La sospecha de fraude es un asunto gravisimo, crucial para el sistema y para el futuro de España como nación.
Casi tan grave es en democracia que exista fraude como que la gente crea que existe. La sospecha invalida la democracia porque elimina el factor confianza, que es imprescindible para que el sistema democrático funcione. Sin la confianza de los ciudadanos en los gestores del poder y en la solvencia moral y legal del Estado, sólo queda tiranía.
A los políticos les indigna que se hable de "pucherazo" porque dicen que eso destruye la confianza en el sistema y en el liderazgo, pero es un argumento falso porque lo que realmente deteriora el sistema y la democracia es no afrontar ni debatir algo que preocupa a los ciudadanos y de lo que se habla ya en bares, restaurantes, puestos de trabajo y hogares. Ellos no deberían ignorar que el argumento que sostiene las sospechas de "pucherazo" es muy sólido y convincente: si la clase política española es capaz de plagiar sus tesis doctorales, de obtener títulos académicos de favor, de pactar para gobernar con los partidos más antiespañoles e indeseables, de mentir, de incumplir sus promesas y de convivir y participar en la orgía de la corrupción, ¿qué les va a impedir realizar un fraude electoral para seguir gobernando? Si eliminamos la ética del sistema, sólo queda un dominio salvaje e ilícito de los fuertes sobre los débiles y la democracia se desmorona.
Hay cientos de textos y estudios como el siuiente en las redes: Pulse aquí para verlo.
La clave de todas las sospechas es que la clase política española carece de fuerza y autoridad moral para sostener que el fraude electoral está descartado en nuestro sistema político.
Varios sondeos y numerosas opiniones cualificadas han señalado a España como el país más corrupto de la Unión Europea, mientras que las encuestas revelan que España es también el país donde los ciudadanos rechazan con mayor intensidad a su clase política. Estos dos datos refuerzan la desconfianza y sostienen las sospechas de fraude.
La personalidad y el comportamiento de Pedro Sánchez tampoco ayuda a disipar las sospechas de fraude: su ambición desmedida de poder, sus mentiras y contradicciones, su tesis doctoral plagiada, su libro, que él no ha escrito, sus maniobras, e insidias contra los adversarios y su utilización descarada de los recursos publicos para fines electorales disparan las sospechas y la desconfianza.
Para colmo de desgracias, la Historia de España aporta precedentes de fraude y atentados contra la limpieza electoral muy graves: hay que recordar el de 1931 (proclamación fraudulenta de la Segunda República) y de 1936 (Frente Popular), así como recordar la frase de Largo Caballero, en enero de 1936: “… si ganan las derechas tendremos que ir a la guerra civil declarada”. Más próximo a nuestros días, el referéndum de aprobación del Proyecto de Ley para la Reforma Política del 15 de diciembre de 1976 tuvo un recuento no controlado por la oposición, lento y en demasiadas ocasiones con datos contradictorios, hasta el punto que los resultados definitivos no fueron aprobados por la Junta Electoral Central hasta dos años después, el 21 de diciembre del 78. Algunos sostienen, también sin pruebas, que el referéndum sobre la OTAN fue manipulado y sus resultados alterados por el gobierno de Felipe González. En las últimas elecciones del 28 de abril de 2019 se dispararon las sospechas sobre un pucherazo en toda regla. No hay pruebas, pero si indicios, muchos de ellos recogidos en la denuncia presentada por la Plataforma Elecciones Transparentes, digna de ser analizada, en la que se defiende con argumentos que el pucherazo existió.
Internet está tan infectada de mentiras que es prudente poner en cuestión todo lo que se propaga y se hace viral. El fraude en España es una de esas tesis que podría ser falsa. Pero casi tan importante como que sea verdadero o falso el rumor es que se propague y que el pueblo español crea que ese fraude es posible, lo que significa una importante y peligrosa pérdida de confianza de los ciudadanos en un sistema tan podrido que ni siquiera es capaz de proyectar solvencia y confianza.
España necesita recuperar la confianza en su clase dirigente y en el sistema política vigente. Si no lo hace, las puertas de la tiranía habrán quedado abiertas de par en par.
¿Qué hacer para evitar el amenazante pucherazo? Lo primero es que los partidos sean conscientes de que las dudas se están instalando en la sociedad, que cree que la amenaza de pucherazo es real, lo que aconseja vigilar intensamente el proceso y colocar apoderados en cada mesa electoral. Lo segundo es adoptar desde el poder político todas las precauciones posibles, entre ellas controles en los mismos colegios, publicación y recuento de las actas, una por una, y revisión de los procesos informáticos, que pueden ser trucados, garantizando su seguridad. Los partidos tienen que vigilarse mutuamente y garantizar la solvencia de un sistema que está seriamente bajo sospecha.
Francisco Rubiales
Casi tan grave es en democracia que exista fraude como que la gente crea que existe. La sospecha invalida la democracia porque elimina el factor confianza, que es imprescindible para que el sistema democrático funcione. Sin la confianza de los ciudadanos en los gestores del poder y en la solvencia moral y legal del Estado, sólo queda tiranía.
A los políticos les indigna que se hable de "pucherazo" porque dicen que eso destruye la confianza en el sistema y en el liderazgo, pero es un argumento falso porque lo que realmente deteriora el sistema y la democracia es no afrontar ni debatir algo que preocupa a los ciudadanos y de lo que se habla ya en bares, restaurantes, puestos de trabajo y hogares. Ellos no deberían ignorar que el argumento que sostiene las sospechas de "pucherazo" es muy sólido y convincente: si la clase política española es capaz de plagiar sus tesis doctorales, de obtener títulos académicos de favor, de pactar para gobernar con los partidos más antiespañoles e indeseables, de mentir, de incumplir sus promesas y de convivir y participar en la orgía de la corrupción, ¿qué les va a impedir realizar un fraude electoral para seguir gobernando? Si eliminamos la ética del sistema, sólo queda un dominio salvaje e ilícito de los fuertes sobre los débiles y la democracia se desmorona.
Hay cientos de textos y estudios como el siuiente en las redes: Pulse aquí para verlo.
La clave de todas las sospechas es que la clase política española carece de fuerza y autoridad moral para sostener que el fraude electoral está descartado en nuestro sistema político.
Varios sondeos y numerosas opiniones cualificadas han señalado a España como el país más corrupto de la Unión Europea, mientras que las encuestas revelan que España es también el país donde los ciudadanos rechazan con mayor intensidad a su clase política. Estos dos datos refuerzan la desconfianza y sostienen las sospechas de fraude.
La personalidad y el comportamiento de Pedro Sánchez tampoco ayuda a disipar las sospechas de fraude: su ambición desmedida de poder, sus mentiras y contradicciones, su tesis doctoral plagiada, su libro, que él no ha escrito, sus maniobras, e insidias contra los adversarios y su utilización descarada de los recursos publicos para fines electorales disparan las sospechas y la desconfianza.
Para colmo de desgracias, la Historia de España aporta precedentes de fraude y atentados contra la limpieza electoral muy graves: hay que recordar el de 1931 (proclamación fraudulenta de la Segunda República) y de 1936 (Frente Popular), así como recordar la frase de Largo Caballero, en enero de 1936: “… si ganan las derechas tendremos que ir a la guerra civil declarada”. Más próximo a nuestros días, el referéndum de aprobación del Proyecto de Ley para la Reforma Política del 15 de diciembre de 1976 tuvo un recuento no controlado por la oposición, lento y en demasiadas ocasiones con datos contradictorios, hasta el punto que los resultados definitivos no fueron aprobados por la Junta Electoral Central hasta dos años después, el 21 de diciembre del 78. Algunos sostienen, también sin pruebas, que el referéndum sobre la OTAN fue manipulado y sus resultados alterados por el gobierno de Felipe González. En las últimas elecciones del 28 de abril de 2019 se dispararon las sospechas sobre un pucherazo en toda regla. No hay pruebas, pero si indicios, muchos de ellos recogidos en la denuncia presentada por la Plataforma Elecciones Transparentes, digna de ser analizada, en la que se defiende con argumentos que el pucherazo existió.
Internet está tan infectada de mentiras que es prudente poner en cuestión todo lo que se propaga y se hace viral. El fraude en España es una de esas tesis que podría ser falsa. Pero casi tan importante como que sea verdadero o falso el rumor es que se propague y que el pueblo español crea que ese fraude es posible, lo que significa una importante y peligrosa pérdida de confianza de los ciudadanos en un sistema tan podrido que ni siquiera es capaz de proyectar solvencia y confianza.
España necesita recuperar la confianza en su clase dirigente y en el sistema política vigente. Si no lo hace, las puertas de la tiranía habrán quedado abiertas de par en par.
¿Qué hacer para evitar el amenazante pucherazo? Lo primero es que los partidos sean conscientes de que las dudas se están instalando en la sociedad, que cree que la amenaza de pucherazo es real, lo que aconseja vigilar intensamente el proceso y colocar apoderados en cada mesa electoral. Lo segundo es adoptar desde el poder político todas las precauciones posibles, entre ellas controles en los mismos colegios, publicación y recuento de las actas, una por una, y revisión de los procesos informáticos, que pueden ser trucados, garantizando su seguridad. Los partidos tienen que vigilarse mutuamente y garantizar la solvencia de un sistema que está seriamente bajo sospecha.
Francisco Rubiales
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