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Zapatero está triste, ¿qué le pasa a Zapatero?





Zapatero está triste. En sus comparecencias televisivas se le ve apagado, cansado, sin aquellos recursos de encantador que fascinaron al crispado país que nos dejó en herencia José María Aznar, sin aquel famoso talante que nos demostraba cada día que se puede gobernar a un país moderno desde el optimismo, el diálogo y la calma relajada, sin demonizar y sin aplastar al adversario.

El Zapatero de hoy, agotado, debe haber llegado a la terrible conclusión de que también con talante y con sonrisas puede crisparse una sociedad. Es como si llevara ocho años en el gobierno. Hasta el famoso "talante" parece haberse agriado. Cuando, según el "tempus" normal político debería enontrarse en su plenitud, se le ve agobiado, tal vez abrumado, que es un escalón superior, por los problemas. Hasta su sonrisa es menos creible, hasta el talante parece ahora mas ficticio.

Lo peor de todo es que el cansancio parace haber afectado a sus ideas y a su liderazgo, lo que significa algo grave si se tiene en cuenta que en sus manos está el timón de España. Parece haber perdido la moral de victoria y haber aceptado que la derrota y el retroceso forman ya parte de su dieta.

Si se le compara con el Felipe González de 1984, el de dos años después de su triunfo de 1982, no se aprecia paralelismo alguno. Felipe estaba eufórico, convincente, crecido, en línea ascendente, ganando confianza, asentándose en el poder, dominando y generando cada día más confianza en los españoles.

Mi amigo Eduardo Caldarola, sagaz y sólido periodista argentino, compara la trayectoria de Zapatero con la del entrenador Luxemburgo, que llegó al Madrid con vitola de "mago" y acaba de abandonarlo con etiqueta de "charlatán". ZP no ha sido cesado y tiene tiempo para reaccionar hasta el fin de la legislatura, pero, al igual que Luxembugo en su etapa final, depende ya de los resultados y la afición se está tornando cada día más exigente.

Si el drama del entrenador brasileño ha sido la mala campaña de su equipo, que no gana ni entusiasma, el de Zapatero es Cataluña, un pantano desagradable en el que se ha metido y del que no sabe salir, a pesar de que, como los americanos en el pantano de Vietnam, cada día sufre bajas y un desgaste insorportable.

Zapatero, a estas alturas, debe saber ya que está perdiendo el centro político y sociológico español, que es el que da o quita el poder en este país, y lo pierde porque a ese centro no le gusta la acttud de sus socios catalanes nacionalistas extremistas, ni el estilo provocador y chulesco de Carod Rovira y sus huestes, ni el tipo de gobierno de Maragall, ni el enfrentamiento con la otrora querida y admirada Cataluña, ni ese Estatuto catalán cuyos contenidos autoritarios, intervencionistas y arrogantes no pasarían el examen en ninguna democracia avanzada del mundo.

Los 500.000 votos de Carod Rovira, por mucho que merezcan respeto, como dice Zapatero, son poco frente a la media España que no soporta las provocaciones y abusos del nacionalismo extremo catalán, ni pueden justificar que el socialismo español, al que el país necesita prestigiado, entero y saludable, se pudra en el cenagal de Cataluña.

La "herida" catalana está matando al "lider" Zapatero y lo está convirtiendo en un fantasma apagado, en un fardo político cuyo peso lastra al país y a su propio partido, donde ya miran el futuro sin optimismo y empiezan a descontar que pueden ser derrotados en el 2008 por una derecha que, desquiciada y sin moral hace apenas unos meses, se rehace ahora y renace de sus cenizas.

Los alemanes, ante una situación difícil y de casi bloqueo democrático, han sabido cerrar pactos entre los dos grandes partidos. En España quizás pronto lleguemos a necesitar soluciones similares, si el cáncer catalán sigue avanzando. Tal vez Zapatero debiera preguntarle a Ángela Merkel y a su viejo amigo Schröeder cómo han conseguido unir sus fuerzas para afrontar el peligro, en aras del bien común.

FR


Franky  
Martes, 13 de Diciembre 2005
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