España es, cada día más, un país sorprendente e inquietante. Algunos llaman "progreso" a las modernas excentricidades e irregularidades de los políticos, pero cualquier erudito o científico las denominaría con el mas apropiado nombre de "chapuzas antidemocráticas".
Pero lo más sorprendente es que los españoles están tan narcotizados y confundidos que no descubren las trampas que el poder y la cultura dominante le colocan en la ruta de sus vida, algunas de las cuales son enormes y burdas trampas "para elefantes".
Dos de las más espectáculares son la del "Consenso" y la del "Pacto de Estado".
Esas dos figuras lo permiten todo. El acuerdo entre socialistas y derechistas (PSOE y PP) parece suficiente para ilegalizar partidos incómodos, para nombrar jueces y magistrados y para autodotar a los políticos de pensiones de lujo, de sueldos exentos de fiscalidad y de muchos otros privilegios. Una especie de "consenso" tácito y silencioso es el que ha permitido a los partidos financiarse ilegalmente durante décadas y sembrar el país de corrupción, con lenta y letal eficacia. La cosa está tan mal en esta España "arrasada" por la política que ni siquiera e requiere ese ridículo "consenso" para endeudar al país hasta límites intolerables, implicando a las dos próximas generaciones, o para subir los impuestos como ha hecho el actual gobierno de Rajoy sin ni siquiera consultar a los ciudadanos.
En España se considera que existe "Consenso" cuando los dos partidos mayoritarios alcanzan un acuerdo para realizar cambios, algunos tan enormes e importantes que pueden transformar la ciudadanía y el futuro del país. Si se ponen de acuerdo para cambiar la Constitución, o para intervenir en la Justicia, entonces se habla de que "hay consenso" y se considera legal y lícito el acuerdo alcanzado entre el PSOE y el PP. Nadie parece darse cuenta que esos dos partidos están integrados tan solo por algunos cientos de miles de militantes y que apenas representan al 3 por ciento de la población española. Nadie parece darse cuenta que el gran partido de España se llama "Sociedad Civil" en el que militamos el 95 por ciento de los españoles que no tenemos carnet de partido político alguno.
En España, el "Consenso" y el "Pacto de Estado" lo hacen cuatro gatos, eso sí, en nombre de la nación y usurpando una mayoría que no tienen, tras ignorar y marginar nada menos que al 95 por ciento de los ciudadanos.
He planteado este asunto a un político socialista andaluz y me dice que los partidos no sólo representan a sus militantes, sino también a sus votantes y a la sociedad en general. Le he respondido que eso es una usurpación porque el voto ciudadano a un partido no es incondicional y permanente, sino vinculado a un programa y a unas listas electorales. El hombre no ha tenido otro remedio que darme la razón, pero ha agregado que "entre nosotros es costumbre sentirnos representantes de nuestros votantes", a lo que le he respondido ¿"también para negociar con ETA en contra de la opinión pública o para impulsar el insolidario y letal Estatuto de Cataluña, dos iniciativas que no estaban en programa electoral alguno?
Bueno, es lógico que la conversación no terminara bien, entre otras razones porque él vive de la usurpación y yo de la disidencia crítica a la antidemocracia.
La España actual va a moverse en torno a consensos y pactos entre el minoritario gobierno de Rajoy y partidos como el PP y Ciudadanos, constituyendo así mayorías suficientes para adoptar reformas y hasta cambios en la Constitución, pero en realidad son acuerdos de las élites que marginan a la ciudadanía, adoptados por representantes legalizados por el sistema, pero que en realidad son cuatro gatos arrogantes que ni siquiera consultan con la sociedad y la ciudadanía.
España es un país sometido a la dictadura de los partidos y los partidos son organizaciones verticales sometido a la dictadura de unos pocos, lo que significa que las grandes decisiones se toman de espaldas al pueblo y que el mecanismo tiene de democracia lo que yo de emperador de China.
Para poder considerar a España una democracia aceptable habría que:
Quitar poder a chorros a los partidos políticos; establecer mecanismos de control ciudadano al poder político, exigir transparencia en la "cosa pública", exigir a los políticos certificados de penales, de buena conducta y de solvencia moral, antes de ser candidatos a cargo público alguno, exigirles estudios y preparación suficientes para el cargo, consultar a los ciudadanos, mediante referéndum, cada vez que el poder opere en asuntos importantes y la opinión pública no está claramente de acuerdo, exigir dimisiones cada vez que un gobierno, sea nacional, regional, provincial o municipal, entre en colisión con el criterio mayoritario y los intereses de sus ciudadanos, que son sus "jefes" y los que les pagan el sueldo. Los partidos y gobierno, además, deberán tener sumo cuidado con todo aquello que hacen sin que estuviera previamente en sus programas electorales. Y, por supuesto, debería considerarse "delito político" establecer una alianza postelectoral con partidos de programas e ideologías distintas, si previamente no se les ha advertido a los votantes de esa intención. Y podrían citarse mil exigencias más de limpieza, lucha contra la corrupción, financiación, y decencia que es urgente introducir en la "praxis" política española, una de las más incontroladas, antidemocráticas y corruptas del planeta occidental.
Para hablar con propiedad y legitimidad de "Consenso" o de "Pacto de Estado", debería otorgársele un sitio preferente, acorde con su masa ciudadana, a la "Sociedad Civil", que debería tener representación en todos los espacios donde los partidos políticos se han "colado" con dudosa legalidad: en las universidades, cajas de ahorros, consejos de administración, etc.
No es lícito, ni limpio, ni democráticamente tolerable que dos o tres partidos se repartan el poder cuando apenas representan al 3 o al 4 por ciento de la ciudadanía. El 96 por ciento restante tiene derecho a sentirse estafado e ilícitamente marginado.
Pero en la España corrupta del presente, falsamente democrática y entregada en cuerpo y alma a una partitocracia que hace reir a medio mundo, pensar estas cosas es pura utopía o quizás fruto de la demencia inocente de quien ha viajado y leído demasiado.
Francisco Rubiales
Pero lo más sorprendente es que los españoles están tan narcotizados y confundidos que no descubren las trampas que el poder y la cultura dominante le colocan en la ruta de sus vida, algunas de las cuales son enormes y burdas trampas "para elefantes".
Dos de las más espectáculares son la del "Consenso" y la del "Pacto de Estado".
Esas dos figuras lo permiten todo. El acuerdo entre socialistas y derechistas (PSOE y PP) parece suficiente para ilegalizar partidos incómodos, para nombrar jueces y magistrados y para autodotar a los políticos de pensiones de lujo, de sueldos exentos de fiscalidad y de muchos otros privilegios. Una especie de "consenso" tácito y silencioso es el que ha permitido a los partidos financiarse ilegalmente durante décadas y sembrar el país de corrupción, con lenta y letal eficacia. La cosa está tan mal en esta España "arrasada" por la política que ni siquiera e requiere ese ridículo "consenso" para endeudar al país hasta límites intolerables, implicando a las dos próximas generaciones, o para subir los impuestos como ha hecho el actual gobierno de Rajoy sin ni siquiera consultar a los ciudadanos.
En España se considera que existe "Consenso" cuando los dos partidos mayoritarios alcanzan un acuerdo para realizar cambios, algunos tan enormes e importantes que pueden transformar la ciudadanía y el futuro del país. Si se ponen de acuerdo para cambiar la Constitución, o para intervenir en la Justicia, entonces se habla de que "hay consenso" y se considera legal y lícito el acuerdo alcanzado entre el PSOE y el PP. Nadie parece darse cuenta que esos dos partidos están integrados tan solo por algunos cientos de miles de militantes y que apenas representan al 3 por ciento de la población española. Nadie parece darse cuenta que el gran partido de España se llama "Sociedad Civil" en el que militamos el 95 por ciento de los españoles que no tenemos carnet de partido político alguno.
En España, el "Consenso" y el "Pacto de Estado" lo hacen cuatro gatos, eso sí, en nombre de la nación y usurpando una mayoría que no tienen, tras ignorar y marginar nada menos que al 95 por ciento de los ciudadanos.
He planteado este asunto a un político socialista andaluz y me dice que los partidos no sólo representan a sus militantes, sino también a sus votantes y a la sociedad en general. Le he respondido que eso es una usurpación porque el voto ciudadano a un partido no es incondicional y permanente, sino vinculado a un programa y a unas listas electorales. El hombre no ha tenido otro remedio que darme la razón, pero ha agregado que "entre nosotros es costumbre sentirnos representantes de nuestros votantes", a lo que le he respondido ¿"también para negociar con ETA en contra de la opinión pública o para impulsar el insolidario y letal Estatuto de Cataluña, dos iniciativas que no estaban en programa electoral alguno?
Bueno, es lógico que la conversación no terminara bien, entre otras razones porque él vive de la usurpación y yo de la disidencia crítica a la antidemocracia.
La España actual va a moverse en torno a consensos y pactos entre el minoritario gobierno de Rajoy y partidos como el PP y Ciudadanos, constituyendo así mayorías suficientes para adoptar reformas y hasta cambios en la Constitución, pero en realidad son acuerdos de las élites que marginan a la ciudadanía, adoptados por representantes legalizados por el sistema, pero que en realidad son cuatro gatos arrogantes que ni siquiera consultan con la sociedad y la ciudadanía.
España es un país sometido a la dictadura de los partidos y los partidos son organizaciones verticales sometido a la dictadura de unos pocos, lo que significa que las grandes decisiones se toman de espaldas al pueblo y que el mecanismo tiene de democracia lo que yo de emperador de China.
Para poder considerar a España una democracia aceptable habría que:
Quitar poder a chorros a los partidos políticos; establecer mecanismos de control ciudadano al poder político, exigir transparencia en la "cosa pública", exigir a los políticos certificados de penales, de buena conducta y de solvencia moral, antes de ser candidatos a cargo público alguno, exigirles estudios y preparación suficientes para el cargo, consultar a los ciudadanos, mediante referéndum, cada vez que el poder opere en asuntos importantes y la opinión pública no está claramente de acuerdo, exigir dimisiones cada vez que un gobierno, sea nacional, regional, provincial o municipal, entre en colisión con el criterio mayoritario y los intereses de sus ciudadanos, que son sus "jefes" y los que les pagan el sueldo. Los partidos y gobierno, además, deberán tener sumo cuidado con todo aquello que hacen sin que estuviera previamente en sus programas electorales. Y, por supuesto, debería considerarse "delito político" establecer una alianza postelectoral con partidos de programas e ideologías distintas, si previamente no se les ha advertido a los votantes de esa intención. Y podrían citarse mil exigencias más de limpieza, lucha contra la corrupción, financiación, y decencia que es urgente introducir en la "praxis" política española, una de las más incontroladas, antidemocráticas y corruptas del planeta occidental.
Para hablar con propiedad y legitimidad de "Consenso" o de "Pacto de Estado", debería otorgársele un sitio preferente, acorde con su masa ciudadana, a la "Sociedad Civil", que debería tener representación en todos los espacios donde los partidos políticos se han "colado" con dudosa legalidad: en las universidades, cajas de ahorros, consejos de administración, etc.
No es lícito, ni limpio, ni democráticamente tolerable que dos o tres partidos se repartan el poder cuando apenas representan al 3 o al 4 por ciento de la ciudadanía. El 96 por ciento restante tiene derecho a sentirse estafado e ilícitamente marginado.
Pero en la España corrupta del presente, falsamente democrática y entregada en cuerpo y alma a una partitocracia que hace reir a medio mundo, pensar estas cosas es pura utopía o quizás fruto de la demencia inocente de quien ha viajado y leído demasiado.
Francisco Rubiales
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