Los que conocen a Zapatero destacan su admiración por la obra de Manuel Chaves en Andalucía, donde ha conseguido las tres metas que ZP quiere lograr en España: un "régimen" en lugar de un gobierno, un clientilismo tan intenso que convierte al gobierno en invencible y una oposición permanentemente debilitada y tan confundida y dividida que es casi imposible que pueda vencer. Con la reciente incorporación de Chaves a su gobierno, como tercer vicepresidente y encargado de la política territorial, Zapatero desea "importar" el modelo andaluz e implantarlo en toda España.
A pesar de sus reveses en la lucha contra la crisis económica y de su pérdida de popularidad y de aceptación, Zapatero ha optado por "mas de lo mismo". No solo no ha cambiado la orientación de su política, basada en el intervencionismo del gobierno y la fe en el gasto público como única manera de reactivar la economía, una política que incluye el desprecio a la empresa privada y al mercado, sino que la ha intensificado incorporando a Manuel Chaves, para que la enriquezca con el clientelismo y los pactos irrompibles, y con Pepiño Blanco, para que potencie la presencia de lo público en la economía, a través de un ministerio de Fomento que quiere convertir en una potente maquinaria inversora.
Del nuevo gobierno no cabe esperar cambio alguno. Zapatero y su equipo no bajarán los impuestos, ni frenarán el aterrador avance del desempleo y la pobreza, ni taponarán las heridas por las que España se desangra cerrando cada día centenares de empresas y de actividades autónomas, ni aplicarán otra receta que no sea la desfasada e inutil de "mas socialismo" desde la preponderancia absoluta del Estado sobre la sociedad y el individuo.
Convencido de que la crisis no tiene soluciones españolas y decidido a "esperar" a que la reactivación internacional "tire" de España, el verdadero sueño de Zapatero es resistir sin deteriorar sus posibilidades electorales y trasladar a España entera el admirado "modelo andaluz" de Chaves, lo que implica reconstruir las alianzas rotas con los nacionalistas y tejer alrededor del Partido Popular una red de compromisos, presiones y confusiones que conviertan al principal partido de la oposición en lo que es en Andalucía: una opción débil, maniatada, dividida e incapaz de fraguar una victoria en las urnas.
Aunque constituya una paradoja antidemocrática, el gran "éxito" de Manuel Chaves en Andalucía, ha juicio de los nuevos socialistas españoles capitaneados por Zapatero, es el "clientelismo", una maraña densa y pegajosa que en Andalucía ha alcanzado niveles de "perfección" que aterrorizan a los demócratas y que ha convertido a la sociedad andaluza en dependiente de un poder gubernamental tan presente y determinante que resulta imprescindible y capaz de crear "adicción", como la droga dura. El gobierno andaluz está presente en todas partes y el poder de la Junta de Andalucía lo decide todo, incluso quien es pobre y quien rico en las tierras del sur, y lo hace sin violencia visible, utilizando los fondos públicos, los concursos, los puestos de trabajo, las subvenciones, las oportunidades, la información, las alianzas, los negocios y las distinciones y premios.
Lo más grave de ese modelo andaluz no es la dependencia tan intensa que el ciudadano y la sociedad tienen del poder gubernamental, similar en intensidad, aunque más amable y libre, al existente en la URSS de Breznev, que convierte a la sociedad en rehén del Estado, sino la enorme factura en pobreza, subdesarrollo y atraso que hay que abonar para que el oceano clientelar funcione. La Andalucía que Chaves ha construido en las últimas dos décadas es una de las regiones más atrasadas y pobres de España, además de lider en muchos de los dramas que hacen de España un país poco envidiable: alcoholismo, fracaso escolar, déficit en la formación de los jóvenes, desempleo, prostitución, violencia de género, pobreza, debelidad del tejido empresarial, impuestos elevados, enorme tamaño del Estado, clientelismo, control de los mediosde comunicación por parte del poder político, coches oficiales, sociedad civil intervenida, inseguridad ciudadana creciente y un largo y poco envidiable etcétera.
A pesar de sus reveses en la lucha contra la crisis económica y de su pérdida de popularidad y de aceptación, Zapatero ha optado por "mas de lo mismo". No solo no ha cambiado la orientación de su política, basada en el intervencionismo del gobierno y la fe en el gasto público como única manera de reactivar la economía, una política que incluye el desprecio a la empresa privada y al mercado, sino que la ha intensificado incorporando a Manuel Chaves, para que la enriquezca con el clientelismo y los pactos irrompibles, y con Pepiño Blanco, para que potencie la presencia de lo público en la economía, a través de un ministerio de Fomento que quiere convertir en una potente maquinaria inversora.
Del nuevo gobierno no cabe esperar cambio alguno. Zapatero y su equipo no bajarán los impuestos, ni frenarán el aterrador avance del desempleo y la pobreza, ni taponarán las heridas por las que España se desangra cerrando cada día centenares de empresas y de actividades autónomas, ni aplicarán otra receta que no sea la desfasada e inutil de "mas socialismo" desde la preponderancia absoluta del Estado sobre la sociedad y el individuo.
Convencido de que la crisis no tiene soluciones españolas y decidido a "esperar" a que la reactivación internacional "tire" de España, el verdadero sueño de Zapatero es resistir sin deteriorar sus posibilidades electorales y trasladar a España entera el admirado "modelo andaluz" de Chaves, lo que implica reconstruir las alianzas rotas con los nacionalistas y tejer alrededor del Partido Popular una red de compromisos, presiones y confusiones que conviertan al principal partido de la oposición en lo que es en Andalucía: una opción débil, maniatada, dividida e incapaz de fraguar una victoria en las urnas.
Aunque constituya una paradoja antidemocrática, el gran "éxito" de Manuel Chaves en Andalucía, ha juicio de los nuevos socialistas españoles capitaneados por Zapatero, es el "clientelismo", una maraña densa y pegajosa que en Andalucía ha alcanzado niveles de "perfección" que aterrorizan a los demócratas y que ha convertido a la sociedad andaluza en dependiente de un poder gubernamental tan presente y determinante que resulta imprescindible y capaz de crear "adicción", como la droga dura. El gobierno andaluz está presente en todas partes y el poder de la Junta de Andalucía lo decide todo, incluso quien es pobre y quien rico en las tierras del sur, y lo hace sin violencia visible, utilizando los fondos públicos, los concursos, los puestos de trabajo, las subvenciones, las oportunidades, la información, las alianzas, los negocios y las distinciones y premios.
Lo más grave de ese modelo andaluz no es la dependencia tan intensa que el ciudadano y la sociedad tienen del poder gubernamental, similar en intensidad, aunque más amable y libre, al existente en la URSS de Breznev, que convierte a la sociedad en rehén del Estado, sino la enorme factura en pobreza, subdesarrollo y atraso que hay que abonar para que el oceano clientelar funcione. La Andalucía que Chaves ha construido en las últimas dos décadas es una de las regiones más atrasadas y pobres de España, además de lider en muchos de los dramas que hacen de España un país poco envidiable: alcoholismo, fracaso escolar, déficit en la formación de los jóvenes, desempleo, prostitución, violencia de género, pobreza, debelidad del tejido empresarial, impuestos elevados, enorme tamaño del Estado, clientelismo, control de los mediosde comunicación por parte del poder político, coches oficiales, sociedad civil intervenida, inseguridad ciudadana creciente y un largo y poco envidiable etcétera.