Muchos ciudadanos preguntan sorprendidos qué ha ocurrido en Bankia para que esa entidad financiera caiga en la ruina más profunda y necesite nada menos que 24.000 millones de euros para seguir a flote. Sin embargo, la respuesta es sencilla: Bankia estaba minada de políticos y dirigida por políticos y sindicalistas. Su densidad era terrible: un político "colocado" por cada 50 trabajadores. Las invasión de los políticos y representantes sindicales, el peor de los virus imaginables, es la causa de la muerte de Bankia, como lo es también del fracaso de España.
España tiene casi medio millón de políticos colocados por sus partidos en el Estado y otros cargos de importancia. En realidad son 445.568 los detectados en un reciente estudio riguroso publicado, pero los expertos aconsejan elevar el número hasta el medio millón porque muchos están sabiamente camuflados, algunos cobrando sueldos pactados con empresas que deben favores a la Administración, lo que los convierte en casi imposibles de detectar.
Son más políticos que los que tienen Alemania y Gran Bretaña juntos y el doble de los que tiene Italia, el segundo país de Europa por su densidad de políticos "colocados, después de España. Es una plaga terrible que produce a España una severa indigestión ya transformada en cáncer. Suelen ser gente sin preparación, más interesada en el privilegio que en el servicio, cuya meta no está en hacer crecer a las instituciones y empresas en las que trabajan, sino en ganar mayores cuotas de poder desntro de sus respectivos partidos, lo que les convierte en poco leales y escasamente eficientes. Para conseguirlo, hacen favores, maniobran, llegan a cometer deslealtades y hasta suelen realizar tareas que a veces se sitúan en los ámbitos de la corrupción, la arbitrariedad y el delito.
La "dimensión" de la administración española es gigantesca y económicamente resulta insostenible, pero el gigantismo no se debe al número de funcionarios sino al de políticos, una masa desproporcionada e inútil que opera como freno y que actúa como un ácido corrosivo en la administración, en la economía y la política.
Los ciudadanos han dimitido de sus obligaciones o han sido desplazados por los políticos de todo proceso de toma de decisiones para poder mandar y saquear a sus anchas. Ellos son el verdadero cácer de España y los hemos dejado crecer de manera irresponsable, hasta que ya son demasiados y están férreamente atrincherados en el poder, de donde es necesario desplazarlos. La política, en España, se ha convertido en una película de terror y las urnas son las taquillas donde compramos las entradas.
Limitar drásticamente el poder de los políticos, eliminar su impunidad y obligarlos a que se sometan al control de la ciudadanía, de las leyes y de las normas de la democracia no es una cuestión baladí para los españoles, sino una cuestión de vida o muerte para nosotros y, en especial, para que las futuras generaciones, integradas por nuestros hijos y nietos, puedan ser prósperas, libres y felices.
Algunos políticos se indignan cuando los analistas y pensadores les acusamos de corrupción, arbitrariedad y abuso de poder porque afirman que ellos no han cometido esas irregularidades y delitos, pero a esos presuntos inocentes hay que decirles que son cómplices y culpables porque han convivido con los corruptos, arbitrarios y mafiosos sin denunciarlos, sin ni siquiera dimitir y abandonar las filas del mal. Esa cobardía les hace merecedores de la condena, aunque ellos no hayan manchado sus manos con el saqueo o el abuso.
El caso de Bankia, uno de los pocos donde la responsabilidad del Partido Popular es mayor que la del PSOE, a pesar de que el PSOE sigue siendo el campeon de la corrupción y del abuso, no es un caso aislado, sino todo lo contrario: la constatación de que la presencia de políticos en las instituciones las hace naufragar inexorablemente.
Las cajas de ahorro eran una de las joyas que distinguian a España de sus vecinos, un sector popular, sin ánimo de lucro y con un enfoque social y justo del dinero que era envidiado por medio mundo. Pero cuando los políticos y sindicalistas, ante la cobarde pasividad de los ciudadanos, entraron en sus consejos de administración y comenzaron el saqueo, el sistema se hundió víctima de las interferencias de los partidos políticos, de la marginación de los técnicos y profesionales, de los créditos concedidos a insolventes amigos del poder, de los préstamos impagados y de un interminable rosario de errores y suciedades, todas ellas responsabilidad de los partidos políticos españoles con representación parlamentaria, sin excepción alguna.
En España sólo funciona lo que los políticos no han conseguido controlar: el clima, el paisaje, el viento y, en alguna medida, instituciones y sectores que no se han dejado invadir, como la Iglesia Católica y algunas fundaciones y empresas. El resto, desde los sindicatos a las universidades, desde la ciudadanía y la educación a la Justicia, sin olvidar economía, los servicios, las instituciones financieras y los miles de espacios, reductos, instituciones y empresas donde los políticos han colocado su zarpa, todo está podrido y degradado.
La limpieza que España debe realizar para liberarse de esa pesadilla llamada "casta" política es de dimensiones ciclópeas. Harán falta depuradoras, vertederos, gigantescos camiones de basura, jueces justos, ciudadanos valientes y, sobre todo, cárceles, muchas cárceles para una fauna maligna compuesta por saqueadores, corruptos y todo tipo de ineptos y aprovechados.
España tiene casi medio millón de políticos colocados por sus partidos en el Estado y otros cargos de importancia. En realidad son 445.568 los detectados en un reciente estudio riguroso publicado, pero los expertos aconsejan elevar el número hasta el medio millón porque muchos están sabiamente camuflados, algunos cobrando sueldos pactados con empresas que deben favores a la Administración, lo que los convierte en casi imposibles de detectar.
Son más políticos que los que tienen Alemania y Gran Bretaña juntos y el doble de los que tiene Italia, el segundo país de Europa por su densidad de políticos "colocados, después de España. Es una plaga terrible que produce a España una severa indigestión ya transformada en cáncer. Suelen ser gente sin preparación, más interesada en el privilegio que en el servicio, cuya meta no está en hacer crecer a las instituciones y empresas en las que trabajan, sino en ganar mayores cuotas de poder desntro de sus respectivos partidos, lo que les convierte en poco leales y escasamente eficientes. Para conseguirlo, hacen favores, maniobran, llegan a cometer deslealtades y hasta suelen realizar tareas que a veces se sitúan en los ámbitos de la corrupción, la arbitrariedad y el delito.
La "dimensión" de la administración española es gigantesca y económicamente resulta insostenible, pero el gigantismo no se debe al número de funcionarios sino al de políticos, una masa desproporcionada e inútil que opera como freno y que actúa como un ácido corrosivo en la administración, en la economía y la política.
Los ciudadanos han dimitido de sus obligaciones o han sido desplazados por los políticos de todo proceso de toma de decisiones para poder mandar y saquear a sus anchas. Ellos son el verdadero cácer de España y los hemos dejado crecer de manera irresponsable, hasta que ya son demasiados y están férreamente atrincherados en el poder, de donde es necesario desplazarlos. La política, en España, se ha convertido en una película de terror y las urnas son las taquillas donde compramos las entradas.
Limitar drásticamente el poder de los políticos, eliminar su impunidad y obligarlos a que se sometan al control de la ciudadanía, de las leyes y de las normas de la democracia no es una cuestión baladí para los españoles, sino una cuestión de vida o muerte para nosotros y, en especial, para que las futuras generaciones, integradas por nuestros hijos y nietos, puedan ser prósperas, libres y felices.
Algunos políticos se indignan cuando los analistas y pensadores les acusamos de corrupción, arbitrariedad y abuso de poder porque afirman que ellos no han cometido esas irregularidades y delitos, pero a esos presuntos inocentes hay que decirles que son cómplices y culpables porque han convivido con los corruptos, arbitrarios y mafiosos sin denunciarlos, sin ni siquiera dimitir y abandonar las filas del mal. Esa cobardía les hace merecedores de la condena, aunque ellos no hayan manchado sus manos con el saqueo o el abuso.
El caso de Bankia, uno de los pocos donde la responsabilidad del Partido Popular es mayor que la del PSOE, a pesar de que el PSOE sigue siendo el campeon de la corrupción y del abuso, no es un caso aislado, sino todo lo contrario: la constatación de que la presencia de políticos en las instituciones las hace naufragar inexorablemente.
Las cajas de ahorro eran una de las joyas que distinguian a España de sus vecinos, un sector popular, sin ánimo de lucro y con un enfoque social y justo del dinero que era envidiado por medio mundo. Pero cuando los políticos y sindicalistas, ante la cobarde pasividad de los ciudadanos, entraron en sus consejos de administración y comenzaron el saqueo, el sistema se hundió víctima de las interferencias de los partidos políticos, de la marginación de los técnicos y profesionales, de los créditos concedidos a insolventes amigos del poder, de los préstamos impagados y de un interminable rosario de errores y suciedades, todas ellas responsabilidad de los partidos políticos españoles con representación parlamentaria, sin excepción alguna.
En España sólo funciona lo que los políticos no han conseguido controlar: el clima, el paisaje, el viento y, en alguna medida, instituciones y sectores que no se han dejado invadir, como la Iglesia Católica y algunas fundaciones y empresas. El resto, desde los sindicatos a las universidades, desde la ciudadanía y la educación a la Justicia, sin olvidar economía, los servicios, las instituciones financieras y los miles de espacios, reductos, instituciones y empresas donde los políticos han colocado su zarpa, todo está podrido y degradado.
La limpieza que España debe realizar para liberarse de esa pesadilla llamada "casta" política es de dimensiones ciclópeas. Harán falta depuradoras, vertederos, gigantescos camiones de basura, jueces justos, ciudadanos valientes y, sobre todo, cárceles, muchas cárceles para una fauna maligna compuesta por saqueadores, corruptos y todo tipo de ineptos y aprovechados.
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