Pocos dirigentes políticos del mundo pueden igualar al presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en las cualidades genuinas del mentalista: manipulación de la mente y del pensamiento a través de la mentira, la simulación y el engaño. Basta ver la nueva serie para percibir el paralelismo entre el personaje que interpreta Simon Baker y nuestro presidente, con la diferencia de que el policía americano emplea sus cualidades en capturar delincuentes, mientras que Zapatero las utiliza para someter a los españoles y perpetuarse en el poder.
Hace poco, Zapatero prometió el pleno empleo, pero hoy tenemos más de tres millones de parados, más que nunca antes en la historia de España; aseguró que nuestra economía estaba en la "Champion League", pero hoy es una de las más tocadas y débiles de la Unión Europea; én plena campaña electoral, para ganar, garantizó que no había crisis, pero hoy España está postrada y arrodillada como un boxeador sonado, sin saber reaccionar ante un desastre que nos lleva a la pobreza.
También hay mentiras y engaños del "mentalista" que todavía no se han descubirto, como la promesa de que, a partir de marzo de 2009, se verán datos positivos en el empleo, o la seguridad dada de que nunca más negociará con ETA, o su garantía de que los parados españoles serán "protegidos" por el Estado.
El problema de los "mentalistas" es que sólo sirven para engañar y manipular, pero nunca para mandar y dirigir. El mentalista de la serie está arropado por un equipo policial serio y dirigido por una policía profesional. Sin embargo, en España, país desgraciado donde los haya, hemos sido tan insensatos de colocar al mentalista al frente del gobierno, sin control, con práctica impunidad y con poder suficiente para llevarnos a la ruina y al desastre.
Las medidas de Zapatero contra la crisis son una auténtica estafa porque, en realidad, no hay medidas. Ha repartido dinero a los banqueros, a los ayuntamientos y a las comunidades autónomas, pero ni un euro a las pequeñas y medianas empresas, que son las que crean casi el 90 por ciento del empleo en España, ni a para los autónoimós, que están abandonando en masa la actividad económica.
El "mentalista" es la primera víctima de sus propios engaños y nunca podrá admitir que utiliza trampas y mentiras para manipular. Si lo admite, toda su "magia" desaparece. Del mismo modo, Zapatero es incapaz de reconocer que no sabe qué hacer frente a la crisis y que lo único que se le ocurre es repartir dinero desde el poder, sin reconocer que la crisis que tiene postrada a España sólo se soluciona creando empleo y riqueza. El camino de ZP, el de incrementar el endeudamiento hasta la demencia, aumentar la nómina de asesores y repartir subvenciones y dádivas, no crea empleo ni riqueza sino ruina, clientelismo y un Estado monstruoso, imposible de financiar. Lo que hay que hacer es activar el tejido productivo y ayudar a las empresas, que son las únicas máquinas productivas eficientes conocidas, para que no cierren.
Pero ZP, especialista en lo opaco y maestro de lo borroso, es incapaz de comprender lo que significa la empresa en una sociedad moderna, ni admite las ventajas del mercado, de la libre empresa, de la iniciativa privada y hasta del trabajo productivo. Como buen socialista radical, sólo tiene una receta para la crisis: convertirnos a todos en asesores o en servidores del Estado, algo que ya hicieron Stalin, Breznev, Mao, Fidel y otros muchos papanatas, una locura que nos lleva, directamente, al sufrimiento y al fracaso.
Hace poco, Zapatero prometió el pleno empleo, pero hoy tenemos más de tres millones de parados, más que nunca antes en la historia de España; aseguró que nuestra economía estaba en la "Champion League", pero hoy es una de las más tocadas y débiles de la Unión Europea; én plena campaña electoral, para ganar, garantizó que no había crisis, pero hoy España está postrada y arrodillada como un boxeador sonado, sin saber reaccionar ante un desastre que nos lleva a la pobreza.
También hay mentiras y engaños del "mentalista" que todavía no se han descubirto, como la promesa de que, a partir de marzo de 2009, se verán datos positivos en el empleo, o la seguridad dada de que nunca más negociará con ETA, o su garantía de que los parados españoles serán "protegidos" por el Estado.
El problema de los "mentalistas" es que sólo sirven para engañar y manipular, pero nunca para mandar y dirigir. El mentalista de la serie está arropado por un equipo policial serio y dirigido por una policía profesional. Sin embargo, en España, país desgraciado donde los haya, hemos sido tan insensatos de colocar al mentalista al frente del gobierno, sin control, con práctica impunidad y con poder suficiente para llevarnos a la ruina y al desastre.
Las medidas de Zapatero contra la crisis son una auténtica estafa porque, en realidad, no hay medidas. Ha repartido dinero a los banqueros, a los ayuntamientos y a las comunidades autónomas, pero ni un euro a las pequeñas y medianas empresas, que son las que crean casi el 90 por ciento del empleo en España, ni a para los autónoimós, que están abandonando en masa la actividad económica.
El "mentalista" es la primera víctima de sus propios engaños y nunca podrá admitir que utiliza trampas y mentiras para manipular. Si lo admite, toda su "magia" desaparece. Del mismo modo, Zapatero es incapaz de reconocer que no sabe qué hacer frente a la crisis y que lo único que se le ocurre es repartir dinero desde el poder, sin reconocer que la crisis que tiene postrada a España sólo se soluciona creando empleo y riqueza. El camino de ZP, el de incrementar el endeudamiento hasta la demencia, aumentar la nómina de asesores y repartir subvenciones y dádivas, no crea empleo ni riqueza sino ruina, clientelismo y un Estado monstruoso, imposible de financiar. Lo que hay que hacer es activar el tejido productivo y ayudar a las empresas, que son las únicas máquinas productivas eficientes conocidas, para que no cierren.
Pero ZP, especialista en lo opaco y maestro de lo borroso, es incapaz de comprender lo que significa la empresa en una sociedad moderna, ni admite las ventajas del mercado, de la libre empresa, de la iniciativa privada y hasta del trabajo productivo. Como buen socialista radical, sólo tiene una receta para la crisis: convertirnos a todos en asesores o en servidores del Estado, algo que ya hicieron Stalin, Breznev, Mao, Fidel y otros muchos papanatas, una locura que nos lleva, directamente, al sufrimiento y al fracaso.
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