En España, el socialismo ha estado a punto de destrozar el país las tres veces que ha gobernado desde la muerte de Franco: con Felipe González, con José Luis Rodríguez Zapatero y ahora con Pedro Sánchez, este último el peor y el más nocivo hijo del socialismo español desde los tiempos de Largo Caballero, Indalecio Prieto y Juan Negrín, personajes nefastos que condujeron a la guerra civil y a la derrota de la República.
Madrid, gobernada por la derecha, tras decidir convertirse en un muro de contención del dañino socialismo, es la autonomía más pujante de España y su capital en el cuarto centro comercial y financiero más poderoso de Europa, después de Londres, Frankfort y París.
La receta más eficaz contra el socialismo consiste en reforzar las libertades, bajar los impuestos, dejar de robar en las arcas públicas, renunciar al despilfarro y reconstruir los valores tradicionales, que el socialismo siempre elimina, desde el esfuerzo a la honradez, sin olvidar la verdad.
En países como España, probablemente el más destrozado por el socialismo entre las democracias que todavía se alinean con las libertades, los tres mayores pecados de los socialistas han sido la corrupción, el despilfarro y la codicia, que nos han llevado a la ruina, tras despilfarrar y expoliar a ciudadanos y empresas con impuestos injustos y abusivos.
Otro pecado imperdonable del socialismo español es el de haber empleado grandes cantidades de dinero público en financiar su poder y en comprar voluntades, medios de comunicación y votos.
Pero la lista de destrozos socialistas es mucho más extensa y dramática: endeudamiento atroz, enriquecimiento de políticos, privilegios desmesurados, derroche, hipertrofia del Estado, que ya es el más costoso de Europa, con más políticos que Francia, Inglaterra y Alemania juntos, reparto injusto de los recursos del estado, beneficiando a los amigos y castigando a los adversarios, clientelismo sofocante, amiguismo, corrupción en las subvenciones y contratos públicos, perdida de peso y prestigio internacional, aislamiento en los grandes foros mundiales y un largo etcétera que ha minado las bases económicas y morales de España, empujándola hasta el borde del precipicio.
En España, el socialismo está marcado por la corrupción, en especial por el escándalo de los EREs, un desastre de casi mil millones de euros robados que refleja el corrupto dominio socialista en Andalucía, donde dos expresidentes están condenados. Robar de esa manera es algo parecido al terrorismo, pero sin sangre. Se atenta contra el Estado, contra la democracia y contra los ciudadanos y las víctimas del "festival de golfos" de los EREs fueron, como en los atentados de ETA, los ciudadanos españoles saqueados y España como nación.
Pero quizás la mayor suciedad del socialismo español es que se ha aliado para gobernar con lo peor de la nación, con totalitarios comunistas, amigos del terrorismo, mercenarios vascos y catalanes y partidos separatistas que odian a España.
Aunque el caso de España es, probablemente, uno de los más sangrantes del mundo, hay muchos países que están destrozados sólo por tener gobiernos socialistas o comunistas, que en el fondo son lo mismo porque en uno y otro caso anteponen el Estado al ciudadano y reprimen las libertades individuales.
Italia ya expulsó de la política a su viejo partido socialista, aquel de Bettino Craxi que se impregnó de corrupción, y ahora muchos expertos creen que el ejemplo de Francia, que ha casi enterrado por completo a su partido socialista, será seguido por otros muchos pueblos del mundo que esperan fortalecer sus valores, derechos, libertades y prosperidad.
Francisco Rubiales
Madrid, gobernada por la derecha, tras decidir convertirse en un muro de contención del dañino socialismo, es la autonomía más pujante de España y su capital en el cuarto centro comercial y financiero más poderoso de Europa, después de Londres, Frankfort y París.
La receta más eficaz contra el socialismo consiste en reforzar las libertades, bajar los impuestos, dejar de robar en las arcas públicas, renunciar al despilfarro y reconstruir los valores tradicionales, que el socialismo siempre elimina, desde el esfuerzo a la honradez, sin olvidar la verdad.
En países como España, probablemente el más destrozado por el socialismo entre las democracias que todavía se alinean con las libertades, los tres mayores pecados de los socialistas han sido la corrupción, el despilfarro y la codicia, que nos han llevado a la ruina, tras despilfarrar y expoliar a ciudadanos y empresas con impuestos injustos y abusivos.
Otro pecado imperdonable del socialismo español es el de haber empleado grandes cantidades de dinero público en financiar su poder y en comprar voluntades, medios de comunicación y votos.
Pero la lista de destrozos socialistas es mucho más extensa y dramática: endeudamiento atroz, enriquecimiento de políticos, privilegios desmesurados, derroche, hipertrofia del Estado, que ya es el más costoso de Europa, con más políticos que Francia, Inglaterra y Alemania juntos, reparto injusto de los recursos del estado, beneficiando a los amigos y castigando a los adversarios, clientelismo sofocante, amiguismo, corrupción en las subvenciones y contratos públicos, perdida de peso y prestigio internacional, aislamiento en los grandes foros mundiales y un largo etcétera que ha minado las bases económicas y morales de España, empujándola hasta el borde del precipicio.
En España, el socialismo está marcado por la corrupción, en especial por el escándalo de los EREs, un desastre de casi mil millones de euros robados que refleja el corrupto dominio socialista en Andalucía, donde dos expresidentes están condenados. Robar de esa manera es algo parecido al terrorismo, pero sin sangre. Se atenta contra el Estado, contra la democracia y contra los ciudadanos y las víctimas del "festival de golfos" de los EREs fueron, como en los atentados de ETA, los ciudadanos españoles saqueados y España como nación.
Pero quizás la mayor suciedad del socialismo español es que se ha aliado para gobernar con lo peor de la nación, con totalitarios comunistas, amigos del terrorismo, mercenarios vascos y catalanes y partidos separatistas que odian a España.
Aunque el caso de España es, probablemente, uno de los más sangrantes del mundo, hay muchos países que están destrozados sólo por tener gobiernos socialistas o comunistas, que en el fondo son lo mismo porque en uno y otro caso anteponen el Estado al ciudadano y reprimen las libertades individuales.
Italia ya expulsó de la política a su viejo partido socialista, aquel de Bettino Craxi que se impregnó de corrupción, y ahora muchos expertos creen que el ejemplo de Francia, que ha casi enterrado por completo a su partido socialista, será seguido por otros muchos pueblos del mundo que esperan fortalecer sus valores, derechos, libertades y prosperidad.
Francisco Rubiales
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