“Rari nantes in gurgite vasto (Extraños nadadores sobre un abismo inmenso)”.
Virgilio
Reconozco haberme quedado de piedra, estupefacto, patidifuso, al leer la noticia de que el presidente de Polonia, Lech Kaczynski, había otorgado al general (ignoro si aún lo sigue siendo) Wojciech Jaruzelski, mandamás del país en las postrimerías de su etapa comunista, la Orden del Mérito de los Deportados a Siberia, galardón con el que la República tributa honores a los maltratados por el estalinismo.
Jaruzelski, tras conocer la buena nueva, declaró que dicha condecoración era para él valiosísima y venía a confirmar que el actual presidente, un anticomunista sin fisuras, a machamartillo, había superado el abismo ideológico que un día se abrió entre ellos, y que él también había sido vilipendiado por Stalin.
Mas, el gozo en un pozo, porque no tardó en salir a la palestra el portavoz presidencial, Maciej Lopinski, a explicar que el disparate, de los de aúpa, colosal, morrocotudo, había sido el resultado de un cúmulo de despropósitos. Alguien había hecho la propuesta; alguien la había formalizado; alguien la había cursado; y el presidente, confiado, sin haber reparado en lo que firmaba, la rubricó.
Mutatis mutandis, cabe expresar, entre signos de admiración, ¡cuántos kaczynski o “caciques” (sin la circunstancia atenuante de haberse avenido a confesar los errores cometidos) andarán sueltos por otras “polonias”!
Ángel Sáez García
Virgilio
Reconozco haberme quedado de piedra, estupefacto, patidifuso, al leer la noticia de que el presidente de Polonia, Lech Kaczynski, había otorgado al general (ignoro si aún lo sigue siendo) Wojciech Jaruzelski, mandamás del país en las postrimerías de su etapa comunista, la Orden del Mérito de los Deportados a Siberia, galardón con el que la República tributa honores a los maltratados por el estalinismo.
Jaruzelski, tras conocer la buena nueva, declaró que dicha condecoración era para él valiosísima y venía a confirmar que el actual presidente, un anticomunista sin fisuras, a machamartillo, había superado el abismo ideológico que un día se abrió entre ellos, y que él también había sido vilipendiado por Stalin.
Mas, el gozo en un pozo, porque no tardó en salir a la palestra el portavoz presidencial, Maciej Lopinski, a explicar que el disparate, de los de aúpa, colosal, morrocotudo, había sido el resultado de un cúmulo de despropósitos. Alguien había hecho la propuesta; alguien la había formalizado; alguien la había cursado; y el presidente, confiado, sin haber reparado en lo que firmaba, la rubricó.
Mutatis mutandis, cabe expresar, entre signos de admiración, ¡cuántos kaczynski o “caciques” (sin la circunstancia atenuante de haberse avenido a confesar los errores cometidos) andarán sueltos por otras “polonias”!
Ángel Sáez García