Esto parece de comedia. Lo de los Estatutos es de risa, si no fuera porque la carga política tan nociva como inútil que entrañan, nos provoca temor, repulsa y tristeza.
O sea que Cháves, allí en su rincón de Sevilla, avizora las corrientes nacionalistas de Rovira, Pérez el aragonés, con su comparsa Maragall, y se pone, con los suyos, también manos a la reforma del Estatuto Andaluz. Es faena de imprescindible necesidad; un sentir totalmente requerido con prioridad urgente por Andalucía que no lo ha leído ni lo conoce, ni lo necesita ni le importa. Que los catalanes exigen y escriben el término “nación”, pues ellos se sientan en estudiada seriedad, se secan el caletre y salen con la “realidad nacional”. ¡Hombre! Eso es España, en la que viven y de la que forman parte. ¡Por San Benito! ¡Andalucía, realidad nacional! Ya tiene nombre; con llamarle Andalucía, nos basta. Aquí no hay nacionalismo, ni nos interesa, ni hace falta.
Como aquello de “café para todos”, tampoco era preciso. Las autonosuyas a la gente, en general, le traen al pairo. En su momento, lo que sí debió hacerse, era devolverles los fueros a quienes se los habían arrebatado y los reclamaban, con ahínco, desde antiguo; y lo demás, el resto de España, con su Gobierno en Madrid y los ayuntamientos en su ciudad, tenía más que suficiente.
El ciudadano quiere tranquilidad, vivir sanamente hasta final de mes, tener su trabajo y su casa, que sus hijos estudien, se coloquen en algo de provecho y puedan comprar su piso, andar en seguridad, que la delincuencia sea domeñada, que el terrorismo desaparezca y entregue las armas, que los impuestos no lo ahoguen, que el campo florezca y se labre, que el agua y el pan no falte a nadie. En resumen, cosas sencillitas, su normalidad diaria y no grandes andanzas y elucubraciones políticas o altas filosofías de realidades “nacionales”.
La gente del diario vivir poco se interesa por la política; y, si alguien quedara tras tanta mediocridad y tanta farándula que se descubre, ese tal desea que los políticos, bajando de la ambición de sus carteras y de sueldazos autoalzados, luchen verdaderamente por el bien común, por una escuela de calidad, por una sanidad pronta y efectiva, por la prosperidad y la estabilidad de España; en definitiva, por el establecimiento y desarrollo de una auténtica democracia instaurada en la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad reales y fehacientes.
Camilo Valverde Mudarra
O sea que Cháves, allí en su rincón de Sevilla, avizora las corrientes nacionalistas de Rovira, Pérez el aragonés, con su comparsa Maragall, y se pone, con los suyos, también manos a la reforma del Estatuto Andaluz. Es faena de imprescindible necesidad; un sentir totalmente requerido con prioridad urgente por Andalucía que no lo ha leído ni lo conoce, ni lo necesita ni le importa. Que los catalanes exigen y escriben el término “nación”, pues ellos se sientan en estudiada seriedad, se secan el caletre y salen con la “realidad nacional”. ¡Hombre! Eso es España, en la que viven y de la que forman parte. ¡Por San Benito! ¡Andalucía, realidad nacional! Ya tiene nombre; con llamarle Andalucía, nos basta. Aquí no hay nacionalismo, ni nos interesa, ni hace falta.
Como aquello de “café para todos”, tampoco era preciso. Las autonosuyas a la gente, en general, le traen al pairo. En su momento, lo que sí debió hacerse, era devolverles los fueros a quienes se los habían arrebatado y los reclamaban, con ahínco, desde antiguo; y lo demás, el resto de España, con su Gobierno en Madrid y los ayuntamientos en su ciudad, tenía más que suficiente.
El ciudadano quiere tranquilidad, vivir sanamente hasta final de mes, tener su trabajo y su casa, que sus hijos estudien, se coloquen en algo de provecho y puedan comprar su piso, andar en seguridad, que la delincuencia sea domeñada, que el terrorismo desaparezca y entregue las armas, que los impuestos no lo ahoguen, que el campo florezca y se labre, que el agua y el pan no falte a nadie. En resumen, cosas sencillitas, su normalidad diaria y no grandes andanzas y elucubraciones políticas o altas filosofías de realidades “nacionales”.
La gente del diario vivir poco se interesa por la política; y, si alguien quedara tras tanta mediocridad y tanta farándula que se descubre, ese tal desea que los políticos, bajando de la ambición de sus carteras y de sueldazos autoalzados, luchen verdaderamente por el bien común, por una escuela de calidad, por una sanidad pronta y efectiva, por la prosperidad y la estabilidad de España; en definitiva, por el establecimiento y desarrollo de una auténtica democracia instaurada en la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad reales y fehacientes.
Camilo Valverde Mudarra