'Menos asesores y más profesores'. Fue el eslogan mas certero de la manifestación de padres, profesores y alumnos, en Madrid, contra la nueva ley de educación, celebrada el jueves 24 de octubre. Es difícil encontrar una frase que resuma mejor la suciedad que los partidos políticos gobernantes en España han arrojado sobre la sociedad y la nación. España es un país lleno de asesores y enchufados al servicio de una clase política desalmada, que se niega a renunciar a sus vicios y privilegios y que, sucia y antidemocráticamente, ha preferido que los ciudadanos paguen la dura factura de la crisis con recortes dramáticos en sectores vitales como la educación, la sanidad y la protección social, antes que cerrar una sola televisión pública, licenciar a parte de los cientos de miles de enchufados y amigos con carné de partidos que viven a costa del Estado o cerrar las administraciones y empresas inútiles, que duplican y hasta triplican las tareas administrativas en un Estado enfermo de ebesidad mórbida, que actúa como una losa de ploma que asfixia a España e impide su prosperidad.
Los asesores, superfluos, bien pagados y sin otro mérito que tener el carné de un partido político, saturan un Estado que es poco exigente y mezquino con el profesorado, al que le faltan estímulos, exigencias, autoridad académica y calidad, un problema que unido a los cambios continuos en las leyes y la falta de exigencias a los alumnos han convertido la enseñanza en España en una de las de menor calidad en Europa y el mundo avanzado.
Los grandes partidos políticos españoles son incapaces de ponerse de acuerdo entre ellos en otra cosa que no sea elevar los sueldos, pensiones y privilegios de los políticos. Son un escándalo intolerable, un constante mal ejemplo y el peor cáncer de España, a los que es lícito culpar de casi todos los males del país, desde el separatismo a la corrupción, sin descartar el abuso de poder, la infelicidad de los ciudadanos, el avance de la pobreza, el desempleo masivo, la destrucción del tejido empresarial, los impuestos injustos y abusivos y la baja calidad generalizada de una democracia que está dejando de ser apreciada, como sistema político, por la ciudadanía.
"Menos asesores más (y mejores) profesores" debería ser la receta mágica de la España actual, destrozada por las izquierdas y las derechas, separadas por la apetencia de poder y unidas por la corrupción y el insaciable apego al dinero y a los privilegios. Con menos asesores y políticos, España se liberaría de un lastre que le impide despegar y con más y mejores profesores empezaría a garantizar, con jóvenes bien formados y preparados, un futuro que ahora se percibe amenazante e incierto.
Los asesores, superfluos, bien pagados y sin otro mérito que tener el carné de un partido político, saturan un Estado que es poco exigente y mezquino con el profesorado, al que le faltan estímulos, exigencias, autoridad académica y calidad, un problema que unido a los cambios continuos en las leyes y la falta de exigencias a los alumnos han convertido la enseñanza en España en una de las de menor calidad en Europa y el mundo avanzado.
Los grandes partidos políticos españoles son incapaces de ponerse de acuerdo entre ellos en otra cosa que no sea elevar los sueldos, pensiones y privilegios de los políticos. Son un escándalo intolerable, un constante mal ejemplo y el peor cáncer de España, a los que es lícito culpar de casi todos los males del país, desde el separatismo a la corrupción, sin descartar el abuso de poder, la infelicidad de los ciudadanos, el avance de la pobreza, el desempleo masivo, la destrucción del tejido empresarial, los impuestos injustos y abusivos y la baja calidad generalizada de una democracia que está dejando de ser apreciada, como sistema político, por la ciudadanía.
"Menos asesores más (y mejores) profesores" debería ser la receta mágica de la España actual, destrozada por las izquierdas y las derechas, separadas por la apetencia de poder y unidas por la corrupción y el insaciable apego al dinero y a los privilegios. Con menos asesores y políticos, España se liberaría de un lastre que le impide despegar y con más y mejores profesores empezaría a garantizar, con jóvenes bien formados y preparados, un futuro que ahora se percibe amenazante e incierto.
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