Numerosos medios, en especial la televisión, están plagados de tipejos que alardean de ser periodistas cuando en realidad son simples impostores dedicados a la propaganda y al infundio, que ocultan verdades y difunden mentiras y argumentos al servicio del poder. El dinero público, en contra de lo que establecen las leyes, es utilizado para mantener la corrompida estructura mediática al servicio del poder político, toda una aberración incompatible con la democracia y la decencia. Nadie conoce la factura que el gobierno dedica a comprar medios y voluntades, pero, a juzgar por los indicios, la cifra debe ser sobrecogedora.
En el periodismo hay espacio para la opinión, pero esta debe estar subordinada a la información y a la verdad, nunca a la mentira y a la propaganda. La situación de los medios es tan lamentable que cabe afirmar que si los periodistas españoles hubieran hecho sus deberes, España no sería hoy una cloaca. Ante el miedo a que los ciudadanos, ayudados por unos medios libres y veraces, conocieran sus fechorías, las ratas políticas, asustadas, se habrían escondido en sus madrigueras, en lugar de que esos miserables con poder, ante la ausencia de auténticos periodistas que digan la verdad y denuncien los abusos y corrupciones, se sientan impunes y se dediquen al expolio y al abuso, como ocurre hoy.
Las reiteradas mentiras de Ábalos, el coqueteo con la tiranía venezolana, los castigos injustos a comunidades como Andalucía y Murcia, por haber desalojado al socialismo del poder, el nombramiento de la ex ministra de Justicia como Fiscal General, la ruptura de la igualdad entre los territorios de España y las muchas concesiones reiteradas a los más rebeldes y desleales, solo porque el gobierno necesita su apoyo para sostenerse, son fechorías antidemocráticas, consideradas delitos en otras democracias, que habrían sido imposibles si los periodistas españoles hubieran hecho bien su trabajo.
La democracia no habría sido asesinada y los valores no habrían sido eliminados por los políticos y sus partidos si el mundo mediático hubiera conservado su dignidad y respeto.
El periodismo libre es la columna vertebral de la democracia, pero el periodismo sometido es el sostén de la tiranía. El periodismo español está enfermo porque hay demasiados profesionales que han renunciado a la independencia, que no propagan la verdad, sino la verdad del poder, que es muy distinta, y que se han sometido a cambio de dinero, privilegios o, lo que es todavía peor, en espera de ser recompensados por los poderosos. Aquellos periodistas que aportan luz, información independiente y verdad, son los guardianes de la democracia, pero los que se han sometido son "los perros del poder".
Por culpa del periodismo sometido, los españoles ignoran las brutalidades, abusos e injusticias que el poder político está patrocinando y el avance de la nación hacia el fracaso y la derrota. Los periodistas han colocado una venda a los españoles para que no vean la podredumbre que les gobierna y la bajeza que infecta al sistema.
Sólo los medios de comunicación tienen en España el poder necesario para regenerar la democracia, para erradicar la corrupción del sistema, doblegar a los partidos y obligar a los políticos a que respeten las reglas del juego democrático, se sometan al control de la ciudadanía y vuelvan a ser demócratas. Pero los medios, a cambio de dinero y privilegios, han desertado de la decencia y de la dignidad y se han sumado a las filas del oprobio y el abuso.
El panorama mediático en España es desolador porque la independencia y la búsqueda de la verdad, claves del periodismo libre y democrático, han sucumbido y han sido sustituidas por una serie de pactos, en su mayoría inconfesables, cerrados entre las empresas mediáticas y los grandes poderes, en especial los partidos políticos.
Esos pactos, gracias a los cuales la prensa presta apoyo a los poderes a cambio de recibir dinero publicitario, influencia e información privilegiada, convierte a los periodistas en rehenes y a los grupos mediáticos en parte del entramado del poder. Su primer efecto ha sido terrible: cercenar la independencia de los periodistas, que pasan a ser servidores del poder, no de la verdad, de la democracia o de la ciudadanía.
La situación coloca al periodista como centro de la esperanza de un país que está descubriendo con amargura que el régimen político por el que se rige, del que llegó a sentirse orgulloso en el pasado, no es una democracia sino una partitocracia corrompida y sin ética, capaz de institucionalizar la mentira y tristemente dominada por políticos oligarcas y por partidos insaciables obsesionados por el poder.
Una de las pocas esperanzas que caben en la España podrida del presente consiste en que los periodistas se rebelen, recuperen los principios del periodismo libre (independencia, servicio a la verdad y apoyo a la democracia, ejerciendo un control eficaz sobre los grandes poderes), recompongan las viejas alianzas entre democracia y periodismo, entre ciudadanos y periodistas libres, que nacieron con la democracia, y que retomen el control de las redacciones, comandadas hoy de manera implacable por financieros, marketinianos y otros servidores de la empresa, todos ellos insensibles e ignorantes del enorme valor que tiene para la democracia el periodismo libre e independiente.
Francisco Rubiales
Nota: todas las ideas y tesis que sustentan este artículo están profundamente analizadas en mi libro "Periodistas Sometidos, los perros del poder", editado por Almuzara en 2009. En la contraportada del libro se destacan dos párrafos que merecen ser recordados:
“No hay un solo caso de periodista esclavo que sea recordado por la Historia, del mismo modo que tampoco merecen el recuerdo los militares cobardes o los médicos al servicio de la muerte. Que quede claro que los periodistas sometidos al poder sólo pueden esperar poder y dinero, pero nunca reconocimiento, honor o respeto.”
“La democracia es el único sistema que ha conseguido encerrar a los grandes poderes, sobre todo al insaciable poder del Estado, en una jaula con siete cerrojos. La prensa libre es el séptimo sello que cierra esa jaula.”
En el periodismo hay espacio para la opinión, pero esta debe estar subordinada a la información y a la verdad, nunca a la mentira y a la propaganda. La situación de los medios es tan lamentable que cabe afirmar que si los periodistas españoles hubieran hecho sus deberes, España no sería hoy una cloaca. Ante el miedo a que los ciudadanos, ayudados por unos medios libres y veraces, conocieran sus fechorías, las ratas políticas, asustadas, se habrían escondido en sus madrigueras, en lugar de que esos miserables con poder, ante la ausencia de auténticos periodistas que digan la verdad y denuncien los abusos y corrupciones, se sientan impunes y se dediquen al expolio y al abuso, como ocurre hoy.
Las reiteradas mentiras de Ábalos, el coqueteo con la tiranía venezolana, los castigos injustos a comunidades como Andalucía y Murcia, por haber desalojado al socialismo del poder, el nombramiento de la ex ministra de Justicia como Fiscal General, la ruptura de la igualdad entre los territorios de España y las muchas concesiones reiteradas a los más rebeldes y desleales, solo porque el gobierno necesita su apoyo para sostenerse, son fechorías antidemocráticas, consideradas delitos en otras democracias, que habrían sido imposibles si los periodistas españoles hubieran hecho bien su trabajo.
La democracia no habría sido asesinada y los valores no habrían sido eliminados por los políticos y sus partidos si el mundo mediático hubiera conservado su dignidad y respeto.
El periodismo libre es la columna vertebral de la democracia, pero el periodismo sometido es el sostén de la tiranía. El periodismo español está enfermo porque hay demasiados profesionales que han renunciado a la independencia, que no propagan la verdad, sino la verdad del poder, que es muy distinta, y que se han sometido a cambio de dinero, privilegios o, lo que es todavía peor, en espera de ser recompensados por los poderosos. Aquellos periodistas que aportan luz, información independiente y verdad, son los guardianes de la democracia, pero los que se han sometido son "los perros del poder".
Por culpa del periodismo sometido, los españoles ignoran las brutalidades, abusos e injusticias que el poder político está patrocinando y el avance de la nación hacia el fracaso y la derrota. Los periodistas han colocado una venda a los españoles para que no vean la podredumbre que les gobierna y la bajeza que infecta al sistema.
Sólo los medios de comunicación tienen en España el poder necesario para regenerar la democracia, para erradicar la corrupción del sistema, doblegar a los partidos y obligar a los políticos a que respeten las reglas del juego democrático, se sometan al control de la ciudadanía y vuelvan a ser demócratas. Pero los medios, a cambio de dinero y privilegios, han desertado de la decencia y de la dignidad y se han sumado a las filas del oprobio y el abuso.
El panorama mediático en España es desolador porque la independencia y la búsqueda de la verdad, claves del periodismo libre y democrático, han sucumbido y han sido sustituidas por una serie de pactos, en su mayoría inconfesables, cerrados entre las empresas mediáticas y los grandes poderes, en especial los partidos políticos.
Esos pactos, gracias a los cuales la prensa presta apoyo a los poderes a cambio de recibir dinero publicitario, influencia e información privilegiada, convierte a los periodistas en rehenes y a los grupos mediáticos en parte del entramado del poder. Su primer efecto ha sido terrible: cercenar la independencia de los periodistas, que pasan a ser servidores del poder, no de la verdad, de la democracia o de la ciudadanía.
La situación coloca al periodista como centro de la esperanza de un país que está descubriendo con amargura que el régimen político por el que se rige, del que llegó a sentirse orgulloso en el pasado, no es una democracia sino una partitocracia corrompida y sin ética, capaz de institucionalizar la mentira y tristemente dominada por políticos oligarcas y por partidos insaciables obsesionados por el poder.
Una de las pocas esperanzas que caben en la España podrida del presente consiste en que los periodistas se rebelen, recuperen los principios del periodismo libre (independencia, servicio a la verdad y apoyo a la democracia, ejerciendo un control eficaz sobre los grandes poderes), recompongan las viejas alianzas entre democracia y periodismo, entre ciudadanos y periodistas libres, que nacieron con la democracia, y que retomen el control de las redacciones, comandadas hoy de manera implacable por financieros, marketinianos y otros servidores de la empresa, todos ellos insensibles e ignorantes del enorme valor que tiene para la democracia el periodismo libre e independiente.
Francisco Rubiales
Nota: todas las ideas y tesis que sustentan este artículo están profundamente analizadas en mi libro "Periodistas Sometidos, los perros del poder", editado por Almuzara en 2009. En la contraportada del libro se destacan dos párrafos que merecen ser recordados:
“No hay un solo caso de periodista esclavo que sea recordado por la Historia, del mismo modo que tampoco merecen el recuerdo los militares cobardes o los médicos al servicio de la muerte. Que quede claro que los periodistas sometidos al poder sólo pueden esperar poder y dinero, pero nunca reconocimiento, honor o respeto.”
“La democracia es el único sistema que ha conseguido encerrar a los grandes poderes, sobre todo al insaciable poder del Estado, en una jaula con siete cerrojos. La prensa libre es el séptimo sello que cierra esa jaula.”
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