El socialismo y el comunismo se han convertido en los grandes traidores de la libertad y de las clases medias y humildes. Han cambiado el rumbo de la política y del Estado, que en sus manos mira al pueblo como su principal enemigo. Antes se decía que era absurdo que un obrero votara a la derecha, pero ahora es correcto afirmar que es ridículo y suicida que un obrero vote socialismo o comunismo, porque son sus peores enemigos.
Cuesta mucho esfuerzo entender cómo ha sido posible que el socialismo emigre hacia la defensa del capital y el totalitarismo y que se alíe con las grandes oligarquías y los poderes ocultos que sólo quieren acumular poder y riqueza. Quizás la explicación única es que tanto esos poderes en la sombra como los totalitarismos de izquierda tienen la misma obsesión por controlar el poder y extraerle todo su delicioso jugo.
El modelo que el gran poder mundial quiere imponer se parece mucho a lo que hoy es China: capitalismo salvaje, pero controlado por un gobierno tiránico que garantiza los grandes negocios, no permite la libertad ni el libre pensamiento y que es capaz de imponer disciplina y controles absolutos a su pueblo.
La imposición de ese modelo implica acabar con la democracia, las libertades individuales y los derechos humanos fundamentales, que serán sustituidos por un nuevo orden mundial (NOM) que prioriza el sometimiento al poder, la hegemonía de la oscuridad, la disciplina y la adoración del Estado.
En España, los socialistas de Sánchez, uno de los grupos mundiales más entregados a la construcción del nuevo orden mundial, sólo se parecen a los socialistas de la Transición en su regusto por el poder. Por entonces dominaban los honrados y decentes, hoy casi desaparecidos. Los sanchistas son mutantes que han migrado desde la justicia social y la sociedad igualitaria al reparto codicioso del botín del poder. Llamar socialistas a esa nueva especie de la política es un insulto porque han abandonado los viejos valores y los han sustituido por una película pragmática que les permite romper con todo lo decente, incluso con el amor a la patria, para poder aliarse, en la conquista del poder, con totalitarios, independentistas, hijos del odio y defensores del terrorismo.
Muchos españoles que tenían amigos socialistas los han perdido porque no han podido soportar su migración hacia la bajeza.
El sanchismo, sin la menor duda, ha dividido más a España y, además de los estragos que ha causado por su mala gestión del poder, ha desgarrado la sociedad y ha hecho que la convivencia sea más inhumana.
La compra de medios de comunicación, la pervertida afición a la mentira y al engaño, el lujo ostentoso del presidente, las agresiones a los viejos valores, el despilfarro, la corrupción descarada, la manipulación de las mentes, las subidas expoliadoras de impuestos y el acoso a las libertades individuales no son otra cosa que las consecuencias naturales de un sanchismo que equivale a navegar sin ética ni verdad, solo impulsado por el botín de privilegios y poder que se deriva de la victoria.
Francisco Rubiales
Cuesta mucho esfuerzo entender cómo ha sido posible que el socialismo emigre hacia la defensa del capital y el totalitarismo y que se alíe con las grandes oligarquías y los poderes ocultos que sólo quieren acumular poder y riqueza. Quizás la explicación única es que tanto esos poderes en la sombra como los totalitarismos de izquierda tienen la misma obsesión por controlar el poder y extraerle todo su delicioso jugo.
El modelo que el gran poder mundial quiere imponer se parece mucho a lo que hoy es China: capitalismo salvaje, pero controlado por un gobierno tiránico que garantiza los grandes negocios, no permite la libertad ni el libre pensamiento y que es capaz de imponer disciplina y controles absolutos a su pueblo.
La imposición de ese modelo implica acabar con la democracia, las libertades individuales y los derechos humanos fundamentales, que serán sustituidos por un nuevo orden mundial (NOM) que prioriza el sometimiento al poder, la hegemonía de la oscuridad, la disciplina y la adoración del Estado.
En España, los socialistas de Sánchez, uno de los grupos mundiales más entregados a la construcción del nuevo orden mundial, sólo se parecen a los socialistas de la Transición en su regusto por el poder. Por entonces dominaban los honrados y decentes, hoy casi desaparecidos. Los sanchistas son mutantes que han migrado desde la justicia social y la sociedad igualitaria al reparto codicioso del botín del poder. Llamar socialistas a esa nueva especie de la política es un insulto porque han abandonado los viejos valores y los han sustituido por una película pragmática que les permite romper con todo lo decente, incluso con el amor a la patria, para poder aliarse, en la conquista del poder, con totalitarios, independentistas, hijos del odio y defensores del terrorismo.
Muchos españoles que tenían amigos socialistas los han perdido porque no han podido soportar su migración hacia la bajeza.
El sanchismo, sin la menor duda, ha dividido más a España y, además de los estragos que ha causado por su mala gestión del poder, ha desgarrado la sociedad y ha hecho que la convivencia sea más inhumana.
La compra de medios de comunicación, la pervertida afición a la mentira y al engaño, el lujo ostentoso del presidente, las agresiones a los viejos valores, el despilfarro, la corrupción descarada, la manipulación de las mentes, las subidas expoliadoras de impuestos y el acoso a las libertades individuales no son otra cosa que las consecuencias naturales de un sanchismo que equivale a navegar sin ética ni verdad, solo impulsado por el botín de privilegios y poder que se deriva de la victoria.
Francisco Rubiales
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