Tras el estrepitoso fracaso electoral reciente del laborismo británico, resulta evidente que Europa entera gira hacia la derecha y que el español Zapatero se queda como el único representante en el poder de una izquierda en bancarrota.
El fenómeno de la derrota electoral masiva de la izquierda en Europa es importante y requiere un análisis que explique las causas de esa debacle, que no es coyuntural sino vinculada al concepto mismo de la izquierda actual.
Mientras que la izquierda mundial potencia su antiamericanismo y se contamina con fantoches antidemocráticos del tipo de los Fidel Castro. Hugo Cháves o Evo Morales, la izquierda europea se está muriendo de ineficiencia y de vejez. Habla mucho de progreso y de avance, pero los ciudadanos han descubierto que esas palabras están vacías y que la izquierda, sin evolucionar desde principios del siglo XX, cuando la socialdemocracia surgió para adaptar las raices y métodos marxistas a la vida democrática, no ha sido capaz de hacer retroceder la injusticia, ni la pobreza, ni la desigualdad en una sociedad en la que la distancia que separa a los ricos de los pobres y a los poderosos de los débiles se agranda cada día más, incluso bajo gobiernos de izquierda.
Muchos ciudadanos honestos que habían depositado sus esperanzas de justicia, igualdad y paz en la izquierda, se sienten hoy drustrados tras comprobar que la izquierda y la derecha se parecen demasiado, sobre todo en su insensibilidad e ineficiencia ante los problemas y carencias de la sociedad.
La izquierda no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y huele a naftalina. Encerrada en sus propios partidos políticos, convertidos en implacables y antidemocráticas maquinarias de poder, aislados y ajenos a los intereses de los ciudadanos, la izquierda está alienada y, atrincherada en los privilegios y ventajas que proporciona el control del Estado, se ha emborrachado de poder y no ha sido capaz de percibir lo que los ciudadanos y la sociedad entera desean.
Los ciudadanos quieren más protagonismo, lo que significa elegiar a gobiernos menos intervencionistas y con líderes menos carismáticos y dispuestos a mandar.
La idea de que los políticos profesionales han fracasado y que los gobiernos fuertes son una plaga más que una solución se abre camino en Europa, donde los ciudadanos creen que la derecha es más proclive que la izquierda a impulsar una drástica regeneración de la democracia, realizada desde la ciudadanía y la sociedad civil antes que desde las filas de esos partidos profesionales que han demostrado hasta la saciedad su fracaso.
Los socialdemócratas franceses, alemanes e italianos están desmoralizados y enfrascados en luchas internas, ensombrecidos por Sarkozy, Merkel y Berlusconi. Ahora son los conservadores británicos los que acosan y desplazan a la izquierda en Gran Bretaña.
España, la nación europea con menos tradición democrática, se queda como la única donde la izquierda es capaz de conquistar el poder. Pero la "excepción española", según la mayoría de los analistas y expertos, tiene una explicación lógiuca: la izquierda ha ganado las elecciones de marzo último no porque su gestión haya sido buena, sino porque la oposición de derecha está desquiciada y no da la talla. A pesar de que Zapatero haya fracasado en todas sus grandes apuestas políticas, resquebrjando la unidad, violando los importantes principios de igualdad y solidaridad, claves para la cohesión de una nación, y haciendo retroceder el prestigio de España en el plano internacional, la derecha del poco atractivo Rajoy no ha sido capaz de derrotarlo en las urnas.
El fenómeno de la derrota electoral masiva de la izquierda en Europa es importante y requiere un análisis que explique las causas de esa debacle, que no es coyuntural sino vinculada al concepto mismo de la izquierda actual.
Mientras que la izquierda mundial potencia su antiamericanismo y se contamina con fantoches antidemocráticos del tipo de los Fidel Castro. Hugo Cháves o Evo Morales, la izquierda europea se está muriendo de ineficiencia y de vejez. Habla mucho de progreso y de avance, pero los ciudadanos han descubierto que esas palabras están vacías y que la izquierda, sin evolucionar desde principios del siglo XX, cuando la socialdemocracia surgió para adaptar las raices y métodos marxistas a la vida democrática, no ha sido capaz de hacer retroceder la injusticia, ni la pobreza, ni la desigualdad en una sociedad en la que la distancia que separa a los ricos de los pobres y a los poderosos de los débiles se agranda cada día más, incluso bajo gobiernos de izquierda.
Muchos ciudadanos honestos que habían depositado sus esperanzas de justicia, igualdad y paz en la izquierda, se sienten hoy drustrados tras comprobar que la izquierda y la derecha se parecen demasiado, sobre todo en su insensibilidad e ineficiencia ante los problemas y carencias de la sociedad.
La izquierda no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y huele a naftalina. Encerrada en sus propios partidos políticos, convertidos en implacables y antidemocráticas maquinarias de poder, aislados y ajenos a los intereses de los ciudadanos, la izquierda está alienada y, atrincherada en los privilegios y ventajas que proporciona el control del Estado, se ha emborrachado de poder y no ha sido capaz de percibir lo que los ciudadanos y la sociedad entera desean.
Los ciudadanos quieren más protagonismo, lo que significa elegiar a gobiernos menos intervencionistas y con líderes menos carismáticos y dispuestos a mandar.
La idea de que los políticos profesionales han fracasado y que los gobiernos fuertes son una plaga más que una solución se abre camino en Europa, donde los ciudadanos creen que la derecha es más proclive que la izquierda a impulsar una drástica regeneración de la democracia, realizada desde la ciudadanía y la sociedad civil antes que desde las filas de esos partidos profesionales que han demostrado hasta la saciedad su fracaso.
Los socialdemócratas franceses, alemanes e italianos están desmoralizados y enfrascados en luchas internas, ensombrecidos por Sarkozy, Merkel y Berlusconi. Ahora son los conservadores británicos los que acosan y desplazan a la izquierda en Gran Bretaña.
España, la nación europea con menos tradición democrática, se queda como la única donde la izquierda es capaz de conquistar el poder. Pero la "excepción española", según la mayoría de los analistas y expertos, tiene una explicación lógiuca: la izquierda ha ganado las elecciones de marzo último no porque su gestión haya sido buena, sino porque la oposición de derecha está desquiciada y no da la talla. A pesar de que Zapatero haya fracasado en todas sus grandes apuestas políticas, resquebrjando la unidad, violando los importantes principios de igualdad y solidaridad, claves para la cohesión de una nación, y haciendo retroceder el prestigio de España en el plano internacional, la derecha del poco atractivo Rajoy no ha sido capaz de derrotarlo en las urnas.
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