La caída del PSOE empezó hace más de un siglo y se acentuó en la Guerra Civil y sus preliminares, cuando superó al comunismo en radicalismo y golpismo. Después parecía que se había regenerado en en congreso de Suresnes, pero pronto, bajo el nefasto dúo Felipe González-Alfonso Guerra, volvió a las andadas y convirtió el sistema político español en una dictadura de partidos, alejándolo de la democracia. A partir de entonces, los ciudadanos fueron tratados como súbditos y la sociedad civil fue ocupada por el PSOE sin contemplaciones, destruyendo todas sus asociaciones y organizaciones, invadiendo como un ejército de tanques la cultura, la educación, las universidades, las asociaciones, las finanzas y hasta el sector mediático, territorios que la democracia define como "independientes", pero que el PSOE sodomizó y esclavizó.
El deterioro llegó a ser durísimo con Zapatero como líder, un tipo con escasa moral y pocas luces que dedicó mucho esfuerzo a desarmar el socialismo y toda la política de valores y estructuras morales. Para los socialistas, lo importante era ganar y gobernar. Todo lo demás se convirtió en secundario o en humo.
Pero ha sido bajo el liderazgo de Pedro Sánchez cuando el deterioro del socialismo español alcanzó niveles de repugnancia. El día en que el PSOE acepto el liderazgo de un Pedro Sánchez que había quedado marcado por la corrupción y la trampa, cuando fue descubierto manipulando urnas y papeletas ilegales detrás de unas cortinas, aceptó suicidarse y desaparecer como partido, transformándose en una banda.
La elección de Pedro Sánchez fue un suicidio, no fue un accidente, ni el resultado de una campaña electoral brillante, sino la aceptación consciente de una ruta que anteponía el poder y el disfrute del gobierno a cualquier otro valor o principio. Bajo Sánchez, el socialismo español se convirtió en una máquina de ganar votos "como sea", aunque para lograrlo tuviera que engañar, mentir, incumplir promesas corromperse hasta el tuétano y gobernar al lado de la peor calaña del país, desde totalitarios comunistas enemigos de la democracia y amigos del terrorismo asesino de ETA, golpistas catalanes llenos de odio y mercenarios vascos dispuestos siempre a vender sus votos por dinero y poder.
Los partido políticos nacieron para elevar los mejores deseos y necesidades de los ciudadanos hasta el poder y hacerlos realidad, anteponiendo siempre el bien común, el servicio al pueblo y el respeto a la democracia a todo lo demás. Las bandas anteponen siempre sus propios intereses al bien común, odian la democracia porque les impide usar el poder sin límites, luchan para controlar a los jueces y disfrutar de impunidad y en lugar de servir al pueblo se sirven del pueblo y de la nación para beneficio propio.
El envilecimiento de los partidos constituye un drama para los pueblos que lo sufren porque terminan impregnando de porquería y bajeza a la sociedad que les rodea y al resto de los partido políticos, convirtiendo el sistema en una pocilga.
Es lo que está ocurriendo en España, donde el pueblo ha demostrado que también ha caído tan bajo que ya es incapaz de defender su democracia, sus libertades y sus derechos, votando una y otra vez a partidos corruptos, tanto de izquierda como de derecha, que llevan décadas conduciendo a la nación hacia el fracaso y la pobreza.
Un día, poco antes de que estallara la pandemia, discutí con un socialista sobre el deterioro del PSOE y le aporté lo que podríamos definir como "pruebas irrefutables". Su respuesta fue: "¿Y que importa eso de la democracia y de la ética, cuando lo único importante es gobernar desde la izquierda?".
Esa respuesta resume con plena lucidez lo que le ha ocurrido al socialismo español. Lógicamente, rompí con aquella persona mis relaciones para salvaguardar mi ética, mi libertad y mi salud mental.
Francisco Rubiales
El deterioro llegó a ser durísimo con Zapatero como líder, un tipo con escasa moral y pocas luces que dedicó mucho esfuerzo a desarmar el socialismo y toda la política de valores y estructuras morales. Para los socialistas, lo importante era ganar y gobernar. Todo lo demás se convirtió en secundario o en humo.
Pero ha sido bajo el liderazgo de Pedro Sánchez cuando el deterioro del socialismo español alcanzó niveles de repugnancia. El día en que el PSOE acepto el liderazgo de un Pedro Sánchez que había quedado marcado por la corrupción y la trampa, cuando fue descubierto manipulando urnas y papeletas ilegales detrás de unas cortinas, aceptó suicidarse y desaparecer como partido, transformándose en una banda.
La elección de Pedro Sánchez fue un suicidio, no fue un accidente, ni el resultado de una campaña electoral brillante, sino la aceptación consciente de una ruta que anteponía el poder y el disfrute del gobierno a cualquier otro valor o principio. Bajo Sánchez, el socialismo español se convirtió en una máquina de ganar votos "como sea", aunque para lograrlo tuviera que engañar, mentir, incumplir promesas corromperse hasta el tuétano y gobernar al lado de la peor calaña del país, desde totalitarios comunistas enemigos de la democracia y amigos del terrorismo asesino de ETA, golpistas catalanes llenos de odio y mercenarios vascos dispuestos siempre a vender sus votos por dinero y poder.
Los partido políticos nacieron para elevar los mejores deseos y necesidades de los ciudadanos hasta el poder y hacerlos realidad, anteponiendo siempre el bien común, el servicio al pueblo y el respeto a la democracia a todo lo demás. Las bandas anteponen siempre sus propios intereses al bien común, odian la democracia porque les impide usar el poder sin límites, luchan para controlar a los jueces y disfrutar de impunidad y en lugar de servir al pueblo se sirven del pueblo y de la nación para beneficio propio.
El envilecimiento de los partidos constituye un drama para los pueblos que lo sufren porque terminan impregnando de porquería y bajeza a la sociedad que les rodea y al resto de los partido políticos, convirtiendo el sistema en una pocilga.
Es lo que está ocurriendo en España, donde el pueblo ha demostrado que también ha caído tan bajo que ya es incapaz de defender su democracia, sus libertades y sus derechos, votando una y otra vez a partidos corruptos, tanto de izquierda como de derecha, que llevan décadas conduciendo a la nación hacia el fracaso y la pobreza.
Un día, poco antes de que estallara la pandemia, discutí con un socialista sobre el deterioro del PSOE y le aporté lo que podríamos definir como "pruebas irrefutables". Su respuesta fue: "¿Y que importa eso de la democracia y de la ética, cuando lo único importante es gobernar desde la izquierda?".
Esa respuesta resume con plena lucidez lo que le ha ocurrido al socialismo español. Lógicamente, rompí con aquella persona mis relaciones para salvaguardar mi ética, mi libertad y mi salud mental.
Francisco Rubiales
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