Colaboraciones

¡SOMOS GILIPOLLAS!





Créetelo. Claro que el hacer mías estas culpas no es más que un ejercicio de retórica. Y eso que yo, que escribo este texto, sigo albergando algo de fe en el sentido común del pueblo español y en sus capacidades para ser mucho más de lo que es ahora. Pero la realidad, maldita ella, se empeña en intentar convencerme diaria y dañosamente de que quizás el más gilipollas sea yo. No temáis. No voy a extenderme mucho. Lo que digo se comprueba por sí sólo, y lo que hago aquí es poco más que un coro y -si me permitís- un desahogo. Supongo que es un tópico decir que en España no cabe un tonto más. La gracia del asunto es que quienes dicen eso contribuyen gratamente y con un entusiasmo vergonzoso a ese país de tontos. Un país cuyas cotas de estupidez llega hasta el extremo de tragarse lo que otros dicen de él. Una nación de segunda. Gente vaga e indisciplinada. Típico de los países mediterráneos. Nada que ver con el refinamiento sofisticado de los países del centro y del norte de Europa, ¿verdad? La sola sugerencia de que tales calificativos no es ya que sean mentira, sino que son denigrantes y humillantes debiera de parecer hilarante a quienes los propagan. Pero quienes dicen eso son españoles. Quienes se creen eso son españoles. Y quienes se parten de risa ante la sugerencia de un futuro mejor son españoles. Así es la cosa. Convencidos de que somos, literalmente, una mierda, ya sabemos lo que vamos a tragar. Aparte de gilipollas, somos gilipollas conformistas, porque si por lo menos entre nosotros tolerásemos menos la ignorancia, el robo o el arribismo, nuestros representantes políticos lo tendrían verdaderamente jodido para ganar unas elecciones.

Pero echemos una pequeña ojeada. Actualmente gobierna un partido que por si no fuese suficiente con la eliminación sistemática de derechos sociales (no son tan estúpidos, formalmente todavía existen, pero con un presupuesto tan mínimo que en la práctica es nostalgia) y los casos de corrupción que sacan a la luz a una élite más preocupada por su dinero, por su poder y por guardar las apariencias que por el bienestar de sus ciudadanos, tiene el valor -porque se lo permitimos, ojo, no pensemos que por otra razón- de sacar adelante iniciativas legales de carácter policial como la Ley de Seguridad Ciudadana (hay que tener los cojones gordos para llamarla así) o cuando no directamente lesivas con la individualidad y el derecho a la autodeterminación, como la “pecaminosa” reforma del Aborto. Aún más. Oposición interesada realiza su pretendida contrapartida, una formación que si por algo se distingue es por los casos de corrupción que acoge en su seno, por la incompetencia de unos cuadros que han arruinado a este país y por su torpeza reivindicativa que sólo ha conseguido enfrentar a los españoles con rencores de hace un siglo. Pero el PP y el PSOE siguen turnándose en las elecciones, para orgullo póstumo de Cánovas y Sagasta.

Su hipocresía nauseabunda hace cada día más por superarse. Y pongo un ejemplo: el PP tiene en mente como es sabido una reforma electoral para el acceso a las Alcaldías en los Ayuntamientos para que, en sus propios términos, salga elegido el más votado, que es lo que quiere la mayoría. Fuera de esta explicación demagógica lo que ocurre realmente es que los partidos pequeños quedan fuera del juego político, los partidos bisagra son irrelevantes y los dos grandes partidos se reparten las alcaldías porque, salvo algunas excepciones, en la mayoría de los casos los más votados son ellos. Poco antes, el actual Secretario General del PSOE, en su “debate” con otros candidatos para acceder al puesto que ahora ocupa, defiende la intervención del Estado en los Partidos Políticos, lo que viene a significar para cualquiera que no padezca una severa enfermedad mental que lo que defiende en el futuro inmediato es la intervención de los Partidos Mayoritarios -que son los que conforman hoy el Estado- sobre el resto de Partidos y formaciones más pequeñas. Para que sepamos quien maneja el corral. La cosa no quedó ahí, y apuntaló “que se acabe con la financiación privada de los Partidos Políticos y las donaciones privadas de las personas físicas solamente sean de 2.000 euros al año como máximo y no el techo que se fija ahora del 100.000 euros al año”. Y tan pancho. Aclaración obligada: la Ley Orgánica 8/2007, de 4 de Julio, sobre Financiación de los Partidos Políticos, en su artículo 3º grada las subvenciones estatales en función de la representación por escaños en el Congreso de los Diputados, al igual que en las Asambleas de las Comunidades Autónomas. Un Partido pequeño no va a echar a andar chupando de subvenciones estatales dado que no va a obtener una representación de entidad en sendas cámaras que le permita obtener una subvención que le sea mínimamente útil, lo que significa que estas formaciones dependen de una manera vital de las subvenciones privadas por parte de entidades privadas y de las personas físicas. Sin ellas están literalmente muertos. Así que da igual que propongan cuantas reformas electorales les vengan en gana, si no hay dinero para poner en pie la maquinaria de un Partido, lo demás es igual.

Ya veis. Tanto uno como otro, PPSOE, causantes de la ruina política, económica y moral de este país y de su gente, deciden blindar su posición y ahogar a los partidos pequeños bajo discursos demagógicos y la gente les sigue votando. Pues cojonudo. Los que no pueden derivar su atención hacia formaciones ambivalentes, “centristas”, como UPyD o CIUDADANOS, tan débiles y tan atrapalotodo que no poseen ni identidad propia, ni fuerza de discurso, ni puede uno estar seguro de lo que al final se proponen hacer.

Pero lo peor está por llegar.

Si hay algo que demuestra hasta qué punto España es un país con una fractura social abismal y con una ignorancia política, histórica, jurídica y económica -por nombrar algunos, ya sabéis- es que el voto descontento se lo lleven formaciones populistas y totalitarias amparadas por un imperio mediático de financiación extranjera y con un camuflaje político que no engañaría ni a un niño de 5 años. Que haya ciudadanos en este país que simplemente asuman que la salvación está en apoyar a individuos cuya doctrina está basada en el totalitarismo y en el control absoluto por parte del Estado de todo como es el Marxismo, cuyos referentes intelectuales no son más que asesinos de la talla de Lenin, Castro o Chávez, y cuya apología del Terror como cura de espanto mediante la identificación de la Guillotina con el advenimiento de la Democracia y de la Libertad es, sencillamente, brutal. Al menos algo salvable es el hecho de que, por ahora, el trauma de 39 años de dictadura ha inmunizado a la población contra los Partidos de extrema derecha.

No hacemos nada contra una Clase Política tan segura de sí misma en el Poder y tan engreída en su posición mientras devora poco a poco el espacio personal de los ciudadanos. Nos da igual que nuestro nivel de vida baje progresivamente a la vez que confirmamos nuestro rol de nación de segunda y nuestra categoría de puta de Europa y de colonia de Alemania y Francia. Depositamos nuestras esperanzas en mesías advenedizos que buscan sumirnos en la peor de las dictaduras y en la pobreza más espantosa. Nos descojonamos abiertamente de cualquier opción que intente hacer algo para remediarlo.

Por todo ello, se me llena la garganta cuando asevero: ¡Somos Gilipollas!

Pablo A. Gea Congosto.

Pablo A. Gea Congosto.
Lunes, 21 de Marzo 2016
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