Zapatero está en horas bajas, abrumado porque cada día es mayor la parte de la sociedad española que, harta de decadencia, abusos y errores, pide su dimisión y elecciones anticipadas. Ante ese "drama" de la izquierda, los "perros del poder" al servicio del gobierno y de la falsa "progresía" española, siempre preocupados porque se les derrumba el imperio y muchas veces histéricos porque temen perder sus privilegios, están haciendo horas extras.
Iñaki Gabilondo, maestro del periodismo sumiso al PSOE, utiliza sus espacios para promocionar las tesis más convincentes del poder, utilizando para ello a las "piezas" más hábiles de la casta socialista, como el ministro Rubalcaba. El director del diario Público, el medio escrito más fanático y agresivo de la izquierda socialista española, Jesús Maraña, se marcaba un discurso en defensa de la penúltima ‘parida' del presidente del Gobierno, la de que los parados en formación no son tal porque trabajan para España. Enric Sopena, un defensor a ultranza del poder que ha emigrado desde el Opus Dei al socialismo, libra una guerra personal contra Esperanza Aguirre, a la que quiere convertir en el "icono" del odio de toda la izquierda española, probablemente para unir fuerzas en torno al devaluado Zapatero.
Otros muchos servidores del poder, acostumbrados a anteponer sus intereses partidistas al periodismo, habituales defensores de la mentira del poder y ajenos a la verdad que obliga a los periodistas, están haciendo horas extras en estos momentos difíciles para un socialismo que, conducido por Zapataro, se dirige hacia la derrota y a vivir apartado del gobierno durante décadas, como consecuencia de los estragos que el Zapaterismo ha causado a la sociedad española.
Carnicero fustiga a Tomás Gómez y parece enamorado de Trinidad Jiménez; Maria Antonia Iglesias rezuma odio y fuego; Manuel Conthe comparó a las centrales sindicales con la Iglesia católica. Basta observar con frialdad de mente a los periodistas sometidos al socialismo en las tertulias de radio y televisión para descubrir que están al borde de la histeria y sumidos en la agonía de la derrota inminente. Sus argumentos son desesperados y sus afirmaciones, muchas veces increíbles y absurdas, alejadas del sentir general de la sociedad, reflejan nervios, angustia y mucho miedo a perder los privilegios que les otorga su sectarismo y su defensa de la "verdad del poder", que es distinta a la verdad pura.
Hay un párrafo en mi libro "Pariodistas Sometidos) (Almuzara, 2009), que refleja la situación: "Para el periodista, cuya misión esencial es descubrir y revelar la verdad, esa diferencia entre la verdad y la mentira es crucial y marca la frontera entre la libertad y el sometimiento, entre el buen periodismo y el bastardo. La lógica dictamina que para un periodista es irrenunciable situarse al lado de los ciudadanos y luchar con ellos, hombro con hombro, para encerrar en una cámara blindada al despotismo y a sus mentiras asociadas".
La mayoría de los "perros" están acogidos en medios públicos, donde reciben del Estado compensación por sus servicios y traiciones a la verdad. Esos medios públicos, sin otro cometido que apoyar a los gobernantes y esparcir mentiras y propaganda en la sociedad, deberían ser privatizados para dejar de ser un gasto público insoportable para la España en crisis. Sólo con el dinero obtenido de la privatización de las televisiones públicas españolas podrían solucionarse gran parte de los problemas de la economía española, especialmente el déficit público, y no serían necesarias las congelaciones de pensiones, las dañinas subidas de impuestos sueldos, las injustas bajadas de sueldos a los funcionarios y el irracional frenazo a las inversiones públicas en infraestructuras básicas.
Iñaki Gabilondo, maestro del periodismo sumiso al PSOE, utiliza sus espacios para promocionar las tesis más convincentes del poder, utilizando para ello a las "piezas" más hábiles de la casta socialista, como el ministro Rubalcaba. El director del diario Público, el medio escrito más fanático y agresivo de la izquierda socialista española, Jesús Maraña, se marcaba un discurso en defensa de la penúltima ‘parida' del presidente del Gobierno, la de que los parados en formación no son tal porque trabajan para España. Enric Sopena, un defensor a ultranza del poder que ha emigrado desde el Opus Dei al socialismo, libra una guerra personal contra Esperanza Aguirre, a la que quiere convertir en el "icono" del odio de toda la izquierda española, probablemente para unir fuerzas en torno al devaluado Zapatero.
Otros muchos servidores del poder, acostumbrados a anteponer sus intereses partidistas al periodismo, habituales defensores de la mentira del poder y ajenos a la verdad que obliga a los periodistas, están haciendo horas extras en estos momentos difíciles para un socialismo que, conducido por Zapataro, se dirige hacia la derrota y a vivir apartado del gobierno durante décadas, como consecuencia de los estragos que el Zapaterismo ha causado a la sociedad española.
Carnicero fustiga a Tomás Gómez y parece enamorado de Trinidad Jiménez; Maria Antonia Iglesias rezuma odio y fuego; Manuel Conthe comparó a las centrales sindicales con la Iglesia católica. Basta observar con frialdad de mente a los periodistas sometidos al socialismo en las tertulias de radio y televisión para descubrir que están al borde de la histeria y sumidos en la agonía de la derrota inminente. Sus argumentos son desesperados y sus afirmaciones, muchas veces increíbles y absurdas, alejadas del sentir general de la sociedad, reflejan nervios, angustia y mucho miedo a perder los privilegios que les otorga su sectarismo y su defensa de la "verdad del poder", que es distinta a la verdad pura.
Hay un párrafo en mi libro "Pariodistas Sometidos) (Almuzara, 2009), que refleja la situación: "Para el periodista, cuya misión esencial es descubrir y revelar la verdad, esa diferencia entre la verdad y la mentira es crucial y marca la frontera entre la libertad y el sometimiento, entre el buen periodismo y el bastardo. La lógica dictamina que para un periodista es irrenunciable situarse al lado de los ciudadanos y luchar con ellos, hombro con hombro, para encerrar en una cámara blindada al despotismo y a sus mentiras asociadas".
La mayoría de los "perros" están acogidos en medios públicos, donde reciben del Estado compensación por sus servicios y traiciones a la verdad. Esos medios públicos, sin otro cometido que apoyar a los gobernantes y esparcir mentiras y propaganda en la sociedad, deberían ser privatizados para dejar de ser un gasto público insoportable para la España en crisis. Sólo con el dinero obtenido de la privatización de las televisiones públicas españolas podrían solucionarse gran parte de los problemas de la economía española, especialmente el déficit público, y no serían necesarias las congelaciones de pensiones, las dañinas subidas de impuestos sueldos, las injustas bajadas de sueldos a los funcionarios y el irracional frenazo a las inversiones públicas en infraestructuras básicas.
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