Se llaman "demócratas" porque han sido elegidos en las urnas, pero su sistema es falso y perverso porque no respeta ninguna de las reglas de la verdadera democracia: ni la separación de los poderes básicos del Estado, ni la libre alternancia, ni el imperio de una ley igual para todos, ni el respeto a los derechos fundamentales, ni el protagonismo del ciudadano, ni la libertad de información, ni la necesaria fortaleza de la sociedad civil, ni un sufragio universal verdaderamente libre, sin esas sucias y antidemocráticas listas cerradas y bloqueadas que impiden que el ciudadano pueda elegir a los representantes que quiera. Los hay de derechas y de izquierdas, pero los izquierdistas son los verdaderos maestros del nuevo despotismo disfrazado de democracia. Es una reencarnación del viejo totalitarismo comunista reformado en los laboratorios del poder, una fórmula que ellos consideran infalible para encaramarse nuevamente a la cúspide y permanecer en ella "para siempre".
Es el mayor engaño político desde el triunfo de la Revolución soviética, toda una "democracia totalitaria" de laboratorio, una astuta perversión de los sistemas democráticos nacidos y perfeccionados en Occidente durante los siglos XVIII y XIX y su sustitución por un sistema trucado que instaura el despotismo y pretende legalizarlo con unos procesos electorales también manipulados y falseados, donde una parte del pueblo cegado por la propaganda, desinformado, cargado de odio sectario y fanatizado por el miedo y la mentira suele otorgar el voto a los nuevos amos.
Venezuela, que en su momento estuvo a la vanguardia de la independencia americana, gracias al liderazgo de Simón Bolívar, es ahora el laboratorio mundial donde se perfecciona el fraude y se expande el virus del neototalitarismo que pasa por elecciones.
Se trata de una enorme conspiración de la izquierda mundial, que, después del hundimiento del Muro de Berlín y del fracaso del totalitarismo abierto comunista, cree haber encontradoahora la fórmula perfecta para renacer y retomar la ruta hacia el dominio mundial. En apariencia es demócrata porque acepta el sufragio, pero truca el sistema, lo pervierte y en realidad promueve una legalidad que se ajusta perfectamente a la unanimidad forzada soviética y a los campos de concentración de Cuba.
Apoyado por la izquierda de todo el mundo, que, calladamente, contempla el experimento venezolano con entusiasmo, el neodespotismo ha conseguido anidar en Bolivia, Ecuador y Nicaragua, aunque su última conquista, la de Honduras, se les ha frustrado, lo que explica el inédito y casi unánime rechazo internacional, impulsado por la izquierda, a la rebelión de las instituciones y poderes de Honduras ante el asalto al poder que estaba a punto de culminar el depuesto presidente Mel Zelaya.
Zelaya estaba en la ruta del "chavismo" neodéspota, lo que implica el control de los poderes del Estado, el descrédito y exterminio de la oposición, la liquidación de la libertad de prensa, la supresión o control de las instituciones y organizaciones fuertes de la sociedad civil, la división de la sociedad en bandos irreconciliables, un discurso de odio y revancha que lleva a la intimidación de la ciudadanía, el desarme moral y la desvinculación de las fuerzas armadas de su deber de defender la patria de enemigos internos, reforma constitucional, supresión de la limitación temporal del poder presidencial para permitir la reelección indefinida y la instauración permanente del líder en el poder, limitación a la propiedad privada, salvo a la que convenga al Estado y a sus amigos, debilitamiento y casi liquidación de las clases medias, descenso del nivel cultural de los ciudadanos y de la calidad de la enseñanza y control del poder por parte de una militancia de izquierdas bien entrenada, completamente adicta al neodespotismo, cargada de privilegios y bien pagada por los fondos públicos.
El "neodespotismo" no es, por desgracia, un fenómeno exclusivo de América Latina, sino una conspiración de escala mundial en la que está implicada una izquierda que quedó huérfana tras la derrota del comunismo y que tuvo que adaptarse a la democracia sin creer en ella, Desde entonces, ha funcionado como una quinta columna que ha pervertido la democracia todo lo que ha podido, estigmatizando el liberalismo y fortaleciendo el poder del Estado, que es la esencia de la fe de la izquierda, a la que jamás han renunciado.
Si se observa con imparcialidad la política actual, es fácil descubrir que en muchos países en teoría democráticos, pero dominados por la izquierda, como España, se cumplen muchas de las perversiones del neodespotismo "chavista", aunque no todas todavía: descrédito de la oposición, control de la libertad de prensa, manipulación de la sociedad a través de la mentira, el miedo y el control de los medios, la supresión o control de las instituciones y organizaciones fuertes de la sociedad civil, la división de la sociedad en bandos irreconciliables, un discurso de odio y revancha que lleva a la intimidación de la ciudadanía, el desarme moral y la desvinculación de las fuerzas armadas de su deber de defender la patria de enemigos internos, reforma constitucional, debilitamiento y casi liquidación de las clases medias, descenso del nivel cultural de los ciudadanos y de la calidad de la enseñanza y control del poder por parte de una militancia de izquierdas bien entrenada, completamente adicta al neodespotismo y cargada de privilegios y bien pagada por los fondos públicos.
Es el mayor engaño político desde el triunfo de la Revolución soviética, toda una "democracia totalitaria" de laboratorio, una astuta perversión de los sistemas democráticos nacidos y perfeccionados en Occidente durante los siglos XVIII y XIX y su sustitución por un sistema trucado que instaura el despotismo y pretende legalizarlo con unos procesos electorales también manipulados y falseados, donde una parte del pueblo cegado por la propaganda, desinformado, cargado de odio sectario y fanatizado por el miedo y la mentira suele otorgar el voto a los nuevos amos.
Venezuela, que en su momento estuvo a la vanguardia de la independencia americana, gracias al liderazgo de Simón Bolívar, es ahora el laboratorio mundial donde se perfecciona el fraude y se expande el virus del neototalitarismo que pasa por elecciones.
Se trata de una enorme conspiración de la izquierda mundial, que, después del hundimiento del Muro de Berlín y del fracaso del totalitarismo abierto comunista, cree haber encontradoahora la fórmula perfecta para renacer y retomar la ruta hacia el dominio mundial. En apariencia es demócrata porque acepta el sufragio, pero truca el sistema, lo pervierte y en realidad promueve una legalidad que se ajusta perfectamente a la unanimidad forzada soviética y a los campos de concentración de Cuba.
Apoyado por la izquierda de todo el mundo, que, calladamente, contempla el experimento venezolano con entusiasmo, el neodespotismo ha conseguido anidar en Bolivia, Ecuador y Nicaragua, aunque su última conquista, la de Honduras, se les ha frustrado, lo que explica el inédito y casi unánime rechazo internacional, impulsado por la izquierda, a la rebelión de las instituciones y poderes de Honduras ante el asalto al poder que estaba a punto de culminar el depuesto presidente Mel Zelaya.
Zelaya estaba en la ruta del "chavismo" neodéspota, lo que implica el control de los poderes del Estado, el descrédito y exterminio de la oposición, la liquidación de la libertad de prensa, la supresión o control de las instituciones y organizaciones fuertes de la sociedad civil, la división de la sociedad en bandos irreconciliables, un discurso de odio y revancha que lleva a la intimidación de la ciudadanía, el desarme moral y la desvinculación de las fuerzas armadas de su deber de defender la patria de enemigos internos, reforma constitucional, supresión de la limitación temporal del poder presidencial para permitir la reelección indefinida y la instauración permanente del líder en el poder, limitación a la propiedad privada, salvo a la que convenga al Estado y a sus amigos, debilitamiento y casi liquidación de las clases medias, descenso del nivel cultural de los ciudadanos y de la calidad de la enseñanza y control del poder por parte de una militancia de izquierdas bien entrenada, completamente adicta al neodespotismo, cargada de privilegios y bien pagada por los fondos públicos.
El "neodespotismo" no es, por desgracia, un fenómeno exclusivo de América Latina, sino una conspiración de escala mundial en la que está implicada una izquierda que quedó huérfana tras la derrota del comunismo y que tuvo que adaptarse a la democracia sin creer en ella, Desde entonces, ha funcionado como una quinta columna que ha pervertido la democracia todo lo que ha podido, estigmatizando el liberalismo y fortaleciendo el poder del Estado, que es la esencia de la fe de la izquierda, a la que jamás han renunciado.
Si se observa con imparcialidad la política actual, es fácil descubrir que en muchos países en teoría democráticos, pero dominados por la izquierda, como España, se cumplen muchas de las perversiones del neodespotismo "chavista", aunque no todas todavía: descrédito de la oposición, control de la libertad de prensa, manipulación de la sociedad a través de la mentira, el miedo y el control de los medios, la supresión o control de las instituciones y organizaciones fuertes de la sociedad civil, la división de la sociedad en bandos irreconciliables, un discurso de odio y revancha que lleva a la intimidación de la ciudadanía, el desarme moral y la desvinculación de las fuerzas armadas de su deber de defender la patria de enemigos internos, reforma constitucional, debilitamiento y casi liquidación de las clases medias, descenso del nivel cultural de los ciudadanos y de la calidad de la enseñanza y control del poder por parte de una militancia de izquierdas bien entrenada, completamente adicta al neodespotismo y cargada de privilegios y bien pagada por los fondos públicos.
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