Ayer quedó demostrado que la democracia española no existe y que lo poco que quedaba está hundido en el cieno.
El Poder Legislativo ha sido anulado y sustituido por el "poder de los partidos", lo que convierte el sistema español en una partidocracia, en lugar de una democracia.
El Parlamento es concebido en las democracia como el gran templo del debate y de la libre expresión, donde se analizan los problemas y las soluciones en libertad, siempre bajo el respeto al bien común, pero en España es ya un corral de cabras, donde los pastores imponen siempre su ley al ganado.
La conclusión del drama es dura, pero hay que asumirla con todas sus consecuencias: los partidos políticos, sean de derecha o de izquierda, son el peor enemigo de la democracia, de la libertad y de la dignidad humana.
Todos sabemos que ayer había en el hemiciclo diputados que se avergonzaban de lo que votaron, pero que eran incapaces de votar como les exigía la conciencia, la democracia y la ciudadanía para no arruinar sus respectivas carreras políticas, por miedo miserable a perder los privilegios de su cargo.
Ayer quedó demostrado no sólo que el Parlamento español es el recinto para el rebaño mejor pagado del país, sino también que lo que llaman "disciplina de voto" es antidemocracia en estado puro, esclavitud y sometimiento a la tiranía de los partidos.
La experiencia demuestra que España podría ahorrarse el sueldo de centenares de ovejas de lujo que ocupan los escaños en el Congreso y el Senado y que bastaría con que se reúnan los jefes de los partidos para tomar las decisiones. Sería por lo menos más económico y los resultados serían idénticos a los que surgen de los debates y votaciones en los hemiciclos. Todo lo demás es adorno, tramoya y estafa.
La democracia española es una vergüenza y es imprescindible que los ciudadanos demócratas y decentes lo sepan e impongan una regeneración que los partidos, corrompidos hasta la médula y adictos al privilegio y al dinero, intentarán impedir por todos los medios.
Aunque nos duela reconocerlo, hemos entregado el poder del Estado a una pandilla de sinvergüenzas antidemocráticos, expertos en estafar al pueblo.
Francisco Rubiales
El Poder Legislativo ha sido anulado y sustituido por el "poder de los partidos", lo que convierte el sistema español en una partidocracia, en lugar de una democracia.
El Parlamento es concebido en las democracia como el gran templo del debate y de la libre expresión, donde se analizan los problemas y las soluciones en libertad, siempre bajo el respeto al bien común, pero en España es ya un corral de cabras, donde los pastores imponen siempre su ley al ganado.
La conclusión del drama es dura, pero hay que asumirla con todas sus consecuencias: los partidos políticos, sean de derecha o de izquierda, son el peor enemigo de la democracia, de la libertad y de la dignidad humana.
Todos sabemos que ayer había en el hemiciclo diputados que se avergonzaban de lo que votaron, pero que eran incapaces de votar como les exigía la conciencia, la democracia y la ciudadanía para no arruinar sus respectivas carreras políticas, por miedo miserable a perder los privilegios de su cargo.
Ayer quedó demostrado no sólo que el Parlamento español es el recinto para el rebaño mejor pagado del país, sino también que lo que llaman "disciplina de voto" es antidemocracia en estado puro, esclavitud y sometimiento a la tiranía de los partidos.
La experiencia demuestra que España podría ahorrarse el sueldo de centenares de ovejas de lujo que ocupan los escaños en el Congreso y el Senado y que bastaría con que se reúnan los jefes de los partidos para tomar las decisiones. Sería por lo menos más económico y los resultados serían idénticos a los que surgen de los debates y votaciones en los hemiciclos. Todo lo demás es adorno, tramoya y estafa.
La democracia española es una vergüenza y es imprescindible que los ciudadanos demócratas y decentes lo sepan e impongan una regeneración que los partidos, corrompidos hasta la médula y adictos al privilegio y al dinero, intentarán impedir por todos los medios.
Aunque nos duela reconocerlo, hemos entregado el poder del Estado a una pandilla de sinvergüenzas antidemocráticos, expertos en estafar al pueblo.
Francisco Rubiales
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