En el presente atómico y democrático, los ciudadanos no somos ya esclavos de señores feudales caprichosos, ni de emperadores o reyes totalitarios sino de políticos elegidos por nosotros mismos. Es el cénit del surrealismo político. Los que tenían que ser nuestros servidores, son nuestros amos y los que representan la libertad democrática se han transformado en sátrapas hipócritas que nos oprimen ¿Es posible imaginar mayor humillación y más surrealismo político?
Han transformado las democracias en dictaduras de partidos políticos y de políticos profesionales. Se han aprovechado de que el ciudadano se siente libre y es individualista para esclavizarlo desde partidos políticos que ya sólo se rerpresentan a si mismos, que han perdido todo vínculo con la ciudadanía y con la decencia. Nuestros empleados son nuestros dueños; nuestros representantes nos oprimen; aquellos a los que hemos elegido se han transformado en monstruos ¿Cabe más surrealismo? ¿Es posible una mayor dosis de masoquismo ciudadano?
No hace falta ser un lince para descubrir que el ciudadano ha sido expulsado de la política y del proceso de toma de decisiones, quedando reducido a esclavo dominado y obligado a pagar impuestos a cambio de servicios sin calidad, sin poder deponer a los gobernantes ineptos, sin capacidad para mandar sobre nuestros empleados políticos, sin ni siquiera voz para protestar ante las desigualdades, injusticias y desmanes de un poder que miente cuando dice representarnos y servirnos.
En el momento en que la liberación del nuevo yugo de los falsos demócratas se está convirtiendo en la prioridad de los ciudadanos honrados y decentes de todo el mundo, es necesario recordar, como decía Martín Luther King, que para que se nos suban encima hemos tenido que doblar la rodilla previamente. El primer paso para liberarnos de los sátrapas es reconocer y asumir nuestra degradación como ciudadanos y la condición de esclavos que nos han impuesto. Posteriormente, podremos alzarnos contra ellos y echarlos de nuestro mundo, recuperando la democracia que ellos han prostituido, primero, y asesinado después.
Las democracias occidentales están trucadas y diseñadas para que un dictador de derecha suceda a uno de izquierda, sin que el sistema se resienta o cambie. Pase lo que pase, gane quien gane, mientras existan los partidos políticos, los ciudadanos seremos presos de la sumisión y el engaño.
Los políticos, sean del signo que sean, han interpretado de manera perversa el concepto de "Representación" y entienden que, al ser elegidos, reciben un cheque en blanco que les permite tomar todas las decisiones que quieran, incluso contra la voluntad popular. Lo ocurrido en la España de Zapatero es un claro ejemplo de esa perversión: un mal gobernante se apalanca en el poder, a pesar de que más del 80 por ciento de sus ciudadanos le rechazan, y se atreve, incluso, a aprobar leyes contra la voluntad de la inmensa mayoría de los ciudadanos: subidas de impuestos, ampliación del aborto, Estatuto de Cataluña, etc.
El referendum, mecanismo democrático ideado para que los ciudadanos se pronuncien sobre asuntos de gran importancia, está prácticamente desterrado de las democracias y sólo se conservan en sistemas de importancia secundaria, como en Suiza. Los políticos electos, con una desfachatez sólo explicable desde la tiranía, implican a sus países en guerras, se endeudan hasta la locura, despilfarran, engordan el Estado e instauran el abuso y la corrupción sin que sus ciudadanos puedan emitir su opinión o expresar su rechazo.
El grado de abuso alcanzado en algunas democracias es nauseabundo e insoportable, tan indigno para seres libres y honrados que está generando rebeldía y disidencia en países teóricamente dominados por las libertades y derechos ciudadanos.
Han transformado las democracias en dictaduras de partidos políticos y de políticos profesionales. Se han aprovechado de que el ciudadano se siente libre y es individualista para esclavizarlo desde partidos políticos que ya sólo se rerpresentan a si mismos, que han perdido todo vínculo con la ciudadanía y con la decencia. Nuestros empleados son nuestros dueños; nuestros representantes nos oprimen; aquellos a los que hemos elegido se han transformado en monstruos ¿Cabe más surrealismo? ¿Es posible una mayor dosis de masoquismo ciudadano?
No hace falta ser un lince para descubrir que el ciudadano ha sido expulsado de la política y del proceso de toma de decisiones, quedando reducido a esclavo dominado y obligado a pagar impuestos a cambio de servicios sin calidad, sin poder deponer a los gobernantes ineptos, sin capacidad para mandar sobre nuestros empleados políticos, sin ni siquiera voz para protestar ante las desigualdades, injusticias y desmanes de un poder que miente cuando dice representarnos y servirnos.
En el momento en que la liberación del nuevo yugo de los falsos demócratas se está convirtiendo en la prioridad de los ciudadanos honrados y decentes de todo el mundo, es necesario recordar, como decía Martín Luther King, que para que se nos suban encima hemos tenido que doblar la rodilla previamente. El primer paso para liberarnos de los sátrapas es reconocer y asumir nuestra degradación como ciudadanos y la condición de esclavos que nos han impuesto. Posteriormente, podremos alzarnos contra ellos y echarlos de nuestro mundo, recuperando la democracia que ellos han prostituido, primero, y asesinado después.
Las democracias occidentales están trucadas y diseñadas para que un dictador de derecha suceda a uno de izquierda, sin que el sistema se resienta o cambie. Pase lo que pase, gane quien gane, mientras existan los partidos políticos, los ciudadanos seremos presos de la sumisión y el engaño.
Los políticos, sean del signo que sean, han interpretado de manera perversa el concepto de "Representación" y entienden que, al ser elegidos, reciben un cheque en blanco que les permite tomar todas las decisiones que quieran, incluso contra la voluntad popular. Lo ocurrido en la España de Zapatero es un claro ejemplo de esa perversión: un mal gobernante se apalanca en el poder, a pesar de que más del 80 por ciento de sus ciudadanos le rechazan, y se atreve, incluso, a aprobar leyes contra la voluntad de la inmensa mayoría de los ciudadanos: subidas de impuestos, ampliación del aborto, Estatuto de Cataluña, etc.
El referendum, mecanismo democrático ideado para que los ciudadanos se pronuncien sobre asuntos de gran importancia, está prácticamente desterrado de las democracias y sólo se conservan en sistemas de importancia secundaria, como en Suiza. Los políticos electos, con una desfachatez sólo explicable desde la tiranía, implican a sus países en guerras, se endeudan hasta la locura, despilfarran, engordan el Estado e instauran el abuso y la corrupción sin que sus ciudadanos puedan emitir su opinión o expresar su rechazo.
El grado de abuso alcanzado en algunas democracias es nauseabundo e insoportable, tan indigno para seres libres y honrados que está generando rebeldía y disidencia en países teóricamente dominados por las libertades y derechos ciudadanos.
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