Hay mil razones para repudiar a Zapatero y para desear con todas las fuerzas que desaparezca del panorama político español. La última de ellas es que su lamentable liderazgo nos ha llevado a encabezar el vergonzoso "índice de miseria" en Europa. Pero hay otras muchas razones, desde su insólito "fervor" por destruir militarmente a su amigo Gadafi a haber elevado la mentira y el engaño hasta los altares, pero la principal de ellas es que, cargado de arrogancia y de soberbia, se niega a escuchar el clamor ciudadano que le pide que se marche.
La rebeldía ha sido siempre el verdadero motor de la Historia y combatir al gobierno inicuo es un derecho de índole natural, superior al de cualquier ley redactada por el hombre. En la España actual es aplicable ese derecho a rechazar al mal gobernante que conduce a su pueblo hacia la ruina y el desastre. En consecuencia, combatir a Zapatero y exigirle que se marche, como desea la inmensa mayoría de la sociedad, es un deber y un blasón para cualquier ciudadano decente.
En un país como España, donde el mal gobierno está destruyendo la prosperidad, degradando la sociedad y envenenando la convivencia, nada puede ser más revolucionario y progresista que expulsar al mal gobernante del poder. Quienes defienden la tesis inmovilista e injusta de que el que ha sido elegido tiene un cheque en blanco ciudadano para gobernar hasta que termine su mandato, confunden la democracia con una dictadura de partidos y de políticos profesionales electos. El poder, en democracia, siempre está sujeto a la confianza del administrado en su administrador y cuando esa confianza se pierde, como ha ocurrido en España, el poder es ilegítimo e inmoral.
Las encuestas reflejan en España un rechazo a Zapatero superior al que tenían el tunecino Ben Alí y el egipcio Mubarak antes de que fueran depuestos por sus pueblos en rebeldía. En cualquier democracia decente del mundo es inconcebible que un dirigente pueda mantenerse en el poder siendo rechazado por el 80 por ciento de los ciudadanos. En España, el clamor para que Zapatero se marche y convoque elecciones anticipadas es ya un grito desesperado. El PSOE, el partido que sostiene a Zapatero en el gobierno, ayudado por nacionalistas y oportunistas que venden su voto por dinero y privilegios, está cavando su tumba política al desoir el clamor popular que le pide el fin de este insoportable y dañino gobierno.
Las dos principales causas de las rebeliones populares en Túnez, Egipto y Libia han sido el desempleo entre los jóvenes y la corrupción institucional, dos males que infectan hasta la médula a la España de Zapatero. Pero los males y daños del "zapaterismo" son muchos más: mentiras reiteradas, promesas incumplidas, destrucción del Estado de Derecho, desmontaje de la política social, desprotección del ciudadano, arbitrariedad en las decisiones, desigualdad, destrucción de los valores, desempleo masivo, avance hacia la pobreza, pérdida de confianza, amiguismo, nepotismo, enchufismo, corrupción, despilfarro, endeudamiento atroz, arrogancia, rechazo ciudadano al poder y una tristeza profunda que infecta ya a un pueblo que, antes de padecer el dominio de Zapatero y sus socialistas, era alegre y sentía orgullo de ser español.
El rechazo a Zapatero y la lucha contra sus abusos y mal gobierno es la única tarea que dignifica hoy a la ciudadanía española y la rebeldía es la única postura que puede servir de cimiento a una futura regeneración de España, que debe liberarse con urgencia de todos los políticos que se parezcan a Zapatero.
La rebeldía ha sido siempre el verdadero motor de la Historia y combatir al gobierno inicuo es un derecho de índole natural, superior al de cualquier ley redactada por el hombre. En la España actual es aplicable ese derecho a rechazar al mal gobernante que conduce a su pueblo hacia la ruina y el desastre. En consecuencia, combatir a Zapatero y exigirle que se marche, como desea la inmensa mayoría de la sociedad, es un deber y un blasón para cualquier ciudadano decente.
En un país como España, donde el mal gobierno está destruyendo la prosperidad, degradando la sociedad y envenenando la convivencia, nada puede ser más revolucionario y progresista que expulsar al mal gobernante del poder. Quienes defienden la tesis inmovilista e injusta de que el que ha sido elegido tiene un cheque en blanco ciudadano para gobernar hasta que termine su mandato, confunden la democracia con una dictadura de partidos y de políticos profesionales electos. El poder, en democracia, siempre está sujeto a la confianza del administrado en su administrador y cuando esa confianza se pierde, como ha ocurrido en España, el poder es ilegítimo e inmoral.
Las encuestas reflejan en España un rechazo a Zapatero superior al que tenían el tunecino Ben Alí y el egipcio Mubarak antes de que fueran depuestos por sus pueblos en rebeldía. En cualquier democracia decente del mundo es inconcebible que un dirigente pueda mantenerse en el poder siendo rechazado por el 80 por ciento de los ciudadanos. En España, el clamor para que Zapatero se marche y convoque elecciones anticipadas es ya un grito desesperado. El PSOE, el partido que sostiene a Zapatero en el gobierno, ayudado por nacionalistas y oportunistas que venden su voto por dinero y privilegios, está cavando su tumba política al desoir el clamor popular que le pide el fin de este insoportable y dañino gobierno.
Las dos principales causas de las rebeliones populares en Túnez, Egipto y Libia han sido el desempleo entre los jóvenes y la corrupción institucional, dos males que infectan hasta la médula a la España de Zapatero. Pero los males y daños del "zapaterismo" son muchos más: mentiras reiteradas, promesas incumplidas, destrucción del Estado de Derecho, desmontaje de la política social, desprotección del ciudadano, arbitrariedad en las decisiones, desigualdad, destrucción de los valores, desempleo masivo, avance hacia la pobreza, pérdida de confianza, amiguismo, nepotismo, enchufismo, corrupción, despilfarro, endeudamiento atroz, arrogancia, rechazo ciudadano al poder y una tristeza profunda que infecta ya a un pueblo que, antes de padecer el dominio de Zapatero y sus socialistas, era alegre y sentía orgullo de ser español.
El rechazo a Zapatero y la lucha contra sus abusos y mal gobierno es la única tarea que dignifica hoy a la ciudadanía española y la rebeldía es la única postura que puede servir de cimiento a una futura regeneración de España, que debe liberarse con urgencia de todos los políticos que se parezcan a Zapatero.
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