Quizás una de las claves del actual drama de España es que Zapatero está angustiado y deprimido. Nos lo aseguran fuentes muy fiables, cercanas al presidente. La presidencia europea se le ha vuelto en contra y el rechazo nacional e internacional es para él, que necesita ser amado y admirado, un suplicio insoportable. Los tres últimos golpes a su "integridad" han sido terribles: el hundimiento del PSOE en las encuestas, el rechazo de Obama a entrevistarse con él y la amenaza de huelga de los sindicalistas españoles, sus mejores aliados.
Se le ve apagado, cansado, sin recursos, deambulando por la política como un boxeador noqueado, con "tics" depresivos profundos, con el rostro arrugado y envejecido. Ya aquellos recursos de encantador que fascinaron al crispado país que nos dejó en herencia José María Aznar han desaparecido y apenas quedan rastros de aquel famoso talante que nos sugería, al principio de su mandato, que se puede gobernar a un país moderno desde el optimismo, el diálogo y la calma relajada, sin demonizar y sin aplastar al adversario.
Zapatero es ya un líder apestado, sin otros amigos en España que los que reciben dinero y favores del gobierno y sin más amigos internacionales que dictadores y sátrapas como Hugo Chávez, los hermanos Castro Ruz, y otros sin prestigio, que se sienten aislados y despreciados por las sociedades libres.
¿Se está medicando el presidente? ¿Toma antidepresivos? La salud del presidente podría ser una de las claves del actual drama de España. Por ahora son preguntas sin respuesta, pero los síntomas de la depresión son intensos y preocupantes. Hasta es probable que sus médicos y su familia le estén aconsejando que abandone, que no merece la pena "luchar por España" sin que "su esfuerzo" sea comprendido.
Lleva seis años en el poder, pero parece que son doce. Felipe González dice de él que le ha llegado demasiado pronto el famoso Síndrome de la Moncloa, una enfermedad misteriosa que afecta a los presidentes de gobierno españoles cuyos efectos son el aislamiento, el desconcierto, la ausencia de lucidez y una irresistible tendencia a la arrogancia y al error político.
Está desconcertado porque siente que hasta su proverbial "suerte" le ha abandonado y hasta ha perdido su vieja moral de victoria. Cuando empezó a negociar con ETA le dijo al hoy ministro Gabilondo, entonces rector, que él estaba marcado por la fortuna y que no sabía perder. Hoy, la situación es la opuesta: todo lo que toca lo estropea y se le vuelve en contra.
Su trayectoria política se parece a la de muchos entrenadores de fútbol fracasados, que llegan como magos y que terminan como charlatanes, sin más defensa que los resultados.
Ahí, en los resultados, es donde está el mayor drama de Zapatero. La realidad es tan mala que justifica y sustenta su depresión: España, bajo su mandato, se hunde, se desangra. se llena de parados y de pobres, cierra empresas a mansalva, se endeuda hasta la locura, pierde competitividad, se queda sin prestigio y ostenta liderazgo solamente en miserias y vergüenzas como el tráfico y consumo de droga, el alcoholismo, la prostitución, el fracaso escolar, el despilfarro, la inseguridad, las cárceles atiborradas, el desprestigio de la polítiica y la pérdida de esperanza, entre otros.
Los "números" de Zapatero son para expulsarle del banquillo sin honor ni indemnización. Su gran consuelo es que el sistema político español está tan corrompido y es tan escasamente democrático que es casi imposible echar a un presidente, aunque conduzca al país hacia la ruína y el fracaso.
Sus heridas abiertas sangran y supuran: la "herida catalana", abierta al apoyar personalmente un estatuto insolidario, sembrador de desigualdad y anticonstitucional; la herida de la crisis, negada estúpida y temerariamente parsa ganar votos, retrasando la toma de medidas que hubieran salvado al país del desastre; la herida de la mentira, utilizada sin prudencia y con descaro para narcotizar y confundir a la ciudadanía; la herida de la negociación con ETA, llena de trampas, engaños y cerrada con un claro fracaso; la herida del hundimiento del prestigio del sistema y de la "casta" política, una tragedia de enorme alcance que ha llenado la sociedad española de desconfianza, desencanto, frustración y odio a los políticos y a sus injustificables y arrogantes privilegios... y otras muchas heridas, todas infectadas, purulentas y tal vez mortales.
En medio del caos y del fracaso, Zapatero vive la gran paradoja de su vida, todo un sarcasmo de la política en su estado más vil y desesperante: su único aliado y su única tabla de salvación es Mariano Rajoy y su Partido Popular, tan incapaces, acobardados y torpes como oposición que están impidiendo que el pueblo español, sin ilusión por el cambio y sin confiar tampoco en la derecha, salga a las calles para exigir que el nefasto Zapatero se marche y deje de aplastar a España.
Se le ve apagado, cansado, sin recursos, deambulando por la política como un boxeador noqueado, con "tics" depresivos profundos, con el rostro arrugado y envejecido. Ya aquellos recursos de encantador que fascinaron al crispado país que nos dejó en herencia José María Aznar han desaparecido y apenas quedan rastros de aquel famoso talante que nos sugería, al principio de su mandato, que se puede gobernar a un país moderno desde el optimismo, el diálogo y la calma relajada, sin demonizar y sin aplastar al adversario.
Zapatero es ya un líder apestado, sin otros amigos en España que los que reciben dinero y favores del gobierno y sin más amigos internacionales que dictadores y sátrapas como Hugo Chávez, los hermanos Castro Ruz, y otros sin prestigio, que se sienten aislados y despreciados por las sociedades libres.
¿Se está medicando el presidente? ¿Toma antidepresivos? La salud del presidente podría ser una de las claves del actual drama de España. Por ahora son preguntas sin respuesta, pero los síntomas de la depresión son intensos y preocupantes. Hasta es probable que sus médicos y su familia le estén aconsejando que abandone, que no merece la pena "luchar por España" sin que "su esfuerzo" sea comprendido.
Lleva seis años en el poder, pero parece que son doce. Felipe González dice de él que le ha llegado demasiado pronto el famoso Síndrome de la Moncloa, una enfermedad misteriosa que afecta a los presidentes de gobierno españoles cuyos efectos son el aislamiento, el desconcierto, la ausencia de lucidez y una irresistible tendencia a la arrogancia y al error político.
Está desconcertado porque siente que hasta su proverbial "suerte" le ha abandonado y hasta ha perdido su vieja moral de victoria. Cuando empezó a negociar con ETA le dijo al hoy ministro Gabilondo, entonces rector, que él estaba marcado por la fortuna y que no sabía perder. Hoy, la situación es la opuesta: todo lo que toca lo estropea y se le vuelve en contra.
Su trayectoria política se parece a la de muchos entrenadores de fútbol fracasados, que llegan como magos y que terminan como charlatanes, sin más defensa que los resultados.
Ahí, en los resultados, es donde está el mayor drama de Zapatero. La realidad es tan mala que justifica y sustenta su depresión: España, bajo su mandato, se hunde, se desangra. se llena de parados y de pobres, cierra empresas a mansalva, se endeuda hasta la locura, pierde competitividad, se queda sin prestigio y ostenta liderazgo solamente en miserias y vergüenzas como el tráfico y consumo de droga, el alcoholismo, la prostitución, el fracaso escolar, el despilfarro, la inseguridad, las cárceles atiborradas, el desprestigio de la polítiica y la pérdida de esperanza, entre otros.
Los "números" de Zapatero son para expulsarle del banquillo sin honor ni indemnización. Su gran consuelo es que el sistema político español está tan corrompido y es tan escasamente democrático que es casi imposible echar a un presidente, aunque conduzca al país hacia la ruína y el fracaso.
Sus heridas abiertas sangran y supuran: la "herida catalana", abierta al apoyar personalmente un estatuto insolidario, sembrador de desigualdad y anticonstitucional; la herida de la crisis, negada estúpida y temerariamente parsa ganar votos, retrasando la toma de medidas que hubieran salvado al país del desastre; la herida de la mentira, utilizada sin prudencia y con descaro para narcotizar y confundir a la ciudadanía; la herida de la negociación con ETA, llena de trampas, engaños y cerrada con un claro fracaso; la herida del hundimiento del prestigio del sistema y de la "casta" política, una tragedia de enorme alcance que ha llenado la sociedad española de desconfianza, desencanto, frustración y odio a los políticos y a sus injustificables y arrogantes privilegios... y otras muchas heridas, todas infectadas, purulentas y tal vez mortales.
En medio del caos y del fracaso, Zapatero vive la gran paradoja de su vida, todo un sarcasmo de la política en su estado más vil y desesperante: su único aliado y su única tabla de salvación es Mariano Rajoy y su Partido Popular, tan incapaces, acobardados y torpes como oposición que están impidiendo que el pueblo español, sin ilusión por el cambio y sin confiar tampoco en la derecha, salga a las calles para exigir que el nefasto Zapatero se marche y deje de aplastar a España.