El pueblo europeo, el principal beneficiado por esos controles a los déspotas, sobre todo el pueblo español, obligado a soportar un gobierno de muy baja catadura moral y democrática, deberían celebrar la jornada de hoy como un gran día de fiesta por lo que representa de avance hacia la decencia, la justicia, el buen gobierno y la verdadera democracia.
Europa ha establecido mecanismos para controlar el despotismo y el abuso. De hecho, las ayudas serán frenadas si los gobiernos emplean mal el dinero recibido y lo utilizan para incrementar su propio poder. Ese mecanismo convierte a la vigilancia a los gobiernos en protagonista del sistema y eleva de rango el papel del ciudadano, que deberá estar atentos, a partir de ahora, para que los políticas sean decentes y justos en lugar de canallas y corruptos.
A pesar de todo, la parte positiva del acuerdo es lo bastante buena para celebrarlo. El 21 de julio, el día en que se alcanzó el acuerdo que establece la desconfianza, la vigilancia y el control de los políticos y los gobiernos como reglas de comportamiento en Europa, merece recordarse como una "fiesta europea de la democracia" o quizás como "día de la limpieza", o tal vez como "día de la derrota de los déspotas".
No podemos ser tan ilusos de pensar que los corruptos y sátrapas que llevan décadas robando dinero público y utilizando el poder para beneficiar a los suyos y aplastar a sus pueblos se van a redimir y cambiar sus malos hábitos. Los delincuentes y corruptos rara vez se regeneran, pero si no tienen capacidad para ser virtuosos que al menos que tengan miedo a la vigilancia de los demás y a las sanciones que les puedan llegar por seguir practicando el despilfarro, el clientelismo, el abuso de poder y otros muchos vicios contrarios a la decencia y a la verdadera democracia.
Muchos creen que la democracia es un sistema para elegir gobiernos en las urnas, pero es mucho más que eso. Su esencia está en la "desconfianza" en los gobiernos, que necesitan ser vigilados, controlados y criticados para evitar que se hagan corruptos, despóticos y canallas. El ciudadano ejemplar en democracia no es el que se limita a cumplir las leyes, sino el que también vigila y critica a sus gobernantes para que se mantengan en los ámbitos de la decencia y la defensa del bien común.
Los españoles demócratas y deseosos de conseguir la regeneración deben interpretar el acuerdo de Bruselas como un mandato para vigilar al gobierno de Sánchez y denunciar ante Europa y las cancillerías europeas los abusos, injusticias, despilfarros y desviaciones que se observen del objetivo pactado, que no es otro que emplear el dinero procedente de Europa en modernizar la nación y potenciar su economía, sin concesiones a la corrupción y al uso de ese dinero para fines electoralistas y compra de voluntades y medios que potencien el poder de los sátrapas.
El gobierno de España, con todos los controles democráticos dinamitados por la propia clase política, ante la indiferencia vergonzosa de los ciudadanos, es el mas descontrolado de toda Europa. Sus políticos, casi impunes y dotados de privilegios y defensas casi medievales, como el aforamiento y la no responsabilidad de muchos de sus abusos ante los tribunales, es el que necesita con más urgencia esa vigilancia y esos controles que la Unión Europa acaba de establecer y que ojalá mantenga para siempre, defendiendo así a los ciudadanos europeos de sus depredadores políticos.
La democracia es un sistema inspirado en las doctrinas liberales cuyo objetivo principal es atar a los gobiernos para que no se tornen despóticos, ladrones y hasta asesinos. Ese sistema, odiado con saña por las izquierdas marxistas porque limita el poder de los gobiernos marxistas, amantes de la dictadura de los que mandan sobre el pueblo, al que aplastan sin misericordia.
Los comunistas, sobre todo en España, han conseguido, gracias a la propaganda y a la cobardía de políticos que se decían demócratas sin serlo, adoctrinar a una parte importante de la ciudadanía para que vote a sus verdugos y añore el dominio sobre el individuo y la sociedad de un Estado atiborrado de poder y sin controles. En España, esa defensa del Estado opresor y desmesurado ha sido protagonizada por los socialistas y comunistas, hoy en el poder, representados por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, a los cuales Europa, gracias a Dios, al tesón de los países frugales, encabezados por Holanda, y a la lucha de parte del pueblo español, acaban de poner un bozal y una cadena.
Aunque Sánchez haya sido recibido entre aplausos por sus ministros, como un campeón, en un claro gesto de propaganda mentirosa, en realidad vuelve como derrotado, desprestigiado, despreciado y minusvalorado en una Europa que no se fíe de él y que ha tenido que ponerle controles y vigilancia para que no utilice mal el dinero de los ciudadanos europeos que se le va a entregar.
Francisco Rubiales
Europa ha establecido mecanismos para controlar el despotismo y el abuso. De hecho, las ayudas serán frenadas si los gobiernos emplean mal el dinero recibido y lo utilizan para incrementar su propio poder. Ese mecanismo convierte a la vigilancia a los gobiernos en protagonista del sistema y eleva de rango el papel del ciudadano, que deberá estar atentos, a partir de ahora, para que los políticas sean decentes y justos en lugar de canallas y corruptos.
A pesar de todo, la parte positiva del acuerdo es lo bastante buena para celebrarlo. El 21 de julio, el día en que se alcanzó el acuerdo que establece la desconfianza, la vigilancia y el control de los políticos y los gobiernos como reglas de comportamiento en Europa, merece recordarse como una "fiesta europea de la democracia" o quizás como "día de la limpieza", o tal vez como "día de la derrota de los déspotas".
No podemos ser tan ilusos de pensar que los corruptos y sátrapas que llevan décadas robando dinero público y utilizando el poder para beneficiar a los suyos y aplastar a sus pueblos se van a redimir y cambiar sus malos hábitos. Los delincuentes y corruptos rara vez se regeneran, pero si no tienen capacidad para ser virtuosos que al menos que tengan miedo a la vigilancia de los demás y a las sanciones que les puedan llegar por seguir practicando el despilfarro, el clientelismo, el abuso de poder y otros muchos vicios contrarios a la decencia y a la verdadera democracia.
Muchos creen que la democracia es un sistema para elegir gobiernos en las urnas, pero es mucho más que eso. Su esencia está en la "desconfianza" en los gobiernos, que necesitan ser vigilados, controlados y criticados para evitar que se hagan corruptos, despóticos y canallas. El ciudadano ejemplar en democracia no es el que se limita a cumplir las leyes, sino el que también vigila y critica a sus gobernantes para que se mantengan en los ámbitos de la decencia y la defensa del bien común.
Los españoles demócratas y deseosos de conseguir la regeneración deben interpretar el acuerdo de Bruselas como un mandato para vigilar al gobierno de Sánchez y denunciar ante Europa y las cancillerías europeas los abusos, injusticias, despilfarros y desviaciones que se observen del objetivo pactado, que no es otro que emplear el dinero procedente de Europa en modernizar la nación y potenciar su economía, sin concesiones a la corrupción y al uso de ese dinero para fines electoralistas y compra de voluntades y medios que potencien el poder de los sátrapas.
El gobierno de España, con todos los controles democráticos dinamitados por la propia clase política, ante la indiferencia vergonzosa de los ciudadanos, es el mas descontrolado de toda Europa. Sus políticos, casi impunes y dotados de privilegios y defensas casi medievales, como el aforamiento y la no responsabilidad de muchos de sus abusos ante los tribunales, es el que necesita con más urgencia esa vigilancia y esos controles que la Unión Europa acaba de establecer y que ojalá mantenga para siempre, defendiendo así a los ciudadanos europeos de sus depredadores políticos.
La democracia es un sistema inspirado en las doctrinas liberales cuyo objetivo principal es atar a los gobiernos para que no se tornen despóticos, ladrones y hasta asesinos. Ese sistema, odiado con saña por las izquierdas marxistas porque limita el poder de los gobiernos marxistas, amantes de la dictadura de los que mandan sobre el pueblo, al que aplastan sin misericordia.
Los comunistas, sobre todo en España, han conseguido, gracias a la propaganda y a la cobardía de políticos que se decían demócratas sin serlo, adoctrinar a una parte importante de la ciudadanía para que vote a sus verdugos y añore el dominio sobre el individuo y la sociedad de un Estado atiborrado de poder y sin controles. En España, esa defensa del Estado opresor y desmesurado ha sido protagonizada por los socialistas y comunistas, hoy en el poder, representados por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, a los cuales Europa, gracias a Dios, al tesón de los países frugales, encabezados por Holanda, y a la lucha de parte del pueblo español, acaban de poner un bozal y una cadena.
Aunque Sánchez haya sido recibido entre aplausos por sus ministros, como un campeón, en un claro gesto de propaganda mentirosa, en realidad vuelve como derrotado, desprestigiado, despreciado y minusvalorado en una Europa que no se fíe de él y que ha tenido que ponerle controles y vigilancia para que no utilice mal el dinero de los ciudadanos europeos que se le va a entregar.
Francisco Rubiales
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