonada a su suerte por los gobiernos españoles, en el pasado y en el presente, a pesar de que Cataluña está hoy llena de guardias y policías y de que es el gobierno español quien manda.
Las feministas, los progres, los podemitas y otros muchos grupos situados en la izquierda radical y el neocomunismo se unen a los nazis independentistas en el desprecio y acoso a las familias de los guardias acosados en Cataluña y el País Vasco. Son gente sectaria que está apoyando la violencia, la exclusión y la ruptura de España, donde quieren provocar una de esas crisis en la que los revolucionarios y activistas profesionales suelen apoderarse de un poder que nunca podrán obtener en las urnas.
Las filas del independentismo en Cataluña está llena de cobardes gregarios que se sienten fuertes y se envalentonan cuando van en manada, protegidos por el gobierno nacionalista, pero que se asustan y se esconden cuando se les planta cara. Franco no recibió en ningún sitio de España tantos aplausos y pleitesía como cuando entró en Barcelona, triunfante de la Guerra Civil. Los independentistas se escondieron entonces y volverán a hacerlo si el gobierno de España demostrara rigor, brío y coraje en lugar de cobardía y miedo
Los Comités de Defensa de la República (CDR), envalentonados por el apoyo de los partidos independentistas, del Parlamento y de organizaciones independentistas como la ANC y Omnium Cultural, se transforman en pandillas que se asoman ya a la kale borroka y que aprenden tácticas de guerrilla urbana. La violencia ya está instalada en el corazón del independentismo, que sólo espera la orden de asalto para desatarse.
El gobierno, responsable del poder en Cataluña, debe abandonar ya su cobardía y demostrar a los independentistas que su intento de romper España y sus violaciones constantes a la Constitución y a las leyes tienen un altísimo precio.
Durante la República, el independentismo catalán, lanzado a la rebelión abierta, se derrumbó cuando el gobierno, con dignidad y resolución, encarceló a Maciá y a su gobierno y desarmó a los mossos. Lástima que no aprendamos las lecciones de la Historia.
Cuando ellos se sientan señalados, en peligro y experimenten el miedo, sólo entonces, el separatismo se derrumbará como un castillo de naipes. Ocurrió en el pasado y ocurrirá de nuevo. Sólo hace falta que quien tiene la obligación de defender las leyes, el orden y la paz cumpla con su deber.
Francisco Rubiales
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