La política de derroche ineficiente del gobierno de España sigue su curso. Fiel a las recetas socialistas, que son las peores para tiempos de crisis, Zapatero ha anunciado que el Consejo de Ministros del viernes 28 de noviembre aprobará un real decreto ley con una dotación extraordinaria de 11.000 millones de euros, con cargo a las cuentas de 2008, cuyo objetivo será frenar la destrucción de empleo y reactivar la actividad económica.
Incapaz de ayudar a las pequeñas y medianas empresas con créditos blandos y rebajas fiscales, Zapatero sigue adoptando medidas inútiles y endeudando sin escrúpulo a las generaciones futuras de españoles, convirtiendo al gobierno en el único que es rico en medio de la pobreza general. ¿Para qué quiere el Estado ese dinero? ¿Para pagar sus sueldos a los cientos de miles de parásitos que tiene colocados a la sombra del poder?
Si no fuera tan terco y obtuso, Zapatero haría lo que están haciendo sus colegas de la Unión Europea y de otros países desarrollados: rebajar los impuestos o reducir el IVA para que las empresas no tengan que cerrar. Pero él, insensible al drama que cada día se desarrolla en el tejido empresarial español, donde cientos de empresas y miles de ciudadanos caen en el pozo de la ruina y el paro, prefiere destinar el dinero al gobierno, fiel al principio socialista radical de que el Estado es el mejor empresario y, si puede, el único.
La mejor política social es crear empleo y la peor, destruirlo. El gobierno socialista de Zapatero se ha convertido en la más eficiente e inmisericorde fábrica de parados de Europa. En estos momentos, según los cálculos más fiables, está produciendo una media de 4.000 parados al día. El último mes produjo nada menos que 6.000 diarios.
Después de asumir las conclusiones de la cumbre de Washington, entre las que destacaban los incentivos fiscales a las empresas para mitigar el desempleo y activar el tejido productivo, Zapatero, al llegar a España renegó de esos acuerdos y afirmó que la receta española sería la de la "Inversión Productiva del Estado", lo que quería decir que de reducción fiscal nada, sino más dinero para los políticos, todo un drama demencial que empuja cada día más a España hacia su ruina y que él se atreve a perpetrar desde la impunidad que le confiere su cargo de líder de una democracia sin ciudadanos.
Incapaz de ayudar a las pequeñas y medianas empresas con créditos blandos y rebajas fiscales, Zapatero sigue adoptando medidas inútiles y endeudando sin escrúpulo a las generaciones futuras de españoles, convirtiendo al gobierno en el único que es rico en medio de la pobreza general. ¿Para qué quiere el Estado ese dinero? ¿Para pagar sus sueldos a los cientos de miles de parásitos que tiene colocados a la sombra del poder?
Si no fuera tan terco y obtuso, Zapatero haría lo que están haciendo sus colegas de la Unión Europea y de otros países desarrollados: rebajar los impuestos o reducir el IVA para que las empresas no tengan que cerrar. Pero él, insensible al drama que cada día se desarrolla en el tejido empresarial español, donde cientos de empresas y miles de ciudadanos caen en el pozo de la ruina y el paro, prefiere destinar el dinero al gobierno, fiel al principio socialista radical de que el Estado es el mejor empresario y, si puede, el único.
La mejor política social es crear empleo y la peor, destruirlo. El gobierno socialista de Zapatero se ha convertido en la más eficiente e inmisericorde fábrica de parados de Europa. En estos momentos, según los cálculos más fiables, está produciendo una media de 4.000 parados al día. El último mes produjo nada menos que 6.000 diarios.
Después de asumir las conclusiones de la cumbre de Washington, entre las que destacaban los incentivos fiscales a las empresas para mitigar el desempleo y activar el tejido productivo, Zapatero, al llegar a España renegó de esos acuerdos y afirmó que la receta española sería la de la "Inversión Productiva del Estado", lo que quería decir que de reducción fiscal nada, sino más dinero para los políticos, todo un drama demencial que empuja cada día más a España hacia su ruina y que él se atreve a perpetrar desde la impunidad que le confiere su cargo de líder de una democracia sin ciudadanos.