Si algo es científicamente evidente en la política española es que tras la muerte de Franco no se instauró la democracia, como se dijo, sino que un nuevo régimen sustituyó a otro que estaba agotado y un sistema autoritario anticuado cedió su sitio en la cúspide a otro régimen más modernizado, pero igualmente autoritario, capaz ahora de engañar mejor y de fingir democracia. Las élites que mandaban con Franco siguieron mandando, aunque tuvieron que cambiar de ropaje y de discurso. Por eso casi todos los socialistas y peperos que mandan hoy son hijos de antiguos falangistas o de grandes empresarios o funcionarios del Franquismo.
La democracia es un sistema y una cultura de convivencia en armonía y en discrepancia pacífica. Eso sí, tiene una reglas inamovibles sin las cuales el sistema no existe. Hay seis o siete importantísimas y ni una sóla de ellas se cumple en España:
En fin, podríamos seguir enumerando carencias que hacen de nuestro sistema una vulgar e indecente tiranía de partidos políticos fuera de control y hablar de corrupción, de mentiras institucionalizadas, de poder irrefrenado e irrefrenable de los partidos, de despilfarro, de descontrol de lo público, de arrogancia del poder, de un Estado hipertrofiado, enfermo de obesidad mórbida, que no para de crecer, de contratos públicos trucados, de urbanismo ilegal, de políticos deslegitimados que empiezan a ser odiados por una población (sobre todo en sus sectores más cultos) que ya empieza a descubrir el gran engaño, etc., etc.
Lamentamos tener que decirlo, pero a los muchos inocentes demócratas españoles que siguen creyendo que viven en democracia les conviene una buena cura de realismo crítico para que asuman de una vez la verdad: que estamos dominados por una tiranía de partidos con disfraz de democracia.
La democracia es un sistema y una cultura de convivencia en armonía y en discrepancia pacífica. Eso sí, tiene una reglas inamovibles sin las cuales el sistema no existe. Hay seis o siete importantísimas y ni una sóla de ellas se cumple en España:
- Separación de poderes básicos del Estados (Los poderes están ocupados por los partidos, que hasta se permiten la desvergüenza de nombrar a los altos magistrados)
- Los ciudadanos eligen libremente a sus representantes (son los partidos los que eligen, gracias a las listas cerradas y bloqueadas, mientras que al ciudadano se le ha arrebatado ese derecho, clave de la democracia)
- El ciudadano es el soberano y protagonista del sistema (aquí está relegado y marginado de los procesos de toma de decisiones e influencia. Sólo se le convoca para votar, sin que sus criterios sean tenidos en cuenta)
- El imperio de la ley, igual para todos (En España, como dijo el ministro Bermejo, la ley se aplica "según convenga a la jugada", de manera magmánima y suave para los amigos y de manera rigurosa y hasta letal para los adversarios)
- Una sociedad civil fuerte e independiente que sirva de contrapeso al Estado (En España la sociedad civil está ocupada por los partidos, que controlan hasta los santuarios más sagrados de esa sociedad civil, desde los sindicatos a los medios de comunicación, sin olvidar universidades, religiones, dundaciones, asociaciones y hasta empresas. En España, la sociedad civil está en estado de coma)
- Una prensa libre y crítica, capaz de fiscalizar a los ´grandes poderes (En España, los medios están sometidos a los grandes poderes y no cumplen la misión que la democracia les encomienda de servir a la verdad, cueste lo que cueste, criticando y fiscalizando a los grandes poderes, sobre todo al poder gubernamental, que necesita ser criticado para frenar sus tendencias autoritarias).
En fin, podríamos seguir enumerando carencias que hacen de nuestro sistema una vulgar e indecente tiranía de partidos políticos fuera de control y hablar de corrupción, de mentiras institucionalizadas, de poder irrefrenado e irrefrenable de los partidos, de despilfarro, de descontrol de lo público, de arrogancia del poder, de un Estado hipertrofiado, enfermo de obesidad mórbida, que no para de crecer, de contratos públicos trucados, de urbanismo ilegal, de políticos deslegitimados que empiezan a ser odiados por una población (sobre todo en sus sectores más cultos) que ya empieza a descubrir el gran engaño, etc., etc.
Lamentamos tener que decirlo, pero a los muchos inocentes demócratas españoles que siguen creyendo que viven en democracia les conviene una buena cura de realismo crítico para que asuman de una vez la verdad: que estamos dominados por una tiranía de partidos con disfraz de democracia.
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