Los últimos estertores del PSOE demuestran hasta más allá de toda duda que la clase política actual es deficiente, inmoral y ajena al ciudadano, a la democracia y a la decencia. La despedida del PSOE está siendo vergonzosa: dejan la caja vacía para que los sucesores no tengan recursos, falsean las cuentas para eludir la responsabilidad de haber arruinado a los ciudadanos, otorgan las últimas subvenciones a los suyos, nombran a su gente para que ocupe todos los puestos disponibles en los organismos públicos, incluso en aquellos órganos reguladores que deberían ser independientes, practican recortes en sanidad, educación y servicios básicos, pero se niegan a ser austeros y a cerrar las ruinosas televisiones públicas, sin renunciar a uno solo de sus privilegios inmerecidos, sin que dimitan los corruptos, despidiéndose de la bonanza del poder con mariscadas.
Ese es el comportamiento que nos ha llevado a la actual crisis mundial, causada no por los abusos de los banqueros, sino por la falta de control de los políticos, que estaban obligados a controlar la economía y no lo hicieron, por el despilfarro de los gobernantes, que prefirieron endeudarse hasta la locura antes que introducir mecanismos correctores y de austeridad, que no fueron capaces de adoptar medidas impopulares que eran imprescindibles, porque su prioridad siempre fueron los votos, nunca el bien común.
Nada ha cambiado para ellos, ni en la izquierda ni en la derecha, aunque todo haya cambiado para los que sufren el desempleo masivo, la pobreza y la pérdida de la alegría y la confianza. Los mismos comportamientos que nos han llevado hasta el desastre siguen vigentes porque nuestros políticos no son capaces de reconocer que el mal está en ellos mismos y que el origen de casi todos los males actuales está en el fracaso del liderazgo político en nuestro mundo. No están dispuestos a renunciar a sus privilegios, ni a prescindir de juguetes superfluos tan incosteables como las televisiones públicas, ni a ser ejemplos en los que los ciudadanos puedan mirarse. Ni siquiera piensan en que el mundo tiene que cambiar porque el que ellos han construido es ya inservible y ha muerto plagado de injusticia y suciedad. Para desgracia nuestra, sin imaginación ni grandeza, siguen soñando con el retorno del consumo, del ladrillo, de los impuestos que les hacen nadar en la abundancia, en poder regresar pronto al poder, con un Estado de nuevo atiborrado de dinero.
Son incorregibles y ni siquiera tienen ya espacio en su podridas mentes para la utopía y el sueño de la justicia.
Durante los largos años de bonanza nunca aprendieron a gobernar y sólo supieron utilizar el dinero para dominar. Daban subvenciones y ayudas a sus amigos y marginaban a sus adversarios; entregaban los cargos públicos a sus correligionarios; colocaban a los amigos del partido en puestos oficiales y legislaban según convenía al partido, no a los ciudadanos. Nunca tuvieron escrúpulos a la hora de recibir comisiones, de trucar concursos, de falsear oposiciones y pliegos de condiciones. Se comportaron como corruptos, como auténtidos manirrotos arrogantes y quisieron convencer a todos los ciudadanos de que había que estar con el poder porque fuera del Estado solo había frió, escasez y sufrimiento. Fueron unos auténticos bellacos y fue ese comportamiento sucio el que nos llevó hasta la actual crisis, mas ética que económica, hija del abuso y de la injusticia, consecuencia de pésimos gobiernos, de haber creado un mundo sin inteligencia ni esfuerzo, de haber fabricado ciudadanos embrutecidos y manadas de hombres que debían ser libres, convertidos por el poder político bastardo en rebaños torpes y sometidos.
Ese es el comportamiento que nos ha llevado a la actual crisis mundial, causada no por los abusos de los banqueros, sino por la falta de control de los políticos, que estaban obligados a controlar la economía y no lo hicieron, por el despilfarro de los gobernantes, que prefirieron endeudarse hasta la locura antes que introducir mecanismos correctores y de austeridad, que no fueron capaces de adoptar medidas impopulares que eran imprescindibles, porque su prioridad siempre fueron los votos, nunca el bien común.
Nada ha cambiado para ellos, ni en la izquierda ni en la derecha, aunque todo haya cambiado para los que sufren el desempleo masivo, la pobreza y la pérdida de la alegría y la confianza. Los mismos comportamientos que nos han llevado hasta el desastre siguen vigentes porque nuestros políticos no son capaces de reconocer que el mal está en ellos mismos y que el origen de casi todos los males actuales está en el fracaso del liderazgo político en nuestro mundo. No están dispuestos a renunciar a sus privilegios, ni a prescindir de juguetes superfluos tan incosteables como las televisiones públicas, ni a ser ejemplos en los que los ciudadanos puedan mirarse. Ni siquiera piensan en que el mundo tiene que cambiar porque el que ellos han construido es ya inservible y ha muerto plagado de injusticia y suciedad. Para desgracia nuestra, sin imaginación ni grandeza, siguen soñando con el retorno del consumo, del ladrillo, de los impuestos que les hacen nadar en la abundancia, en poder regresar pronto al poder, con un Estado de nuevo atiborrado de dinero.
Son incorregibles y ni siquiera tienen ya espacio en su podridas mentes para la utopía y el sueño de la justicia.
Durante los largos años de bonanza nunca aprendieron a gobernar y sólo supieron utilizar el dinero para dominar. Daban subvenciones y ayudas a sus amigos y marginaban a sus adversarios; entregaban los cargos públicos a sus correligionarios; colocaban a los amigos del partido en puestos oficiales y legislaban según convenía al partido, no a los ciudadanos. Nunca tuvieron escrúpulos a la hora de recibir comisiones, de trucar concursos, de falsear oposiciones y pliegos de condiciones. Se comportaron como corruptos, como auténtidos manirrotos arrogantes y quisieron convencer a todos los ciudadanos de que había que estar con el poder porque fuera del Estado solo había frió, escasez y sufrimiento. Fueron unos auténticos bellacos y fue ese comportamiento sucio el que nos llevó hasta la actual crisis, mas ética que económica, hija del abuso y de la injusticia, consecuencia de pésimos gobiernos, de haber creado un mundo sin inteligencia ni esfuerzo, de haber fabricado ciudadanos embrutecidos y manadas de hombres que debían ser libres, convertidos por el poder político bastardo en rebaños torpes y sometidos.
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