La democracia es clara al establecer que la sociedad civil debe existir al margen de la vida política y con independencia, precisamente para que sirva de contrapeso al poder político. Pero los partidos, ambiciosos e irrefrenables, han ocupado la sociedad civil y la han asfixiado hasta dejarla al borde del coma, con lo que han prostituido la democracia.
Si se abandona el bastardo principio de que los partidos políticos tienen el monopolio de la representación y se admiten los más justos y democráticos principios de que ni siquiera representan con plenitud a sus propios afiliados y que el voto de los ciudadanos no otorga un cheque en blanco sino un mandato para cumplir las promesas electorales y gobernar con justicia y eficiencia, entonces las cosas podrían cambiar y este mundo, transformado en oligárquico por los partidos políticos, podría llegar a ser democrático.
Al principio de que «Los males de la democracia se solucionan con más democracia», los políticos contraponen y aplican justo lo contrario: los problemas se solucionan con más poder concentrado, imposiciones, prohibiciones, abusos, arbitrariedad y recortes.
Mientras que los partidos políticos, si son grandes y de ámbito nacional, pueden llegar a tener unos pocos cientos de miles de afiliados, la sociedad civil está integrada por millones de personas, muchas de las cuales no se sienten ni identificadas, ni representadas por esos partidos que han monopolizado el poder.
La Sociedad civil debe tener sus propios representantes en las instituciones, sobre todo en aquellas que son de interés general y público, donde la presencia sectaria y arbitraria de los partidos sólo causa perjuicios.
La representatividad de la sociedad civil debe asumirse en democracia hasta sus últimas consecuencias, lo que haría posible que los simples ciudadanos que no tengan el respaldo de un partido pudieran presentarse a las elecciones, amparados por su pertenencia a la sociedad civil.
Es la sociedad civil y no los partidos la que debe controlar el sistema político y la economía, entre otras razones porque poner a políticos controlando la política o la economía es como colocar al lobo al cuidado de las ovejas.
Si se abandona el bastardo principio de que los partidos políticos tienen el monopolio de la representación y se admiten los más justos y democráticos principios de que ni siquiera representan con plenitud a sus propios afiliados y que el voto de los ciudadanos no otorga un cheque en blanco sino un mandato para cumplir las promesas electorales y gobernar con justicia y eficiencia, entonces las cosas podrían cambiar y este mundo, transformado en oligárquico por los partidos políticos, podría llegar a ser democrático.
Al principio de que «Los males de la democracia se solucionan con más democracia», los políticos contraponen y aplican justo lo contrario: los problemas se solucionan con más poder concentrado, imposiciones, prohibiciones, abusos, arbitrariedad y recortes.
Mientras que los partidos políticos, si son grandes y de ámbito nacional, pueden llegar a tener unos pocos cientos de miles de afiliados, la sociedad civil está integrada por millones de personas, muchas de las cuales no se sienten ni identificadas, ni representadas por esos partidos que han monopolizado el poder.
La Sociedad civil debe tener sus propios representantes en las instituciones, sobre todo en aquellas que son de interés general y público, donde la presencia sectaria y arbitraria de los partidos sólo causa perjuicios.
La representatividad de la sociedad civil debe asumirse en democracia hasta sus últimas consecuencias, lo que haría posible que los simples ciudadanos que no tengan el respaldo de un partido pudieran presentarse a las elecciones, amparados por su pertenencia a la sociedad civil.
Es la sociedad civil y no los partidos la que debe controlar el sistema político y la economía, entre otras razones porque poner a políticos controlando la política o la economía es como colocar al lobo al cuidado de las ovejas.
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