Alemania, Francia y Portugal ya condenan o ilegalizan en sus respectivas constituciones a los partidos que promuevan el secesionismo, una medida que consideran necesaria para preservar la unidad y garantizar que la soberanía no pertenece a ciudades, comarcas o regiones concretas, sino al total de la ciudadanía de la nación.
En España, las fuerzas centrífugas están disparándose y los movimientos secesionistas crecen en todas partes, aunque en algunas regiones como Andalucía sea todavía ridículo. En regiones como Cataluña, País Vasco, Navarra, Baleares, Valencia y Galicia, esos movimientos o son muy fuertes o no paran de crecer.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se ha pronunciado repetidas veces contra el secesionismo y la división de las actuales naciones, afirmando que una Europa dividida en muchos países independientes sería ingobernable y más débil.
Muchos creen que esos movimientos están creciendo porque reciben apoyo desde el extranjero y cuentan con la ayuda de determinados servicios de inteligencia, pero otros creemos que el principal motor de las fuerzas de ruptura de España está dentro de nuestro propio país, concretamente en unos partidos políticos deficientes que llevan décadas maltratando a España y gobernándola tan pésimamente que el malestar crece y con el las ganas de abandonar un barco que tiene enormes vías de agua.
Hay rasgos fuertes en España que fortalecen el secesionismo, el principal de los cuales es el mal gobierno, que se traduce en la ruptura de la igualdad de los españoles en aspectos tan importantes como el pago de impuestos, la calidad de los servicios y el valor de los votos, entre otros. Es un hecho escandaloso que la vida de los españoles sea más fácil o más difícil dependiendo del lugar donde residan, toda una brutalidad anticonstitucional que los dos grandes partidos, PSOE y PP, han propiciado desde sus respectivos gobiernos.
Pero la ruptura de la igualdad no es el único drama que impulsa la ruptura de la nación. Hay otros no menos importantes como el nacionalismo que impera en algunos territorios, capaz de contaminar y dañar a las poblaciones, la baja calidad de la enseñanza, el general debilitamiento de los valores y, sobre todo, la incapacidad de los gobernantes para establecer metas y objetivos comunes que unan e ilusionen a la población.
La última gran aventura colectiva capaz de ilusionar a los españoles fue el establecimiento de la democracia después de la muerte de Franco, pero aquella meta, que galvanizó a la ciudadanía y le proporcionó ilusión e impulso, ya ha perecido y ha quedado sustituida por una profunda frustración ante el avance imparable del mal gobierno, de la corrupción y el abuso de poder.
Por todas estas razones, España necesita que ante la incapacidad de los políticos para garantizar la cohesión de la nación y la unidad de los ciudadanos, la ley tomo el relevo y castigue con contundencia el separatismo y la promoción de la ruptura.
Francisco Rubiales
En España, las fuerzas centrífugas están disparándose y los movimientos secesionistas crecen en todas partes, aunque en algunas regiones como Andalucía sea todavía ridículo. En regiones como Cataluña, País Vasco, Navarra, Baleares, Valencia y Galicia, esos movimientos o son muy fuertes o no paran de crecer.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se ha pronunciado repetidas veces contra el secesionismo y la división de las actuales naciones, afirmando que una Europa dividida en muchos países independientes sería ingobernable y más débil.
Muchos creen que esos movimientos están creciendo porque reciben apoyo desde el extranjero y cuentan con la ayuda de determinados servicios de inteligencia, pero otros creemos que el principal motor de las fuerzas de ruptura de España está dentro de nuestro propio país, concretamente en unos partidos políticos deficientes que llevan décadas maltratando a España y gobernándola tan pésimamente que el malestar crece y con el las ganas de abandonar un barco que tiene enormes vías de agua.
Hay rasgos fuertes en España que fortalecen el secesionismo, el principal de los cuales es el mal gobierno, que se traduce en la ruptura de la igualdad de los españoles en aspectos tan importantes como el pago de impuestos, la calidad de los servicios y el valor de los votos, entre otros. Es un hecho escandaloso que la vida de los españoles sea más fácil o más difícil dependiendo del lugar donde residan, toda una brutalidad anticonstitucional que los dos grandes partidos, PSOE y PP, han propiciado desde sus respectivos gobiernos.
Pero la ruptura de la igualdad no es el único drama que impulsa la ruptura de la nación. Hay otros no menos importantes como el nacionalismo que impera en algunos territorios, capaz de contaminar y dañar a las poblaciones, la baja calidad de la enseñanza, el general debilitamiento de los valores y, sobre todo, la incapacidad de los gobernantes para establecer metas y objetivos comunes que unan e ilusionen a la población.
La última gran aventura colectiva capaz de ilusionar a los españoles fue el establecimiento de la democracia después de la muerte de Franco, pero aquella meta, que galvanizó a la ciudadanía y le proporcionó ilusión e impulso, ya ha perecido y ha quedado sustituida por una profunda frustración ante el avance imparable del mal gobierno, de la corrupción y el abuso de poder.
Por todas estas razones, España necesita que ante la incapacidad de los políticos para garantizar la cohesión de la nación y la unidad de los ciudadanos, la ley tomo el relevo y castigue con contundencia el separatismo y la promoción de la ruptura.
Francisco Rubiales
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