La líder de UPyD, Rosa Díez, le había advertido a en su discurso de investidura que "España se romperá si se rompe la igualdad", cosa que ya está ocurriendo, pero el candidato Zapatero, maestro de la confusión, de la tergiversación y la mentira, le ha respondido que su misión y la de su partido es, precisamente, luchar por la igualdad.
Que el presidente de un gobierno hable de igualdad cuando hay españoles que son marginados y hasta multados en tres autonomías (Cataluña, País Vasco y Galicia) sólo por hablar la lengua española, no deja de ser cínico. Autoproclamarse defensor de la igualdad cuando hay más de 300.000 vascos que han tenido que emigrar de su tierra porque se sienten amenazados y acosados por el nacionalismo y la violencia terrorista, es, por lo menos, desvergonzado. Decir en sede parlamentaria que él y su partido buscan la igualdad cuando ha impulsado personalmente un estatuto que otorga a Cataluña privilegios y ventajas que no están al alcance del resto de las autonomías del Estado, es indecente. Defender la igualdad cuando su gobierno no hace nada por impedir que los que hablan español en Cataluña sean marginados en los concursos, represariados en sus puestos de trabajo y hasta multados, es toda una desfachatez ética y política, inadmisible en un dirigente democrático.
Aunque defienda la igualdad con unas palabras engañosas que utiliza como si fueran caramelos, Zapatero es intrínsecamente desigual y su política también. Incluso cuando ha prometido 400 euros a los españoles para atraerse sus votos, ha dejado fuera del reparto, precisamente, a los más necesitados de ese auxilio.
Es tan desigual España que hasta el valor de los votos es diferente y tiene más peso en una provincia que en otra. Esta España desigual permite, sin que ´los grandes partidos protesten, que un partido político con menos votos que otro obtenga seis vaces más diputados.
¿Cómo puede llamarse igualitaria una sociedad donde gente bien relacionada con el poder y el dinero como los Albertos se libran de la Justicia a pesar de haber defraudado miles de millones, mientras que hay otros que van a la carcel por robar un jamón y decenas de miles de ciudadanos vejados y humillados por delincuentes tienen que esperar más de cinco años a que la lenta Justicia española les satisfaga?
La España de Zapatero es tan desigual que ni siquiera hay una sanidad común, ni una educación igual para todos. Ni siquiera somos iguales ante el fisco porque vivir en el País Vasco o Navarra te permite pagar menos. ¿Acaso somos iguales ante los concursos públicos? ¿No los ganan casi siempre empresas amigas del poder? Ni siquiera los salarios son iguales en España porque discriminan a las mujeres frente a los hombres y a los andaluces frente a los catalanes o madrileños. ¿Somos iguales ante el derecho a recibir una pensión? ¿No es cierto que los políticos las reciben con una generosidad incomparable?
¡Por Dios!, hablar de igualdad en la España de Zapatero es un insulto a la inteligencia y un escupitajo a la verdad.
Que el presidente de un gobierno hable de igualdad cuando hay españoles que son marginados y hasta multados en tres autonomías (Cataluña, País Vasco y Galicia) sólo por hablar la lengua española, no deja de ser cínico. Autoproclamarse defensor de la igualdad cuando hay más de 300.000 vascos que han tenido que emigrar de su tierra porque se sienten amenazados y acosados por el nacionalismo y la violencia terrorista, es, por lo menos, desvergonzado. Decir en sede parlamentaria que él y su partido buscan la igualdad cuando ha impulsado personalmente un estatuto que otorga a Cataluña privilegios y ventajas que no están al alcance del resto de las autonomías del Estado, es indecente. Defender la igualdad cuando su gobierno no hace nada por impedir que los que hablan español en Cataluña sean marginados en los concursos, represariados en sus puestos de trabajo y hasta multados, es toda una desfachatez ética y política, inadmisible en un dirigente democrático.
Aunque defienda la igualdad con unas palabras engañosas que utiliza como si fueran caramelos, Zapatero es intrínsecamente desigual y su política también. Incluso cuando ha prometido 400 euros a los españoles para atraerse sus votos, ha dejado fuera del reparto, precisamente, a los más necesitados de ese auxilio.
Es tan desigual España que hasta el valor de los votos es diferente y tiene más peso en una provincia que en otra. Esta España desigual permite, sin que ´los grandes partidos protesten, que un partido político con menos votos que otro obtenga seis vaces más diputados.
¿Cómo puede llamarse igualitaria una sociedad donde gente bien relacionada con el poder y el dinero como los Albertos se libran de la Justicia a pesar de haber defraudado miles de millones, mientras que hay otros que van a la carcel por robar un jamón y decenas de miles de ciudadanos vejados y humillados por delincuentes tienen que esperar más de cinco años a que la lenta Justicia española les satisfaga?
La España de Zapatero es tan desigual que ni siquiera hay una sanidad común, ni una educación igual para todos. Ni siquiera somos iguales ante el fisco porque vivir en el País Vasco o Navarra te permite pagar menos. ¿Acaso somos iguales ante los concursos públicos? ¿No los ganan casi siempre empresas amigas del poder? Ni siquiera los salarios son iguales en España porque discriminan a las mujeres frente a los hombres y a los andaluces frente a los catalanes o madrileños. ¿Somos iguales ante el derecho a recibir una pensión? ¿No es cierto que los políticos las reciben con una generosidad incomparable?
¡Por Dios!, hablar de igualdad en la España de Zapatero es un insulto a la inteligencia y un escupitajo a la verdad.
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