Cataluña se ha convertido en el Vietnam de Mariano Rajoy y en la causa principal del fracaso de su carrera política. La derrota de Mariano es triste y dolorosa porque acertó al aplicar el artículo 155 contra la rebelión del independentismo delincuente, pero lo hizo tarde, con miedo, sin decisión y con una debilidad que fortaleció a los rebeldes.
Los constitucionalistas catalanes votaron en masa a Ciudadanos, un partido que desde el principio fue claro y partidario de la reconciliación, pero también del rigor y la aplicación de la ley, sin contemplaciones, contra la delincuencia rebelde. Al final, los catalanes que aman a España no quisieron saber nada de ese personaje blando llamado Rajoy, que, aunque la propaganda lo oculte, no supo encontrar las urnas del referéndum, ni evitarlo, ni supo impedir que el traidor Puigdemont, el hombre más odiado de España, escapara a Bruselas, burlándose de la seguridad española, y se convirtiera en un animador miserable de la leyenda negra antiespañola desde la antigua Flandes y que al final, quien sólo merece la cárcel por su desafío a España y a las leyes, ganase la hegemonía del bando republicano en las urnas.
Los 3 escaños obtenidos por el PP en Cataluña representan un inmenso ridículo para Rajoy que debilita su figura política en Cataluña, España y Europa. El Mariano que emerge del "desastre" catalán es más débil, menos líder y tiene menos futuro que el que acertó al aplicar el 155 contra los delincuentes, aunque fuera tarde y mal. A partir de ahora, a Rajoy no le queda otro futuro que resistir e intentar evitar que sus trincheras caigan, una tras otra, en manos de una fuerza más vital, limpia, fresca y decidida, como Ciudadanos, que despunta ya como partido hegemónico en España y como única fuerza política capaz de plantar cara, con éxito, a un desafio independentista al que Mariano no sólo no derrota sino que le da alas.
La debilidad hará que muchos de los pecados del pasado que quedaron ocultados por la propaganda y por la prensa amiga salgan a la luz. Los españoles van a saber toda la inmensa vileza que protagonizaron el PP y el PSOE en su política catalana, permitiendo abusos, violaciones de la ley, desprecio a la constitución y a los derechos humanos y hasta permiso para robar a placer a cambio de los votos del nacionalismo que uno y otro partido necesitaban para seguir gobernando. Los ciudadanos van a entender con asco cómo los dos grandes partidos políticos españoles son los grandes responsables de que el nazismo se abra paso en Cataluña y ya hasta gane elecciones por mayoría.
Y todo eso tendrá repercusiones en España entera, donde se agudizará el boicot contra las empresas sospechosas de haber mimado al independentismo, aumentará el ritmo de la fuga de empresas catalanas a otros territorios, crecerá el odio a los enemigos de España instalados en el poder catalán y los dos grandes partidos perderán millones de votos, como castigo por sus enormes errores y responsabilidades catalanas.
Ya hemos dicho que Cataluña será el gran problema de España durante todo el siglo XXI. Los resultados de ayer lo confirman y acercan más el conflicto al abismo de la violencia y el enfrentamiento abierto, que no está descartado que llegue a producirse si en España no surge un partido capaz de reformar las leyes, hacer que cada voto valga lo mismo, se emita donde se emita, y aplique la ley con decisión, rigor y entereza.
Todo indica que ese partido podría ser Ciudadanos.
Francisco Rubiales
Los constitucionalistas catalanes votaron en masa a Ciudadanos, un partido que desde el principio fue claro y partidario de la reconciliación, pero también del rigor y la aplicación de la ley, sin contemplaciones, contra la delincuencia rebelde. Al final, los catalanes que aman a España no quisieron saber nada de ese personaje blando llamado Rajoy, que, aunque la propaganda lo oculte, no supo encontrar las urnas del referéndum, ni evitarlo, ni supo impedir que el traidor Puigdemont, el hombre más odiado de España, escapara a Bruselas, burlándose de la seguridad española, y se convirtiera en un animador miserable de la leyenda negra antiespañola desde la antigua Flandes y que al final, quien sólo merece la cárcel por su desafío a España y a las leyes, ganase la hegemonía del bando republicano en las urnas.
Los 3 escaños obtenidos por el PP en Cataluña representan un inmenso ridículo para Rajoy que debilita su figura política en Cataluña, España y Europa. El Mariano que emerge del "desastre" catalán es más débil, menos líder y tiene menos futuro que el que acertó al aplicar el 155 contra los delincuentes, aunque fuera tarde y mal. A partir de ahora, a Rajoy no le queda otro futuro que resistir e intentar evitar que sus trincheras caigan, una tras otra, en manos de una fuerza más vital, limpia, fresca y decidida, como Ciudadanos, que despunta ya como partido hegemónico en España y como única fuerza política capaz de plantar cara, con éxito, a un desafio independentista al que Mariano no sólo no derrota sino que le da alas.
La debilidad hará que muchos de los pecados del pasado que quedaron ocultados por la propaganda y por la prensa amiga salgan a la luz. Los españoles van a saber toda la inmensa vileza que protagonizaron el PP y el PSOE en su política catalana, permitiendo abusos, violaciones de la ley, desprecio a la constitución y a los derechos humanos y hasta permiso para robar a placer a cambio de los votos del nacionalismo que uno y otro partido necesitaban para seguir gobernando. Los ciudadanos van a entender con asco cómo los dos grandes partidos políticos españoles son los grandes responsables de que el nazismo se abra paso en Cataluña y ya hasta gane elecciones por mayoría.
Y todo eso tendrá repercusiones en España entera, donde se agudizará el boicot contra las empresas sospechosas de haber mimado al independentismo, aumentará el ritmo de la fuga de empresas catalanas a otros territorios, crecerá el odio a los enemigos de España instalados en el poder catalán y los dos grandes partidos perderán millones de votos, como castigo por sus enormes errores y responsabilidades catalanas.
Ya hemos dicho que Cataluña será el gran problema de España durante todo el siglo XXI. Los resultados de ayer lo confirman y acercan más el conflicto al abismo de la violencia y el enfrentamiento abierto, que no está descartado que llegue a producirse si en España no surge un partido capaz de reformar las leyes, hacer que cada voto valga lo mismo, se emita donde se emita, y aplique la ley con decisión, rigor y entereza.
Todo indica que ese partido podría ser Ciudadanos.
Francisco Rubiales
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