Pero hay quienes piensan de otro modo y creen que el hombre encierra suficiente bondad para ser bueno y que los vicios, egoísmos y violencias pueden ser eliminados mediante la educación y recetas como el amor y el apoyo mutuo. Jesucristo, Sócrates, Buda y otros muchos, entre ellos el filósofo Rouseau, piensan que la bondad supera siempre a la maldad y que el mundo puede mejorar si el hombre se lo propone.
Hace unos tres siglos, un hombre llamado Rousseau se atrevió a desafiar el dogma, afirmando que “El hombre es bueno por naturaleza”. Con ello logró enfadar, tanto a Voltaire como al Papa de Roma, es decir, puso en su contra a los anticlericales masones y también al clero. Para Rousseau el egoísmo no es esencial, no forma parte de la naturaleza del ser humano y se puede, por tanto, superar, sin ningún problema. Con ello negaba “el pecado original” y también la necesidad de una élite represora. Eso sí, advirtió que el hombre, cuando renuncia a su libertad, renuncia a la cualidad de hombre. Es pues humano reprimido el que actúa como un lobo y basta acabar con la represión para que recupere su humanidad.
Los acaparadores, acostumbrados a dominar el mundo mediante el miedo, la opresión y fomentando vicios como la división, la envidia y la desconfianza, se vieron en la necesidad de buscar otra filosofía que pudiera desvirtuar a la del amor. Quince siglos después de Jesús, un hombre llamado Hobbes “adaptó” una frase de un escritor latino llamado Plauto, que dijo que “El hombre es un lobo para el hombre cuando desconoce quién es el otro”. Sin duda, el mensaje de Plauto era anti-egoista pues ponía énfasis en la importancia de conocer, de valorar, de tener en cuenta a los demás, pero Hobbes lo amputó, dejando, tan solo, “El hombre es un lobo para el hombre” como una verdad irrebatible. Así nació la religión del egoísmo, sobre un dogma tramposo que después “adaptó” el darwinismo para convencernos de que todos los seres, y no solo los humanos, son egoístas por naturaleza.
El hombre es un devorador de hombres- repiten los acaparadores desde entonces -Y eso hace inviable que la mayoría de la gente se gobierne a sí misma ¿Cómo se va a gobernar, a sí misma, una jauría de lobos? Y sin embargo la naturaleza demuestra que las manadas de lobos son un modelo de orden, control y comportamiento solidario y respetuoso.
Esa pretendida maldad humana es la doctrina que sostiene el actual movimiento para crear una tiranía mundial dominada por la élites acaparadoras. El Nuevo Orden Mundial (NOM) no es otra cosa que el reconocimiento oficial de que el hombre es una bestia a la que hay que sujetar con un Estado fuerte y temible. Es más, ellos creen que a la bestia no hay que permitirle licencias como el voto, ya que un depredador siempre elegirá mal. Es la tiranía justificada por los tiranos, el descredito de Jesucristo, de Buda, de Sócrates, de Rousseau y d todos los humanos que han predicado que el bien puede ser fomentado y derrotar al mal.
La realidad, cuidadosamente ocultada porque no le conviene a los acaparadores, es que son ellos los que se han convertido en lobos al utilizar el poder para aplastar, dividir y asesinar. Dejar que millones de seres humanos se mueran de hambre cuando existen recursos suficientes para impedirlo, es lo que convierte en lobos a los poderosos y a sus esbirros, los políticos.
El hombre no es lobo para el hombre, pero el políticos y el poder oculto sí que lo son.
Francisco Rubiales
Hace unos tres siglos, un hombre llamado Rousseau se atrevió a desafiar el dogma, afirmando que “El hombre es bueno por naturaleza”. Con ello logró enfadar, tanto a Voltaire como al Papa de Roma, es decir, puso en su contra a los anticlericales masones y también al clero. Para Rousseau el egoísmo no es esencial, no forma parte de la naturaleza del ser humano y se puede, por tanto, superar, sin ningún problema. Con ello negaba “el pecado original” y también la necesidad de una élite represora. Eso sí, advirtió que el hombre, cuando renuncia a su libertad, renuncia a la cualidad de hombre. Es pues humano reprimido el que actúa como un lobo y basta acabar con la represión para que recupere su humanidad.
Los acaparadores, acostumbrados a dominar el mundo mediante el miedo, la opresión y fomentando vicios como la división, la envidia y la desconfianza, se vieron en la necesidad de buscar otra filosofía que pudiera desvirtuar a la del amor. Quince siglos después de Jesús, un hombre llamado Hobbes “adaptó” una frase de un escritor latino llamado Plauto, que dijo que “El hombre es un lobo para el hombre cuando desconoce quién es el otro”. Sin duda, el mensaje de Plauto era anti-egoista pues ponía énfasis en la importancia de conocer, de valorar, de tener en cuenta a los demás, pero Hobbes lo amputó, dejando, tan solo, “El hombre es un lobo para el hombre” como una verdad irrebatible. Así nació la religión del egoísmo, sobre un dogma tramposo que después “adaptó” el darwinismo para convencernos de que todos los seres, y no solo los humanos, son egoístas por naturaleza.
El hombre es un devorador de hombres- repiten los acaparadores desde entonces -Y eso hace inviable que la mayoría de la gente se gobierne a sí misma ¿Cómo se va a gobernar, a sí misma, una jauría de lobos? Y sin embargo la naturaleza demuestra que las manadas de lobos son un modelo de orden, control y comportamiento solidario y respetuoso.
Esa pretendida maldad humana es la doctrina que sostiene el actual movimiento para crear una tiranía mundial dominada por la élites acaparadoras. El Nuevo Orden Mundial (NOM) no es otra cosa que el reconocimiento oficial de que el hombre es una bestia a la que hay que sujetar con un Estado fuerte y temible. Es más, ellos creen que a la bestia no hay que permitirle licencias como el voto, ya que un depredador siempre elegirá mal. Es la tiranía justificada por los tiranos, el descredito de Jesucristo, de Buda, de Sócrates, de Rousseau y d todos los humanos que han predicado que el bien puede ser fomentado y derrotar al mal.
La realidad, cuidadosamente ocultada porque no le conviene a los acaparadores, es que son ellos los que se han convertido en lobos al utilizar el poder para aplastar, dividir y asesinar. Dejar que millones de seres humanos se mueran de hambre cuando existen recursos suficientes para impedirlo, es lo que convierte en lobos a los poderosos y a sus esbirros, los políticos.
El hombre no es lobo para el hombre, pero el políticos y el poder oculto sí que lo son.
Francisco Rubiales
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