La realidad del socialismo español actual nada tiene que ver con lo que el 40 Congreso del PSOE quiere vender. El sanchismo es un gigantesco traspantojo que pretende engañar a todo el mundo. Sus obsesiones se ocultan, al igual que sus pecados, carencias y fracasos, mientras se exhibe una realidad inventada, que no existe, donde destacan la unidad del partido, la fortaleza del socialismo y la existencia de una ideología. Nada se dice del intervencionismo, del odio que ahora despierta el socialismo en la mitad de España que en el pasado por lo menos lo respetaba, ni de la gigantesca manipulación de la verdad y el uso de la mentira para construir una sociedad sometida de bobos, poco críticos, sensacionalistas, amarillistas, capaz de ser pastoreada por los mentirosos profesionales y de tragar cualquier cosa que el poder quiera que traguemos.
Nada dice el Congreso de que la España que ellos construyen desde el poder está llena de energúmenos sin inteligencia para gobernar, sin capacidad para el análisis racional, sin liderazgo, sólo preparada para repartirse con euforia el botín del poder: dinero, trabajo seguro y un océano de privilegios donde figuran influencias, subvenciones, contratos, encargos y un largo etcétera corrupto y degradado.
El socialismo español ni siquiera reconoce que apuesta desde las escuelas por un país lleno de imbéciles que sacan conclusiones precipitadas y erróneas porque sólo se informa por lo que recibe de medios masivos corrompidos y sometidos al poder.
El socialismo es una transición a una sociedad cada vez más individualista, inmoral y salvaje. La gente con alma socialista o influida por su ideología toma decisiones en función de intereses personales particulares, entre los que figuran, por desgracia, la corrupción y el deseo de parasitar.
El socialismo real, situado a años luz de distancia del falso que se vende en el Congreso, es un eficiente tapón que impide que las ideas liberales y democráticas se expandan, lo que equivale a taponar la libertad individual, la democracia, los derechos ciudadanos y la prosperidad, que son territorios genuinamente de la libertad y la creatividad.
Por fortuna, el 40 congreso, el de la falsedad y el engaño, se clausura hoy, lo que significa que dejará de derramar su ponzoña irreal a lo largo y ancho de España.
Francisco Rubiales
Nada dice el Congreso de que la España que ellos construyen desde el poder está llena de energúmenos sin inteligencia para gobernar, sin capacidad para el análisis racional, sin liderazgo, sólo preparada para repartirse con euforia el botín del poder: dinero, trabajo seguro y un océano de privilegios donde figuran influencias, subvenciones, contratos, encargos y un largo etcétera corrupto y degradado.
El socialismo español ni siquiera reconoce que apuesta desde las escuelas por un país lleno de imbéciles que sacan conclusiones precipitadas y erróneas porque sólo se informa por lo que recibe de medios masivos corrompidos y sometidos al poder.
El socialismo es una transición a una sociedad cada vez más individualista, inmoral y salvaje. La gente con alma socialista o influida por su ideología toma decisiones en función de intereses personales particulares, entre los que figuran, por desgracia, la corrupción y el deseo de parasitar.
El socialismo real, situado a años luz de distancia del falso que se vende en el Congreso, es un eficiente tapón que impide que las ideas liberales y democráticas se expandan, lo que equivale a taponar la libertad individual, la democracia, los derechos ciudadanos y la prosperidad, que son territorios genuinamente de la libertad y la creatividad.
Por fortuna, el 40 congreso, el de la falsedad y el engaño, se clausura hoy, lo que significa que dejará de derramar su ponzoña irreal a lo largo y ancho de España.
Francisco Rubiales
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