La esquizofrenia política de España es impactante y difícil de entender, otra prueba de que "Spain is diferent". La izquierda tiene rasgos de derecha y la derecha tiene todos los rasgos y vicios de la izquierda. El PP y el PSOE son dos partidos-estafa que no son como sus votantes creen que son. Pero mientras que muchos partidos de izquierda admiten en el mundo las reglas capitalistas, apoyan a los ricos y sucumben a tentaciones de la derecha, no ocurre lo mismo en el sentido opuesto, salvo en España. El caso de la derecha española, encarnada en el PP, es raro e insólito porque es un partido político considerado de derecha por sus votantes, pero que siente y funciona como uno de izquierda.
Por la adoración del Estado y por su afición a cobrar impuestos sin límites, el PP más bien es un partido socialdemócrata, pero el partido lo niega con vehemencia y se disfraza porque sabe que sus votantes son de derechas. La mejor prueba de que el PP tiene el alma socialista es que ni una sola de las leyes ideológicas que aprobó de Zapatero ha sido derogada por el PP, ni siquiera apuestas tan contrarias a los criterios de la derecha mundial y a los deseos de sus votantes como la discriminación del varón, la memoria histórica, el divorcio-exprés y el derecho al aborto libre. Hasta con las feministas y colectivos de gays y lesbianas, el PP mantiene una relaciones que repugnanrían a cualquier derecha del Occidente civilizado. La política de Cristina Cifuentes en Madrid, nunca rechazada por el PP, es una prueba de que ese partido comulga con la militancia anticristiana, el aborto y la promoción de los colectivos de gays, lesbianas y transexuales.
El PP compite con el PSOE hasta en corrupción y en la forma como la practica, desde las instituciones, como si estuviera telecomandada por la cúspide del partido. Con su comportamiento está logrando que en España se imponga el criterio de que el PP es el partido más corrupto de la democracia.
Los populares han abjurado no sólo de la denominación de derechas, sino, también de toda idea que se asocie con el conservadurismo. Desde que fue reformado profundamente por José María Aznar, el objetivo del PP es arrinconar al PSOE cada vez más a la izquierda y ocupar todos los espacios existentes entre el PSOE y la extrema derecha. El sueño de Aznar, que, como Adolfo Suárez, creía que la mayoría de los españoles tendían a ser de izquierdas, era absorber a todos los partidos pequeños existentes en esos espacios y superar así el techo de cinco millones de votos que tenía el partido de Manuel Fraga.
Para completar esa operación, el PP ha huido de toda denominación de derechas y de toda idea que le asocie con el mundo conservador, eliminando de su identidad todo singo de democracia cristiana y liberalismo, sustituyéndolo por una difusa definición de "centro reformismo" en la cabe todo, incluso las políticas de izquierda que desplegaba el PSOE.
La derecha está aplastada en España, a pesar de que gobierna. El PP jamás ha defendido la ideología de la "derecha" porque realmente no la comparte. La presencia del PP en el poder convierte a España en un país rojo por los cuatro costados.
El endeudamiento, el despilfarro, el cobro desmesurado de impuestos y el intervencionismo del gobierno en la vida económica son rasgos tipicamente izquierdistas que el PP practica con más fervor que el propio PSOE.
Hasta en la tarea de engordar al Estado, otro rasgo genuino de la izquierda, es PP compite con el PSOE. Al llegar al poder nunca ha reducido el tamaño del Estado sino todo lo contrario. Así, alimentado por el PP y por el PSOE, España posee el Estado más gigantesco y desproporcionado de Europa, con casi medio millón de políticos viviendo a su costa, más de los que tienen Francia, Alemania y Gran Bretaña juntos.
Las corrupciones, dobleces y contradicciones ideológicas y políticas hacen del PP un partido débil y de votos prestados ante un electorado que le ha votado en 2016, en muchos casos con la nariz tapada, sólo porque no encontró nada mejor cuando se abrieron las urnas. El PP ha visto afeitar las barbas a su vecino y debería poner las suyas a remojar porque si surgiera en España un fenómeno como Donald Trump, un populista conservador capaz de conectar con los sentimientos populares, perdería masivamente sus votos y se quedaría todavía más mermado que el PSOE en la actualidad.
Francisco Rubiales
Por la adoración del Estado y por su afición a cobrar impuestos sin límites, el PP más bien es un partido socialdemócrata, pero el partido lo niega con vehemencia y se disfraza porque sabe que sus votantes son de derechas. La mejor prueba de que el PP tiene el alma socialista es que ni una sola de las leyes ideológicas que aprobó de Zapatero ha sido derogada por el PP, ni siquiera apuestas tan contrarias a los criterios de la derecha mundial y a los deseos de sus votantes como la discriminación del varón, la memoria histórica, el divorcio-exprés y el derecho al aborto libre. Hasta con las feministas y colectivos de gays y lesbianas, el PP mantiene una relaciones que repugnanrían a cualquier derecha del Occidente civilizado. La política de Cristina Cifuentes en Madrid, nunca rechazada por el PP, es una prueba de que ese partido comulga con la militancia anticristiana, el aborto y la promoción de los colectivos de gays, lesbianas y transexuales.
El PP compite con el PSOE hasta en corrupción y en la forma como la practica, desde las instituciones, como si estuviera telecomandada por la cúspide del partido. Con su comportamiento está logrando que en España se imponga el criterio de que el PP es el partido más corrupto de la democracia.
Los populares han abjurado no sólo de la denominación de derechas, sino, también de toda idea que se asocie con el conservadurismo. Desde que fue reformado profundamente por José María Aznar, el objetivo del PP es arrinconar al PSOE cada vez más a la izquierda y ocupar todos los espacios existentes entre el PSOE y la extrema derecha. El sueño de Aznar, que, como Adolfo Suárez, creía que la mayoría de los españoles tendían a ser de izquierdas, era absorber a todos los partidos pequeños existentes en esos espacios y superar así el techo de cinco millones de votos que tenía el partido de Manuel Fraga.
Para completar esa operación, el PP ha huido de toda denominación de derechas y de toda idea que le asocie con el mundo conservador, eliminando de su identidad todo singo de democracia cristiana y liberalismo, sustituyéndolo por una difusa definición de "centro reformismo" en la cabe todo, incluso las políticas de izquierda que desplegaba el PSOE.
La derecha está aplastada en España, a pesar de que gobierna. El PP jamás ha defendido la ideología de la "derecha" porque realmente no la comparte. La presencia del PP en el poder convierte a España en un país rojo por los cuatro costados.
El endeudamiento, el despilfarro, el cobro desmesurado de impuestos y el intervencionismo del gobierno en la vida económica son rasgos tipicamente izquierdistas que el PP practica con más fervor que el propio PSOE.
Hasta en la tarea de engordar al Estado, otro rasgo genuino de la izquierda, es PP compite con el PSOE. Al llegar al poder nunca ha reducido el tamaño del Estado sino todo lo contrario. Así, alimentado por el PP y por el PSOE, España posee el Estado más gigantesco y desproporcionado de Europa, con casi medio millón de políticos viviendo a su costa, más de los que tienen Francia, Alemania y Gran Bretaña juntos.
Las corrupciones, dobleces y contradicciones ideológicas y políticas hacen del PP un partido débil y de votos prestados ante un electorado que le ha votado en 2016, en muchos casos con la nariz tapada, sólo porque no encontró nada mejor cuando se abrieron las urnas. El PP ha visto afeitar las barbas a su vecino y debería poner las suyas a remojar porque si surgiera en España un fenómeno como Donald Trump, un populista conservador capaz de conectar con los sentimientos populares, perdería masivamente sus votos y se quedaría todavía más mermado que el PSOE en la actualidad.
Francisco Rubiales
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