imagen cedida por www.lakodorniz.com
Me cuentan, desde una fuente que siempre he considerado buena, una historia de ETA que, por su interés y porque quizás explique mucho de lo que se oculta y ha ocurrido realmente con el famoso "proceso", traslado, resumida y suprimiendo detalles, a la audiencia de Voto en Blanco:
A finales del año 2005, Zapatero recibió una misteriosa llamada que le aseguraba que ETA estaba dispuesta, en serio, a "abandonar la espada". Eufórico, quizás porque veía que siguiendo "la ruta de la paz" podría acabar con el terrorismo, renovar su mandato como presidente e, incluso, ganar el Nobel de la Paz, dió órdenes para que se sistematizara el diálogo.
Estaba tan eufórico que no podía reprimirse y comentaba con sus amigos aquella conversación milagrosa, sin ni siquiera pedirles que guardaran el secreto y afirmando que la intención negociadora de ETA era sólida.
Cuando Zapatero hablaba de esa "conversación" afirmaba que sus interlocutores eran "lo más alto" de ETA. Se refería, sin duda, a Josú Ternera, que, ciertamente, era entonces la cúspide de la banda, aunque su mandato, según los expertos de la Inteligencia española, nunca fue claro y, al parecer, siempre estuvo cuestionado por los radicales que tenían el control de las armas, que lo consideraban un tipo débil, contaminado por la política y amortizado.
Pero ETA estaba entonces abatida, como consecuencia de la eficaz lucha policial y de una importante caida en las recaudaciones, productos de la extorsión, y el liderazgo de políticos como Ternera tenía que ser "tolerado".
Ternera selló un pacto con Otegui y otros dirigentes de Batasuna para emprender el camino de la paz, confiados en que Zapatero haría concesiones importantes y en que, de cuaqlquier modo, la negociación les permitiría reconstruir la perdida fuerza. A finales del año 2005, ETA ya tenía claro los objetivos que esperaba lograr en la negociación, cuyo final debía ser siempre la autodeterminación reconocida por España y una Euskalherría políticamente dominada por Batasuna. Los escalones del "plan" incluían Navarra, la excarcelación de los presos y la legalización de Batasuna para poder participar en las elecciones municipales de 2007, bajo la euforia de la paz, y ganar centenares de alcaldías, con todo lo que eso significa de financiación pública y poder real en los pueblos y caseríos vascos.
Pero en el mes de julio de 2006 el liderazgo de Ternera y Otegui hace aguas y es desplazado, aunque sin una declaración formal. La causa del desplazamiento no es tanto que Zapatero se mostrase más duro de lo previsto y de que las concesiones fueran menos de las esperadas, sino que la banda se sentía nuevamente fuerte y musculada, capaz de desplegar su estrategia favorita, la de poner de rodillas al Estado Español a base de sangre y llanto.
Ellos, los interlocutores de Zapatero (Ternera, Otegui y los demás), creen que siguen mandando en el proceso, o al menos así lo dicen, pero no es cierto porque en la verdadera cúspide crece dia a día la desconfianza hacia los "políticos" de la propia banda, a los que empiezan a considerar como peligrosamente influidos por "los gorrinos" (socialistas). Los desfenestrados siguen siendo los interlocutores del gobierno español en el proceso, pero nadie quiso darse cuenta que eran intelocutores fantasmas y que, realmente, ya estaban desautorizados.
Ese ha sido el principal fallo de Zapatero, ese es el problema de "interlocución" que ahora reconoce Pepiño Blanco. Estaban hablando con fantasmas sin poder y no quisieron reconocerlo, a pesar de que fueron advertidos por las inteligencias de Francia y España y hasta por la policía y la Guardia Civil.
El resto ya es historia conocida. Un día, por sorpresa y con desprecio hacia sus propios negociadores, que no sabían nada, colocaron una bomba "cojonuda" en Barajas, "para que se enteren". Y los dos muertos ecuatorianos y las toneladas de cascotes y de hormigón cogieron desprevenidos y con al paso cambiado a Zapatero, a Ternera, a Otegui, a todos los muchachos "del proceso", a los partidos políticos y a millones de españoles que, inocentes, se habían encandilado con la paz. Dicen en círculos próximos a ETA que la bomba, para colmo de sarcasmo, iba a explotar el día de los inocentes, pero se retrasó dos días por razones de logística.
Quizás por eso, porque la sorpresa ha sido morrocotuda y traumática, porque la bomba ha sepultado de golpe grandes ilusiones, Zapatero y los suyos están confusos, se esconden y deambulan por el escenario de la política española como pobres boxeadores noqueados.
A finales del año 2005, Zapatero recibió una misteriosa llamada que le aseguraba que ETA estaba dispuesta, en serio, a "abandonar la espada". Eufórico, quizás porque veía que siguiendo "la ruta de la paz" podría acabar con el terrorismo, renovar su mandato como presidente e, incluso, ganar el Nobel de la Paz, dió órdenes para que se sistematizara el diálogo.
Estaba tan eufórico que no podía reprimirse y comentaba con sus amigos aquella conversación milagrosa, sin ni siquiera pedirles que guardaran el secreto y afirmando que la intención negociadora de ETA era sólida.
Cuando Zapatero hablaba de esa "conversación" afirmaba que sus interlocutores eran "lo más alto" de ETA. Se refería, sin duda, a Josú Ternera, que, ciertamente, era entonces la cúspide de la banda, aunque su mandato, según los expertos de la Inteligencia española, nunca fue claro y, al parecer, siempre estuvo cuestionado por los radicales que tenían el control de las armas, que lo consideraban un tipo débil, contaminado por la política y amortizado.
Pero ETA estaba entonces abatida, como consecuencia de la eficaz lucha policial y de una importante caida en las recaudaciones, productos de la extorsión, y el liderazgo de políticos como Ternera tenía que ser "tolerado".
Ternera selló un pacto con Otegui y otros dirigentes de Batasuna para emprender el camino de la paz, confiados en que Zapatero haría concesiones importantes y en que, de cuaqlquier modo, la negociación les permitiría reconstruir la perdida fuerza. A finales del año 2005, ETA ya tenía claro los objetivos que esperaba lograr en la negociación, cuyo final debía ser siempre la autodeterminación reconocida por España y una Euskalherría políticamente dominada por Batasuna. Los escalones del "plan" incluían Navarra, la excarcelación de los presos y la legalización de Batasuna para poder participar en las elecciones municipales de 2007, bajo la euforia de la paz, y ganar centenares de alcaldías, con todo lo que eso significa de financiación pública y poder real en los pueblos y caseríos vascos.
Pero en el mes de julio de 2006 el liderazgo de Ternera y Otegui hace aguas y es desplazado, aunque sin una declaración formal. La causa del desplazamiento no es tanto que Zapatero se mostrase más duro de lo previsto y de que las concesiones fueran menos de las esperadas, sino que la banda se sentía nuevamente fuerte y musculada, capaz de desplegar su estrategia favorita, la de poner de rodillas al Estado Español a base de sangre y llanto.
Ellos, los interlocutores de Zapatero (Ternera, Otegui y los demás), creen que siguen mandando en el proceso, o al menos así lo dicen, pero no es cierto porque en la verdadera cúspide crece dia a día la desconfianza hacia los "políticos" de la propia banda, a los que empiezan a considerar como peligrosamente influidos por "los gorrinos" (socialistas). Los desfenestrados siguen siendo los interlocutores del gobierno español en el proceso, pero nadie quiso darse cuenta que eran intelocutores fantasmas y que, realmente, ya estaban desautorizados.
Ese ha sido el principal fallo de Zapatero, ese es el problema de "interlocución" que ahora reconoce Pepiño Blanco. Estaban hablando con fantasmas sin poder y no quisieron reconocerlo, a pesar de que fueron advertidos por las inteligencias de Francia y España y hasta por la policía y la Guardia Civil.
El resto ya es historia conocida. Un día, por sorpresa y con desprecio hacia sus propios negociadores, que no sabían nada, colocaron una bomba "cojonuda" en Barajas, "para que se enteren". Y los dos muertos ecuatorianos y las toneladas de cascotes y de hormigón cogieron desprevenidos y con al paso cambiado a Zapatero, a Ternera, a Otegui, a todos los muchachos "del proceso", a los partidos políticos y a millones de españoles que, inocentes, se habían encandilado con la paz. Dicen en círculos próximos a ETA que la bomba, para colmo de sarcasmo, iba a explotar el día de los inocentes, pero se retrasó dos días por razones de logística.
Quizás por eso, porque la sorpresa ha sido morrocotuda y traumática, porque la bomba ha sepultado de golpe grandes ilusiones, Zapatero y los suyos están confusos, se esconden y deambulan por el escenario de la política española como pobres boxeadores noqueados.