A los demócratas españoles les ha gustado la intervención de Su Majestad impulsando un Pacto de Estado que nos ayude a salir de la crisis. No le ha gustado a los dos grandes partidos, pero eso es lógico; ellos, enamorados de la oligocracia bipartidista en la que tan bien viven, a pesar de que esté hundiendo a España, no quieren interferencias, ni de los ciudadanos, ni del rey.
Los demócratas se sienten satisfechos porque esta vez la Corona ha sabido percibir el clamor ciudadano y la gravedad de la situación en España. Al propiciar el Pacto de Estado, ha cumplido con su deber.
Sin embargo, Majestad, debería saber que el impulso de la Corona ha llegado demasiado tarde y que la noble iniciativa fracasará porque ya no interesa a los dos grandes partidos. El PSOE, que debería haberla recibido con los brazos abiertos porque así compartiría con los demás partidos el desgaste de las medidas impopulares que deben adoptarse, no quiere pacto alguno porque reflejaría también su debilidad y proyectaría la verdadera imagen del gobierno de Zapatero, atolondrado, egoísta e impotente. El PP no quiere el Pacto de Estado porque ahora se siente cerca del poder, contemplando el inevitable y justo declive de un gobierno socialista que, por fin, revela ante los ciudadanos y la opinión pública mundial sus enormes miserias y carencias. Además, el PP tiene razón cuando afirma que el Pacto de Estado, en sí, no tiene sentido y que lo importante son las medidas que España debe tomar con una urgencia ya agobiante, medidas que Zapatero bloquea por su cobarde e irresponsable pánico a perder votos.
A estas alturas, Majestad, la única solución viable es desprenderse con urgencia del lastre, que se llama Zapatero, y convocar elecciones anticipadas. Esa noticia abriría las puertas a la esperanza y será recibida con entusiasmo por los mercados y por la preocupada comunidad internacional. Si en las próximas elecciones los españoles vuelven a elegir a ese personaje nefasto que hoy nos gobierna, nos hundiremos víctimas no sólo de la incompetencia de un gobernante, sino también de la dinámica de la misma democracia.
Nos consta que los servicios de prensa de la Zarzuela hacen llegar a Su Majestad, en algunas ocasiones, los análisis radicales de Voto en Blanco (radicales porque son libres y porque profundizan en las raíces). También sabemos que uno de los que se incluyeron en el resumen de prensa fue aquel titulado "¿Para qué nos sirve el rey;, publicado el pasado día 9 de febrero. Ojalá también incluyan éste porque, Majestad, le será verdaderamente útil.
La incursión de Su Majestad en la política activa, solicitando unión entre los partidos y un Pacto de Estado para afrontar la crisis va a resultar una de las experiencvias más dolorosas para la Corona porque tendrá tres efectos inmediatos:
El primero es que Su Majestad va a descubrir que se equivocó cuando tomó partido públicamente por Zapatero, afirmando ante los medios de comunicación que era "una gran persona". El segundo es que comprobará que la situación de España está más deteriorada de lo que Su Majestad imaginaba y que el cainismo de los últimos años, el cinturón sanitario, el Pacto del Tinel y otras barbaridades políticas del poder han dejado la democracia española casi en estado de coma, con partidos incapaces de sostener otra idea que la conquista del poder y el aniquilamiento del adversario. La tercera es que Su Majestad, tras reconocer que se ha equivocado con su admirado Zapatero, tendrá que compartir el pobrísimo criterio que tenemos de él los ciudadanos demócratas de España, las instituciones internacionales, la mayoría de los jefes de Estado y de gobierno del mundo avanzado, con Merkel, Sarkozy, Berlusconi, Obama y hasta su correligionario Gordon Brown, entre ellos, sin excluir a la propia Unión Europea, que teme más a Zapatero que a Papendreu, y a las grandes empresas y organizaciones del planeta.
A su antes admirado Zapatero, un personaje político mediocre, manipulador y capaz de arrastrar a España hasta la ruína y la derrota, ya sólo le defienden los que succionan a diario las ubres agotadas del Estado español y buena parte de su partido, cobarde y presa de una falsa lealtad que antepone el interes socialista al bien común. Los demás, Majestad, incluyendo a los sindicatos, que empiezan ya a ver la luz, sabemos que nuestro presidente es el peor gobernante de este país desde su tatatatarabueno Fernando VII y el mayor peligro imaginable para nuestra decencia, prosperidad y futuro.
Su majestad, por desgracia, será uno de los últimos convencidos de este drama, pero bienvenido sea a la razón, aunque sea tarde.
Los demócratas se sienten satisfechos porque esta vez la Corona ha sabido percibir el clamor ciudadano y la gravedad de la situación en España. Al propiciar el Pacto de Estado, ha cumplido con su deber.
Sin embargo, Majestad, debería saber que el impulso de la Corona ha llegado demasiado tarde y que la noble iniciativa fracasará porque ya no interesa a los dos grandes partidos. El PSOE, que debería haberla recibido con los brazos abiertos porque así compartiría con los demás partidos el desgaste de las medidas impopulares que deben adoptarse, no quiere pacto alguno porque reflejaría también su debilidad y proyectaría la verdadera imagen del gobierno de Zapatero, atolondrado, egoísta e impotente. El PP no quiere el Pacto de Estado porque ahora se siente cerca del poder, contemplando el inevitable y justo declive de un gobierno socialista que, por fin, revela ante los ciudadanos y la opinión pública mundial sus enormes miserias y carencias. Además, el PP tiene razón cuando afirma que el Pacto de Estado, en sí, no tiene sentido y que lo importante son las medidas que España debe tomar con una urgencia ya agobiante, medidas que Zapatero bloquea por su cobarde e irresponsable pánico a perder votos.
A estas alturas, Majestad, la única solución viable es desprenderse con urgencia del lastre, que se llama Zapatero, y convocar elecciones anticipadas. Esa noticia abriría las puertas a la esperanza y será recibida con entusiasmo por los mercados y por la preocupada comunidad internacional. Si en las próximas elecciones los españoles vuelven a elegir a ese personaje nefasto que hoy nos gobierna, nos hundiremos víctimas no sólo de la incompetencia de un gobernante, sino también de la dinámica de la misma democracia.
Nos consta que los servicios de prensa de la Zarzuela hacen llegar a Su Majestad, en algunas ocasiones, los análisis radicales de Voto en Blanco (radicales porque son libres y porque profundizan en las raíces). También sabemos que uno de los que se incluyeron en el resumen de prensa fue aquel titulado "¿Para qué nos sirve el rey;, publicado el pasado día 9 de febrero. Ojalá también incluyan éste porque, Majestad, le será verdaderamente útil.
La incursión de Su Majestad en la política activa, solicitando unión entre los partidos y un Pacto de Estado para afrontar la crisis va a resultar una de las experiencvias más dolorosas para la Corona porque tendrá tres efectos inmediatos:
El primero es que Su Majestad va a descubrir que se equivocó cuando tomó partido públicamente por Zapatero, afirmando ante los medios de comunicación que era "una gran persona". El segundo es que comprobará que la situación de España está más deteriorada de lo que Su Majestad imaginaba y que el cainismo de los últimos años, el cinturón sanitario, el Pacto del Tinel y otras barbaridades políticas del poder han dejado la democracia española casi en estado de coma, con partidos incapaces de sostener otra idea que la conquista del poder y el aniquilamiento del adversario. La tercera es que Su Majestad, tras reconocer que se ha equivocado con su admirado Zapatero, tendrá que compartir el pobrísimo criterio que tenemos de él los ciudadanos demócratas de España, las instituciones internacionales, la mayoría de los jefes de Estado y de gobierno del mundo avanzado, con Merkel, Sarkozy, Berlusconi, Obama y hasta su correligionario Gordon Brown, entre ellos, sin excluir a la propia Unión Europea, que teme más a Zapatero que a Papendreu, y a las grandes empresas y organizaciones del planeta.
A su antes admirado Zapatero, un personaje político mediocre, manipulador y capaz de arrastrar a España hasta la ruína y la derrota, ya sólo le defienden los que succionan a diario las ubres agotadas del Estado español y buena parte de su partido, cobarde y presa de una falsa lealtad que antepone el interes socialista al bien común. Los demás, Majestad, incluyendo a los sindicatos, que empiezan ya a ver la luz, sabemos que nuestro presidente es el peor gobernante de este país desde su tatatatarabueno Fernando VII y el mayor peligro imaginable para nuestra decencia, prosperidad y futuro.
Su majestad, por desgracia, será uno de los últimos convencidos de este drama, pero bienvenido sea a la razón, aunque sea tarde.
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