Muchos dieron por muerto a Sánchez cuando fue torpemente apartado de la Secretaría General. Yo no fui uno de ellos. El relato épico que los sanchistas han construido empezó desde ese mismo momento, y su camino, poco menos que expedito. Como en la película de James Cameron, el Terminator vuelve. Pero no para arreglar nada, sino para destruir. Cargado de odio y resentimiento no sólo hacia el Partido Popular sino también hacia sus propias filas, el candidato que es capaz de darle independencia a Cataluña con tal de gobernar promete una oposición fuerte. Pero seamos contundentes a la hora de analizar por qué este hombre está al timón de un partido tan importante en la historia de España.
El principal motivo y por el que las élites del PSOE deben entonar sin dilación un honesto mea culpa es la galvanización radical a la que han sometido a sus bases. Desde el mismo momento en que Felipe González despidió trece años de gobierno socialista, el partido se lanzó a una catarata irrefrenable de lenguaje y actitudes guerracivilistas. Los buenos contra los malos, los que lucharon por la democracia contra los pérfidos franquistas, la izquierda y la derecha como dos bloques antagónicos e irreconciliables. Nada que ver con la actitud que en el espectro socialdemócrata tomaron otros partidos similares en el resto de Europa, viendo al adversario como a otro compatriota más, aun desde posiciones a veces divergentes, no como un enemigo con el que hay que acabar. El zapaterismo amplió esta senda y con Sánchez ya es irreversible. La militancia de base se ha ido radicalizando progresivamente de forma que ahora sólo entiende la política como una guerra total, un conflicto apocalíptico en el que o ellos pasan por encima de nuestro cadáver o nosotros por encima del suyo. Y a pesar de que el PSOE y el PP sean más similares entre sí que el primero con los comunistas de PODEMOS, ciegamente esta militancia piensa que, con tal de no ser menos “izquierda”, hay que tratar con una formación que desde el primer momento se ha propuesto destruir al Partido Socialista. Por eso la estúpida moción de censura, para obligar al PSOE mover ficha, desconcertarle, desorientarle y hacerle bailar a su son, en una dura lucha por la hegemonía en la “izquierda” sabiendo que cuando acaben con él, tarde o temprano se harán con el poder. Nadie dentro del partido ha sabido explicar que la abstención al PP era necesaria si no querían herir más al país precipitándolo hacia unas terceras elecciones. Que era necesario sacrificar al partido por el país, incluso aunque debieron jugar más fuerte, llegar a un acuerdo con Ciudadanos y darle una abstención hipercondicionada, no el paripé improvisado que hicieron. A ojos de esta militancia, hubo un golpe de estado sucio contra un secretario general elegido por ellos. Y Susana Díaz ha ido a las primarias con la resaca de la fiesta el día antes del examen porque piensa que lo tiene aprobado. Por pura chulería.
Y, como en el arte militar, sólo los tontos celebran la victoria antes de la contienda. Se ha creído su propia propaganda y, con ello, que fuera de su feudo andaluz era tan aceptada como en este. Muestra de ello es que ha ido fuera de Andalucía a hablar como nos habla a los andaluces, como impedidos mentales.
Pero, ¡ay Susana!, allende fronteras no hay PER ni estómagos agradecidos ni burocracia servil para apuntalar tu falsa sensación de infalibilidad. La soberbia chulesca ha tenido, a fin de cuentas, lo que se merece. Ahora vuelve tocada a Andalucía y el lastre de las corruptelas y de los juegos de poder amenaza con llevársela por delante. Pedro Sánchez, por su parte, tan populista y peligroso como Pablo Iglesias, va a implementar su ideal totalitario de partido sometido al líder. Como su amiguete morado. La guerra en el exterior servirá para apuntalar la tiranía interior. En cristiano, la dura oposición al PP será utilizada por Sánchez para eliminar o al menos mitigar el poder de los barones y de otras instancias para crear una formación de nuevo tipo en la que la relación entre el líder y las bases sea directa, de forma que nunca más puedan destituirle puesto que confía en conservar a esas bases para sí durante mucho, mucho tiempo. Y si esto es lo que planea para el partido, nos podemos figurar lo que planea para España. En este punto pueden pasar dos cosas: o bien el alejamiento del PSOE del centro moderado en un intento de copiar a PODEMOS acaba con él y beneficia al PP y a Ciudadanos al quedarse entonces con el voto progresista moderado o socialdemócrata con escrúpulos por un lado y a los morados al sorpasar a un debilitado y menguante PSOE haciéndolo jugar en casa por otro; o se lanza a una alianza suicida con PODEMOS, sus formaciones satélite y los nacionalistas catalanes y algún que otro remanente más para tumbar al gobierno Rajoy por medio, quizá de una moción de censura, esta vez de verdad, quedando también la posibilidad de confrontar estos apoyos tras unas generales. Si la corrupción del PP no se lo lleva por delante antes.
No se nos escapa la alegoría bíblica al contemplar cómo lo que comenzó Pablo lo acabará Pedro. Sea como fuere, que el PSOE, PODEMOS y cía y los Nacionalistas Catalanes llegasen a un entendimiento sería absolutamente catastrófico para España, a la que, acudiendo a las prácticas que históricamente les han caracterizado, maniatarían hasta la desesperación. No es difícil imaginarse qué realidad social asolaría el panorama nacional, marcada por el endeudamiento, la inflación, el empobrecimiento, el recorte de libertades en favor de la imposición de la nueva inquisición y el cheque en blanco para el separatismo. Porque no nos olvidemos de que si se da luz verde para el referéndum ilegal, existe una probabilidad muy alta de que lo ganen. Y entonces a ver qué hacemos. La tarea de reconstrucción del país tras la fatídica experiencia de un gobierno así hipotecaría gravemente a generaciones venideras enteras. Si es que estos merluzos no lo han desmembrado y destruido antes.
Pablo Gea
El principal motivo y por el que las élites del PSOE deben entonar sin dilación un honesto mea culpa es la galvanización radical a la que han sometido a sus bases. Desde el mismo momento en que Felipe González despidió trece años de gobierno socialista, el partido se lanzó a una catarata irrefrenable de lenguaje y actitudes guerracivilistas. Los buenos contra los malos, los que lucharon por la democracia contra los pérfidos franquistas, la izquierda y la derecha como dos bloques antagónicos e irreconciliables. Nada que ver con la actitud que en el espectro socialdemócrata tomaron otros partidos similares en el resto de Europa, viendo al adversario como a otro compatriota más, aun desde posiciones a veces divergentes, no como un enemigo con el que hay que acabar. El zapaterismo amplió esta senda y con Sánchez ya es irreversible. La militancia de base se ha ido radicalizando progresivamente de forma que ahora sólo entiende la política como una guerra total, un conflicto apocalíptico en el que o ellos pasan por encima de nuestro cadáver o nosotros por encima del suyo. Y a pesar de que el PSOE y el PP sean más similares entre sí que el primero con los comunistas de PODEMOS, ciegamente esta militancia piensa que, con tal de no ser menos “izquierda”, hay que tratar con una formación que desde el primer momento se ha propuesto destruir al Partido Socialista. Por eso la estúpida moción de censura, para obligar al PSOE mover ficha, desconcertarle, desorientarle y hacerle bailar a su son, en una dura lucha por la hegemonía en la “izquierda” sabiendo que cuando acaben con él, tarde o temprano se harán con el poder. Nadie dentro del partido ha sabido explicar que la abstención al PP era necesaria si no querían herir más al país precipitándolo hacia unas terceras elecciones. Que era necesario sacrificar al partido por el país, incluso aunque debieron jugar más fuerte, llegar a un acuerdo con Ciudadanos y darle una abstención hipercondicionada, no el paripé improvisado que hicieron. A ojos de esta militancia, hubo un golpe de estado sucio contra un secretario general elegido por ellos. Y Susana Díaz ha ido a las primarias con la resaca de la fiesta el día antes del examen porque piensa que lo tiene aprobado. Por pura chulería.
Y, como en el arte militar, sólo los tontos celebran la victoria antes de la contienda. Se ha creído su propia propaganda y, con ello, que fuera de su feudo andaluz era tan aceptada como en este. Muestra de ello es que ha ido fuera de Andalucía a hablar como nos habla a los andaluces, como impedidos mentales.
Pero, ¡ay Susana!, allende fronteras no hay PER ni estómagos agradecidos ni burocracia servil para apuntalar tu falsa sensación de infalibilidad. La soberbia chulesca ha tenido, a fin de cuentas, lo que se merece. Ahora vuelve tocada a Andalucía y el lastre de las corruptelas y de los juegos de poder amenaza con llevársela por delante. Pedro Sánchez, por su parte, tan populista y peligroso como Pablo Iglesias, va a implementar su ideal totalitario de partido sometido al líder. Como su amiguete morado. La guerra en el exterior servirá para apuntalar la tiranía interior. En cristiano, la dura oposición al PP será utilizada por Sánchez para eliminar o al menos mitigar el poder de los barones y de otras instancias para crear una formación de nuevo tipo en la que la relación entre el líder y las bases sea directa, de forma que nunca más puedan destituirle puesto que confía en conservar a esas bases para sí durante mucho, mucho tiempo. Y si esto es lo que planea para el partido, nos podemos figurar lo que planea para España. En este punto pueden pasar dos cosas: o bien el alejamiento del PSOE del centro moderado en un intento de copiar a PODEMOS acaba con él y beneficia al PP y a Ciudadanos al quedarse entonces con el voto progresista moderado o socialdemócrata con escrúpulos por un lado y a los morados al sorpasar a un debilitado y menguante PSOE haciéndolo jugar en casa por otro; o se lanza a una alianza suicida con PODEMOS, sus formaciones satélite y los nacionalistas catalanes y algún que otro remanente más para tumbar al gobierno Rajoy por medio, quizá de una moción de censura, esta vez de verdad, quedando también la posibilidad de confrontar estos apoyos tras unas generales. Si la corrupción del PP no se lo lleva por delante antes.
No se nos escapa la alegoría bíblica al contemplar cómo lo que comenzó Pablo lo acabará Pedro. Sea como fuere, que el PSOE, PODEMOS y cía y los Nacionalistas Catalanes llegasen a un entendimiento sería absolutamente catastrófico para España, a la que, acudiendo a las prácticas que históricamente les han caracterizado, maniatarían hasta la desesperación. No es difícil imaginarse qué realidad social asolaría el panorama nacional, marcada por el endeudamiento, la inflación, el empobrecimiento, el recorte de libertades en favor de la imposición de la nueva inquisición y el cheque en blanco para el separatismo. Porque no nos olvidemos de que si se da luz verde para el referéndum ilegal, existe una probabilidad muy alta de que lo ganen. Y entonces a ver qué hacemos. La tarea de reconstrucción del país tras la fatídica experiencia de un gobierno así hipotecaría gravemente a generaciones venideras enteras. Si es que estos merluzos no lo han desmembrado y destruido antes.
Pablo Gea