Los nacionalistas extremos vascos y catalanes han descubierto que apoyar a Zapatero es la mejor manera de cumplir su sueño de destruir a España. El nacionalismo es consciente de que Zapatero, el peor gobernante de España en los tres últimos siglos, es el el talón de Aquiles de España, la espada que puede herir de muerte al país que odian. Los nacionalistas saben que apoyando a Zapatero debilitan al país, lo ponen de rodillas y, con un poco de suerte, tal vez consigan destruirlo. La alianza entre Zapatero y los nacionalistas vascos y catalanes es la peor desgracia de España desde la guerra civil de 1936, una atroz pesadilla para un pueblo que no se merece esa sucia conspiración, a dos bandas, contra su integridad y su grandeza.
Los socialistas Blanco, Rubalcaba y Alonso se han reunido en secreto con Urkullo, el pasado 24 de agosto, para fraguar la "alianza" y pactar las "compensaciones" al PNV por sus votos. El lendakari, también socialista, Patxi López, no fue invitado a la reunión. El País Vasco, gracias a una alianza entre el PSOE y el PP, ha retomado la ruta de la Constitución y está demostrando cada día que se puede construir un País Vasco sin enfrentamientos diarios con España y sin conflictos permanentes de cohesión y soberanía, como desea el nacionalista PNV. ¿Está dispuesto Zapatero a "reventar" ese camino esperanzador, sacrificando la nueva ruta constitucionalista y al mismo Patxi López, a cambio de los votos que necesita para seguir en la Moncloa? Muchos, conociendo al "personaje", pensamos que "Sí".
Zapatero está dispuesto a ceder más "autogobierno" al País Vasco con tal de aprobar los Presupuestos de 2011. En concreto, negocia con el PNV transferir la "gestión económica de la Seguridad Social" y las políticas de empleo. Los nacionalistas pretenden romper la caja única de las pensiones y Zapatero, cuya única obsesión es el poder, está dispuesto a concederlo todo. La víctima de ese contubernio infernal es, una vez más, España y los españoles.
Zapatero sabe que los españoles quieren elecciones anticipadas, pero él se niega a plegarse al deseo de la mayoría porque quiere seguir mandando. También sabe que los españoles no quieren ampliar todavía más el poder de las autonomías, sino reducirlo, pero él, a cambio de mantenerse en la Moncloa, está dispuesto a conceder más autogobierno al País Vasco, del mismo modo que ha regalado a Cataluña un Estatuto que alimenta el ego nacionalista y que el mismo Tribunal Constitucional ha rechazado como contrario a la Constitución. Zapatero sabe que la inmensa mayoría de los españoles declaran en las encuestas que no quieren ampliar las transferencias y concesiones a las comunidades autónomas, pero él, cuya única obsesión es mantenerse en el poder, sin respeto alguno al sentimiento ciudadano, las está ampliando.
Es probable que lo que está haciendo Zapatero sea legal en esta España donde la democracia ha sido tristemente traicionada y degradada por los políticos, pero no es menos cierto que esas actuaciones serían imposibles y dignas de castigo en cualquier país decente del mundo. Lo que es científicamente cierto es que el contubernio Zapatero-nacionalistas está causando a la cohesión, a la prosperidad, a la dignidad y la esperanza de España heridas y desgarros casi imposibles de curar.
Ha bastado con que el portavoz del PNV, Josu Erkoreka, amenazara el pasado sábado con unas elecciones anticipadas para que Zapatero, desde Shanghai, respondiera asustado y prometiendo más concesiones y autogobierno a una región como el País Vasco, que ya posee mayores cuotas de autogobierno que cualquier otra región de toda la Europa Comunitaria.
El descaro antidemocrático de Zapatero parece no tener límites. Mientras que las encuestas reflejan claramente la voluntad popular de ir a elecciones anticipadas, el, obrando como déspota, se niega a convocar elecciones, condenando a España a seguir padeciendo, día a día, la decadencia y la derrota que él mismo pilota desde la presidencia del gobierno.
Los estragos que está causando su mandato, entre los que sobresalen más de cinco millones de parados, la destrucción de gran parte del tejido productivo de España, el avance de la pobreza, la pérdida de la confianza en el poder, la corrupción y la decadencia generalizada del país, ya son dignos de figurar en la historia de la vergüenza española, pero, al parecer, no son todavía suficientes y, antes de abandonar su mandato, quiere ampliarlos contentando y fortaleciendo a grupúsculos nacionalistas antiespañoles, sólo porque él necesita sus votos para mantenerse en la Moncloa.
Los socialistas Blanco, Rubalcaba y Alonso se han reunido en secreto con Urkullo, el pasado 24 de agosto, para fraguar la "alianza" y pactar las "compensaciones" al PNV por sus votos. El lendakari, también socialista, Patxi López, no fue invitado a la reunión. El País Vasco, gracias a una alianza entre el PSOE y el PP, ha retomado la ruta de la Constitución y está demostrando cada día que se puede construir un País Vasco sin enfrentamientos diarios con España y sin conflictos permanentes de cohesión y soberanía, como desea el nacionalista PNV. ¿Está dispuesto Zapatero a "reventar" ese camino esperanzador, sacrificando la nueva ruta constitucionalista y al mismo Patxi López, a cambio de los votos que necesita para seguir en la Moncloa? Muchos, conociendo al "personaje", pensamos que "Sí".
Zapatero está dispuesto a ceder más "autogobierno" al País Vasco con tal de aprobar los Presupuestos de 2011. En concreto, negocia con el PNV transferir la "gestión económica de la Seguridad Social" y las políticas de empleo. Los nacionalistas pretenden romper la caja única de las pensiones y Zapatero, cuya única obsesión es el poder, está dispuesto a concederlo todo. La víctima de ese contubernio infernal es, una vez más, España y los españoles.
Zapatero sabe que los españoles quieren elecciones anticipadas, pero él se niega a plegarse al deseo de la mayoría porque quiere seguir mandando. También sabe que los españoles no quieren ampliar todavía más el poder de las autonomías, sino reducirlo, pero él, a cambio de mantenerse en la Moncloa, está dispuesto a conceder más autogobierno al País Vasco, del mismo modo que ha regalado a Cataluña un Estatuto que alimenta el ego nacionalista y que el mismo Tribunal Constitucional ha rechazado como contrario a la Constitución. Zapatero sabe que la inmensa mayoría de los españoles declaran en las encuestas que no quieren ampliar las transferencias y concesiones a las comunidades autónomas, pero él, cuya única obsesión es mantenerse en el poder, sin respeto alguno al sentimiento ciudadano, las está ampliando.
Es probable que lo que está haciendo Zapatero sea legal en esta España donde la democracia ha sido tristemente traicionada y degradada por los políticos, pero no es menos cierto que esas actuaciones serían imposibles y dignas de castigo en cualquier país decente del mundo. Lo que es científicamente cierto es que el contubernio Zapatero-nacionalistas está causando a la cohesión, a la prosperidad, a la dignidad y la esperanza de España heridas y desgarros casi imposibles de curar.
Ha bastado con que el portavoz del PNV, Josu Erkoreka, amenazara el pasado sábado con unas elecciones anticipadas para que Zapatero, desde Shanghai, respondiera asustado y prometiendo más concesiones y autogobierno a una región como el País Vasco, que ya posee mayores cuotas de autogobierno que cualquier otra región de toda la Europa Comunitaria.
El descaro antidemocrático de Zapatero parece no tener límites. Mientras que las encuestas reflejan claramente la voluntad popular de ir a elecciones anticipadas, el, obrando como déspota, se niega a convocar elecciones, condenando a España a seguir padeciendo, día a día, la decadencia y la derrota que él mismo pilota desde la presidencia del gobierno.
Los estragos que está causando su mandato, entre los que sobresalen más de cinco millones de parados, la destrucción de gran parte del tejido productivo de España, el avance de la pobreza, la pérdida de la confianza en el poder, la corrupción y la decadencia generalizada del país, ya son dignos de figurar en la historia de la vergüenza española, pero, al parecer, no son todavía suficientes y, antes de abandonar su mandato, quiere ampliarlos contentando y fortaleciendo a grupúsculos nacionalistas antiespañoles, sólo porque él necesita sus votos para mantenerse en la Moncloa.