Los servicios de inteligencia del Gobierno de Alemania clasifican a "Afd" (Alternativa para Alemania) como partido "de extrema derecha". Esa decisión permite aumentar la vigilancia sobre esa formación, que fue la segunda fuerza más votada en las últimas elecciones, y abre también las puertas a su posible ilegalización.
Esa condena es antidemocrática y fascista, fruto también de la desesperación y la impotencia de los viejos partidos que hasta ahora gobernaban, cada día más rechazados por los ciudadanos.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, miembro de la nueva derecha italiana, afirma con razón: “La gente nos vota porque defendemos nuestra libertad, amamos a nuestras naciones y queremos proteger nuestras fronteras…”
Los de los viejos partidos, aterrorizados porque ven como pierden poder cada día, son comportamientos totalitarios, impropios de las democracias y ajenos al espíritu del Occidente libre.
Las nuevas derechas crecen en todo el mundo, pero lo hacen sobre todo en Europa, donde ya gobiernan en varios países y están a punto de lograrlo en otros, entre ellos Alemania y Francia.
Los ciudadanos votan a los partidos de la nueva derecha porque están cansados y frustrados del fracaso de socialistas, comunistas, verdes y viejas derechas, fuerzas corrompidas que han demostrado su ineficacia y fracaso gobernando, desde donde han construido una Europa invadida por la inmigración ilegal, en la que los políticos se enriquecen y acumuan privilegios y los ciudadanos se sienten postergados, desatendidos y maltratados.
En lugar de pedir perdón por su fracaso y rectificar, los viejos partidos, temerosos de perder el poder que controlan desde el fin de la II Guerra Mundial, han decidido aplastar a las nuevas derechas, a las que el pueblo otorga sus votos y en la que deposita su esperanza de regeneración.
El acoso y la ilegalización de los partidos preferidos por los ciudadanos son de las peores bajezas políticas y la más antidemocrática de la moderna Historia de Europa, además de la prueba de que el viejo continente se ha convertido en una cloaca en manos de políticos degenerados.
Francisco Rubiales
Esa condena es antidemocrática y fascista, fruto también de la desesperación y la impotencia de los viejos partidos que hasta ahora gobernaban, cada día más rechazados por los ciudadanos.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, miembro de la nueva derecha italiana, afirma con razón: “La gente nos vota porque defendemos nuestra libertad, amamos a nuestras naciones y queremos proteger nuestras fronteras…”
Los de los viejos partidos, aterrorizados porque ven como pierden poder cada día, son comportamientos totalitarios, impropios de las democracias y ajenos al espíritu del Occidente libre.
Las nuevas derechas crecen en todo el mundo, pero lo hacen sobre todo en Europa, donde ya gobiernan en varios países y están a punto de lograrlo en otros, entre ellos Alemania y Francia.
Los ciudadanos votan a los partidos de la nueva derecha porque están cansados y frustrados del fracaso de socialistas, comunistas, verdes y viejas derechas, fuerzas corrompidas que han demostrado su ineficacia y fracaso gobernando, desde donde han construido una Europa invadida por la inmigración ilegal, en la que los políticos se enriquecen y acumuan privilegios y los ciudadanos se sienten postergados, desatendidos y maltratados.
En lugar de pedir perdón por su fracaso y rectificar, los viejos partidos, temerosos de perder el poder que controlan desde el fin de la II Guerra Mundial, han decidido aplastar a las nuevas derechas, a las que el pueblo otorga sus votos y en la que deposita su esperanza de regeneración.
El acoso y la ilegalización de los partidos preferidos por los ciudadanos son de las peores bajezas políticas y la más antidemocrática de la moderna Historia de Europa, además de la prueba de que el viejo continente se ha convertido en una cloaca en manos de políticos degenerados.
Francisco Rubiales
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