La imagen de Sánchez, viviendo en el privilegio y el lujo y viajando en su avión Falcon como un sátrapa triunfador, mientras destruye España, es todo un símbolo del desastre español
La sensación de indefensión, impotencia y angustia que están experimentando millones de españoles es dramática y lastimosa. Contemplan como la huelga del transporte vacía los supermercados y paraliza el país, las empresas huyen de España por el acoso fiscal del gobierno, los precios de la electricidad y los combustibles suben sin control, el suministro de gas argelino se pone, frívolamente, en peligro, la democracia se resquebraja, víctima de un gobierno que no cree en ella, los derechos cívicos retroceden, las clases medias desaparecen, las familias se sienten acosadas, la sanidad pública, que antes era un joya, pierde eficacia y se desmorona, la diplomacia y la política exterior naufragan, los aliados desconfían de España, el aislamiento internacional crece, la ruina económica avanza, el turismo se desploma, nuestras exportaciones se devalúan y sufren penalizaciones, la seguridad de Ceuta, Melilla y Canarias están en peligro, las calles se llenan de delincuentes violadores y ladrones a los que la policía cada vez puede controlar menos, la invasión de los inmigrantes ilegales no cesa, nuestras fronteras son violadas con una violencia intolerable, la policía está desbordada y España es ya un gravísimo problema para Europa y la comunidad mundial.
Los daños son tan intensos y variados que cabe pensar que ni siquiera un ejército invasor enemigo sería tan eficaz como el gobierno de Sánchez destruyendo España.
Los autónomos, que son la espina dorsal de la precaria economía española, están desesperados y se pasan cuando pueden a la economía sumergida, muchos campos ni siquiera se siembran, la leche, recién ordeñada, se vierte en los sumideros y las naranjas y otros productos del campo se pudren, mientras la gente se siente insegura, dolida por las muchas muertes inexplicables durante la pandemia y desprovista de metas colectivas, confianza y esperanza, que son los sentimientos claves en una nación.
Los políticos son odiados por grandes masas de ciudadanos, que, frustrados ante la ineficacia y maldad de los políticos, se deslizan hacia partidos extremistas, cansados de soportar la enorme corrupción, el abuso de poder y el expolio fiscal. No existe en toda Europa otro país donde el divorcio entre administrados y administradores sea tan profundo, ni en el que la clase política sea tan odiada por su pueblo.
España, en manos del sanchismo y de sus aliados comunistas, pro terroristas, nacionalistas y golpistas, es un modelo mundial de repugnancia política y de secuestro de todo un pueblo por gobernantes incapaces y destructivos.
La España de Sánchez más que un rescate para su economía destruida necesita una intervención internacional ética y democrática que libere al pueblo de sus secuestradores políticos, incapaces y nocivos.
Muchos ciudadanos desconocen la profundidad del drama español porque el gobierno, sin ética ni decencia, ha comprado con dinero público a la mayoría de los medios de comunicación, sobre todo a las influyentes cadenas de televisión, que se dedican a engañar a los ciudadanos, a negarles la verdad y a ocultarles la dramática situación de la nación, mal gobernada y conducida hacia el desastre.
Muchos expertos consideran que Pedro Sánchez es un político ineficaz, pero la realidad es mucho peor porque es un político altamente eficaz en su misión de descuartizar España, misión que está cumpliendo de manera sistemática y cruel.
El desastre es tan brutal que ya hay millones de ciudadanos que dudan que se celebren nuevas elecciones en el futuro y muchos más que creen que si se celebran estará trucadas y con sus resultados manipulados por el poder.
Poco a poco, por culpa del mal gobierno y de su política de destrucción, España se acerca al abismo del fracaso y el colapso.
La situación es tan mala que si algún día este drama fuera superado con una derrota del sanchismo y con la desaparición del PSOE, que es el partido culpable de haberlo llevado al poder, el país quedaría tan dañado y hecho trizas que todas sus instituciones fundamentales necesitarían ser reformadas, empezando por la Monarquía, que ha sido cómplice silencioso del desastre, las fuerzas armadas, que no han reaccionado, y los poderes legislativos y judicial, que no han cumplido con su sagrado deber democrático de controlar al gobierno.
Francisco Rubiales
Los daños son tan intensos y variados que cabe pensar que ni siquiera un ejército invasor enemigo sería tan eficaz como el gobierno de Sánchez destruyendo España.
Los autónomos, que son la espina dorsal de la precaria economía española, están desesperados y se pasan cuando pueden a la economía sumergida, muchos campos ni siquiera se siembran, la leche, recién ordeñada, se vierte en los sumideros y las naranjas y otros productos del campo se pudren, mientras la gente se siente insegura, dolida por las muchas muertes inexplicables durante la pandemia y desprovista de metas colectivas, confianza y esperanza, que son los sentimientos claves en una nación.
Los políticos son odiados por grandes masas de ciudadanos, que, frustrados ante la ineficacia y maldad de los políticos, se deslizan hacia partidos extremistas, cansados de soportar la enorme corrupción, el abuso de poder y el expolio fiscal. No existe en toda Europa otro país donde el divorcio entre administrados y administradores sea tan profundo, ni en el que la clase política sea tan odiada por su pueblo.
España, en manos del sanchismo y de sus aliados comunistas, pro terroristas, nacionalistas y golpistas, es un modelo mundial de repugnancia política y de secuestro de todo un pueblo por gobernantes incapaces y destructivos.
La España de Sánchez más que un rescate para su economía destruida necesita una intervención internacional ética y democrática que libere al pueblo de sus secuestradores políticos, incapaces y nocivos.
Muchos ciudadanos desconocen la profundidad del drama español porque el gobierno, sin ética ni decencia, ha comprado con dinero público a la mayoría de los medios de comunicación, sobre todo a las influyentes cadenas de televisión, que se dedican a engañar a los ciudadanos, a negarles la verdad y a ocultarles la dramática situación de la nación, mal gobernada y conducida hacia el desastre.
Muchos expertos consideran que Pedro Sánchez es un político ineficaz, pero la realidad es mucho peor porque es un político altamente eficaz en su misión de descuartizar España, misión que está cumpliendo de manera sistemática y cruel.
El desastre es tan brutal que ya hay millones de ciudadanos que dudan que se celebren nuevas elecciones en el futuro y muchos más que creen que si se celebran estará trucadas y con sus resultados manipulados por el poder.
Poco a poco, por culpa del mal gobierno y de su política de destrucción, España se acerca al abismo del fracaso y el colapso.
La situación es tan mala que si algún día este drama fuera superado con una derrota del sanchismo y con la desaparición del PSOE, que es el partido culpable de haberlo llevado al poder, el país quedaría tan dañado y hecho trizas que todas sus instituciones fundamentales necesitarían ser reformadas, empezando por la Monarquía, que ha sido cómplice silencioso del desastre, las fuerzas armadas, que no han reaccionado, y los poderes legislativos y judicial, que no han cumplido con su sagrado deber democrático de controlar al gobierno.
Francisco Rubiales
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